¡El Día Final!
Miguel Peña G.
@miguepeg
Luego de pasar
tres lustros agobiados, insultados, reprimidos, ultrajados y discriminados, a
los venezolanos se nos hace esquivo el final de este apocalipsis social que
muchos advirtieron -cual predicador de plaza- y los ciudadanos no supimos darle
la debida atención. ¿Cómo abrigar esperanzas cuando años tras año (desde el
2002) se repite el mismo salmo: esto está que se cae? Por supuesto, las
condiciones sociales, políticas y económicas del 2017 son muy distintas a las
de años anteriores. Hasta los protagonistas han cambiado, incluso, aquellos que
todavía sobreviven por astucia o inercia cual trilogía cinematográfica eterna,
también han sufrido transformaciones; negativas y positivas.
La gran
frustración colectiva que se ha posado -a modo de cruz- sobre nuestras
espaldas, no solo se debe a la habilidad que tuvo Hugo Chávez de crear
escenarios ficticios que exhibían desenlaces posibles y que luego, resultaban
en una realidad más oscura y distinta. También, tienen su cota parte, los
discursos grandilocuentes de algunos líderes demócratas que, por inexperiencia,
acomodo o negocio, promovieron finales que seguían el juego sádico y perverso
de quien solo fue un vulgar prestidigitador de circo ambulante.
El desmoronamiento
constante que vive Venezuela desde el 2013 se debe, no solo a la gran
inoperancia chavo-madurista en el manejo de la cosa pública, sino por la
desnudez en las que se encuentran, las bases corroídas que soportan esa
“ideología” barata llamada “socialismo del siglo XXI”: corrupción,
narcotráfico, nepotismo, prostitución, crimen organizado, brujería y barbarie.
Cóctel delictivo que ha generado una y otra vez dentro de la sociedad
venezolana, millones de etapas finitas de este oprobio mafioso, pero que siempre
acarrean resultas de frustración, rabia y desconcierto.
El alma discursiva
de algunos de los líderes democráticos que han hecho frente al régimen chavista
nos ha mostrado a largo de este tiempo tan particular, mensajes cargados de
niveles altísimos de esperanza y finales ilusorios que, si bien no son nada
reprochables, juegan en contra de su credibilidad a la hora de hacerle entender
a los ciudadanos realidades aplastantes como crisis, diálogo y negociación.
Quizás, basados en la teoría de Francis Fukuyama (El Fin de la Historia y El
Último Hombre) se plantean que el triunfo definitivo del liberalismo económico
y político del país se dará, cuando sea derrotado el germen totalitarista,
fascista y comunista que gobierna a Venezuela, imponiéndose así, el pensamiento
único por encima de las ideologías. La megalothymia triunfa sobre la isothymia.
En estas semanas
de agitación social, he recordado como se han hecho comparaciones ligeras de
nuestra dirigencia política actual, con otras generaciones de líderes. “La
generación del 28 hizo tal cosa; los políticos del 58 no hubieran dejado que
ocurriera”, etc., análisis que no toman en consideración la variable que les
otorga cierta ventaja histórica en relación con los políticos de ahora.
Sencillamente, nunca enfrentaron a una mafia armada.
Los finales no se
decretan. Tampoco se presagian en una bola de cristal. Las etapas conclusivas
siempre muestran eventos que logran surgir de manera predecible o inesperada.
Cuando en el fragor intestinal del miedo político se fijan fechas y horas a un
final, incierto por demás, voluntariamente se coloca la soga al cuello quien
las profiere. Situación que parece no haber entendido Nicolás Maduro al situar
el 30 de julio como el día “D”, para terminar con las protestas generalizadas,
ergo con la AN y la MUD. Ciertamente, es un escenario muy alejado de la verdad.
El régimen no sacó bien sus cuentas y, si las sacó, los datos no eran los
correctos.
La complejidad que
adquiere la crisis, en especial, en los últimos días, asoma cual fase
prodrómica, manifestaciones inespecíficas que sobresalen del estado habitual de
los 4 meses de protestas y que parecen anteceder, la llegada de un desenlace
inevitable. Un dólar paralelo que rompe la berrera de los 10 mil Bs (10
millones de los de antes); la destrucción definitiva del sistema electoral
nacional; incremento de las acciones de calle; la quema de centros de votación
y material electoral; aumento del índice de asesinados por día a manos del
régimen; la lista de conspicuos personeros del madurismo, sancionados por el
Departamento del Tesoro de EE. UU.; el descaro de la corrupción en tiempos de
crisis ( 500 Millones de $ incautados al vicepresidente venezolano, y los hijos
de Cilia hospedados en el Ritz); el llamado a huelga de centrales sindicales;
el cese de operaciones de líneas aéreas etc., conjugan una serie de síntomas
que anuncian la llegada del final descollante.
La inoperancia de
la OEA al no poder encontrar soluciones diplomáticas a nuestra situación abre
las compuertas -sin pedir permiso- a un caudal de acciones políticas
individuales de muchos países. No menos de 15 naciones que piden el cese de la
ANC, comenzarán por su cuenta (fuera de la OEA) y en bloque, a realizar
sanciones, detenciones y confiscación de bienes al régimen venezolano. México y
Colombia han sido los primeros después de Estados Unidos, en iniciar este
camino sancionatorio.
Maduro optó por el
suicidio. María Corina Machado declaró: “No le vamos a dar más salvavidas a
Maduro”. La “Asamblea Nacional Constituyente” no significa la pérdida del país.
Al contrario, debemos verla como un obstáculo más en la lucha que se gesta en
contra del régimen narco-corrupto que está en el poder. El día final no es el
31 de julio. A pesar de lo oscuro del panorama, el párrafo final de esta
historia no se ha escrito. Vale recordar, Ensayo Sobre la Guerra de José
Saramago: “La mujer del médico se levantó, se acercó a la ventana. Miró hacia
abajo, a la calle cubierta de basura, a las personas que gritaban y cantaban.
Luego alzó la cabeza al cielo y lo vio todo blanco, ahora me toca a mí, pensó.
El miedo súbito le hizo bajar los ojos. La ciudad aún estaba allí”. El lunes,
Venezuela seguirá allí, en las calles hasta conseguir su libertad.
Comentarios
Publicar un comentario