Plebiscito Ciudadano
Miguel Peña G.
@miguepeg
La travesía
dramática, sangrienta y hasta ridícula, vivida por los venezolanos desde 1998,
ha estado signada por una excesiva militarización que abarca todos los ámbitos
de la vida nacional; lo económico, político, social, etc. La falaz e hiperbólica
presencia militar ha minado y trastocado -sin contemplación alguna- los
cimientos mismos de la civilidad del país; y eso es lo más grave. Durante los
tres lustros de régimen chavista, la moral y cívica han quedado relegadas a lo
más recóndito de la historia republicana. Lo civil -cual leproso- es
mancillado, insultado, menospreciado y desprestigiado, por la élite corrupta
que ostenta groseramente el poder y que, para los anales del cinismo, se hace
llamar socialista.
La civilidad hay
que recuperarla. El poder ciudadano debe imponerse ante la injuria militar.
Bien queda reflejado en el discurso de la historiadora e individuo de número y
presidenta de la Academia Nacional de la Historia de Venezuela, Inés Quintero,
Oradora de orden en los actos de la Asamblea Nacional conmemorativos al 5 de
julio. En parte de su alocución Quintero comenta: “…En 1949, la Junta Militar
que derrocó al presidente Rómulo Gallegos, decretó que el 5 de julio fuese
celebrado por las Fuerzas Armadas en homenaje a la Independencia, de esta
manera se incorporó un desfile militar a la celebración de un hecho histórico
cuya significación es esencialmente cívica y republicana. Este añadido al
ritual conmemorativo de la Independencia, no se vio modificado a partir de 1959
y todavía en la actualidad se mantiene. Ya va siendo tiempo de eliminar la
presencia de las Fuerzas Armadas en la conmemoración de este hecho memorable de
nuestra historia y de nuestra vida republicana y comenzar a pensar en la
posibilidad de convertir el 5 de julio en una gran fiesta ciudadana”.
Bajo el ánimo
irrestricto de recobrar la ciudadanía, también se hace oportuno rescatar el
extraordinario artículo de la periodista Misbelis Acevedo, Civilis, en el que
plasma con mucho tino, la importancia de preponderar lo civil por encima de la
bayoneta. “En medio de la insalubre mezcolanza, de la desinstitucionalización
que el cesarismo del siglo XXI terminó legándonos; este gobierno amorfo, fruto
de la adopción de un liderazgo personalista y asfixiante que pretende hoy
ejercerse anárquica y atomizadamente, la natural brecha entre ambos mundos, el
civil y el militar, se ha desbordado. Como ha dicho la fiscal, "estamos en
manos de la barbarie", una barbarie legitimada por la hybris de los mandones.
El deber, entonces, no sólo es condenar el empujón, la subestimación, el
tutelaje contranatura, sino aferrarse a la virtud de lo civilis…”
Entonces, en el marco de esas dos extraordinarias visiones que enaltecen el poder ciudadano, que mejor forma
de expresar nuestra condición civilista, si no es a través de un plebiscito. El plebiscito, es una consulta democrática al pueblo sobre temas de
interés nacional. Esta estrategia promovida por los demócratas (partidos
políticos, AN, iglesias, Universidades, estudiantes, empresarios y ciudadanos),
busca darle soporte popular a las decisiones que deberá tomar la AN, para restituir
del hilo constitucional; roto flagrantemente desde hace varios meses por el máximo
tribunal del país. El rescate del Estado
de derecho y la institucionalidad pasan por el nombramiento de nuevos
magistrados del “tsj” (en minúsculas), rectores del “cne”, defensor del pueblo y del contralor. En
pocas palabras, la consulta planteada aprobará la formación de un
gobierno de transición.
La AN y la MUD, adelantan
el juego y coloca como fecha límite el 16 de julio, día en que los ciudadanos
deben dar un respaldo masivo y contundente, a las tres interrogantes que han
apuntalado la lucha democrática durante 100 días de intensas protestas. Dentro
del curioso y complejo proceso que vive el país -recordemos que se lucha frente
a un régimen narcotraficante y mafioso- es responsabilidad de todos, apoyar los
distintos escenarios de lucha plateados por la MUD y la AN, por más que en
ocasiones las acciones den la impresión de lentitud y retraso.
Es cierto, el
plebiscito no tiene carácter vinculante o jurídico. Sin embargo, se reviste de una
coraza política y ciudadana nada despreciable y, se transforma, en un juicio
político moral en contra de Nicolás Maduro. Aunque suene crudo, 91 muertos, 100
días de protesta y más de 1600 detenidos (juzgados por tribunales militares) solo desnudan, sin cortapisas, el talante dictatorial, represivo y militarista del
régimen. Lamentablemente, no son aval para pregonar mayorías.
Taxativamente, el
plebiscito surge como una táctica que resuelve paralelamente dos
inconvenientes. El primero, demostrar -nacional e internacionalmente- que los
venezolanos rechazan tajantemente la propuesta de la constituyente, ergo a Maduro.
El segundo, es que se impondrá a los saboteadores que están
dentro de la AN y que no concuerdan con el gobierno de transición, el mandato
popular masivo en este sentido y, claro está, sobre las decisiones que, en la práctica, tendrá
la AN que emprender a partir del lunes 17 de julio.
El plebiscito, es
la resulta tangible de la invocación de los artículos 333 y 350 de la CRBV.
Será la protesta nacional más grande de la historia de nuestra república y como
tal hay que asumirla, sin miramientos de ningún tipo. El 16 de julio usted,
querido lector, tiene la obligación y el compromiso patrio de salir con el convencimiento y la
esperanza de que el plebiscito ciudadano, retumbará los cimientos -ya
resquebrajados- del régimen dictatorial y corrompido de Maduro. Su voz será
escuchada de manera contundente y sin “cne” que se lo prohíba; la tendencia
será irreversible.
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