De recuerdo en recuerdo
Miguel
Peña G.
@miguepeg
Definitivamente,
ya nada es normal en Venezuela. Todo orden ha sido alterado, subvertido,
escamoteado y trampeado. Suena tétrico y hasta exagerado, pero es el negro
presente que vivimos. La situación del país se ha transformado en un viacrucis
interminable y porque no, sui generis, donde ni la cruz se puede cargar a
cuestas, pues prácticamente ya debemos peregrinar crucificados.
El país se
encuentra en una realidad contra natura. Donde los valores -morales y sociales-,
la justicia y los preceptos constitucionales, han sido suplantados de la manera
más inexplicable por la ineficiencia, la corrupción y el narcotráfico. Todos
estos elementos han sido condimentados desde el año 98, con grandes dosis de
resentimiento social, gracias a una mafia falaz -civiles y militares- que han
logrado únicamente solo dos cosas: enriquecerse a costillas de los más
necesitados; y someter a 30 millones de venezolanos a la más grande penumbra
social.
El país está en la
anomia. La caída constante y estrepitosa a la que está sometida la estructura
del Estado -salud, económica, alimentaria, energética, etc.- parece no tener
fin. No hay que llamarse a engaños, la dictadura no va retroceder en su
objetivo. En su afán de lograr la “solución final” y exterminar a todo aquel
que no comulgue o se arrodille ante su anacrónica ideología, ergo, mantenerse
en el poder.
El periodista,
Marcelino Bisbal, en su artículo en Prodavinci.com, El objetivo es asaltar la
República; detalla si empacho alguno, la única intensión que ha tenido el
dichoso socialismo del siglo XXI. “…en la Venezuela de hoy, cómo la vida
pública, nuestro participar en las cosas públicas, nuestro derecho a informar y
ser informados… ha sido vulnerado a lo largo de todos estos años por una
¿revolución? más militar que nunca. ¿El resultado? Ruinas y escombros;
desmoronamiento de la convivencia social; despojo de todo aquello que funciona;
establecimiento e institucionalización del resentimiento social como forma de
dirimir los problemas; resemantización de las palabras para significar cosas
distintas a lo que ellas quieren expresar; la aparición del fundamentalismo, de
la intolerancia y del rechazo ante el que piensa distinto al poder; destrucción
del quehacer político y de la política como acción en la que los hombres,
respetándose por lo que ellos son y por sus ideas, buscan conjuntamente su bien
y el bien de los demás… y un largo etcétera que se nos ha venido imponiendo a
lo largo de todos estos años”.
La norma esta de
cabeza. Tan es así, que los partidos políticos ahora están tratando de ganar
-sin ningún tipo de garantías- el juego macabro que el “cne” les ha impuesto.
Es inconcebible que distintas toldas políticas, tenga que legitimarse ante una
institución que, precisamente, carece de toda legitimidad, en vista de que
algunos de sus “rectores” tienen periodo vencido y, además, fueron ratificados
de manera inconstitucional por el “tsj”.
Nadie en su sano
juicio ha entendido el motivo por el cual, los partidos decidieron cumplir con
semejante aberración electoral. Solo basta recordar que, Betancourt, Caldera y
Jovito Villalba, nunca legitimaron sus partidos ante la dictadura militar de
Pérez Jiménez; un despropósito total. A pesar de tamaña locura de la oposición
venezolana, el ciudadano nuevamente salió a darles apoyo a los partidos
políticos y, tocará hacerlo, en vista de que es la única ruta clara que ha
mostrado la MUD, después de tantos errores y desaciertos.
Otra memoria que
se viene a diario, era el respeto que generaban los cuerpos de seguridad del
Estado, desde el policía más humilde hasta la gran libertaria FAN. En la actualidad explicarle a cualquier joven
-que solo ha vivido el chavismo- la majestuosidad que significaba portar el
uniforme verde oliva, es casi como narrar un cuento de ficción. Basta evocar la
sempiterna pregunta que los maestros hacen en primaria, para entender la
importancia que tenían los funcionarios militares y policiales dentro de la
sociedad democrática venezolana: ¿Qué quieres ser cuando crezcas? “Maestra,
Militar. Quiero ser policía”.
Hoy, por el
contrario, más que un sentimiento de apoyo, con el dolor del alma hay que
reconocer, que la inmensa mayoría de los venezolanos siente terror, fobia y un
gran repudio nacional, hacia todo lo que representan los cuerpos de seguridad. En
un futuro no muy lejano, se debatirá si es bien ganado o no dicho desprecio,
sin embargo, la verdad inobjetable es que Hugo Chávez, el peor militar de la
historia, logró destruir del imaginario popular la institucionalidad de la
otrora FAN.
La gran cantidad
de funcionarios militares -sobre todo de la GN y ex-funcionarios policiales- involucrados
en hechos delictivos, el accionar de las “mascaras del terror” de las OLP en los
distintos barrios de Caracas -aplicando la ley del oeste-, dan una pequeña
muestra de la descomposición institucional de los cuerpos de seguridad.
De nación prospera
y en desarrollo, Venezuela se convirtió en una tierra bizarra, inhóspita y de
recuerdos. Nos han quitado nuestra forma de vivir. Solo quedan anécdotas, de
cuando los automarcados ofrecían en anaqueles cualquier cantidad de productos y
se podían adquirir sin control. Cuando un venezolano podía comprar el carro que
le daba la gana; hacer turismo fuera del país, cuando se cobraban los
aguinaldos; comprar dólares en cualquier casa de cambio; en fin, somos ahora,
la más miserable sociedad del continente. Nos hemos convertido en un abrir y
cerrar de ojos, en un pueblo que vive de migaja en migaja; de recuerdo en
recuerdo.
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