Gobierno de Transición
@miguepeg
Entender la situación venezolana, nunca ha sido
fácil. Aunque se escriban y se lean millones de análisis, la conclusión siempre
es la misma: ¿hasta cuándo? Desde la instalación inconstitucional de la
“Asamblea Nacional Constituyente”, los escenarios se han acelerado
exponencialmente. A medida que transcurren las horas el posible desenlace sobre
un hecho relevante, 60 minutos después, queda solapado por otra noticia que
cambian de inmediato toda perspectiva -social, política, económica y hasta tántrica-
de un país que parece no encontrar la más pequeña oquedad, que permita salir
del laberinto despiadado al que estamos confinado gracias al
chavismo-madurismo.
Probablemente, ante semejante incertidumbre, lo
único sensato sería agarrar sus cuatro macundales e irse al mismo “quinto punto
cardinal”; por lo menos allí habría lógica y normalidad. Pero las salidas
fáciles no son duraderas más aún, cuando se pretende rescatar a la otrora
Venezuela que nos vio nacer a muchos y que, ominosamente, nos ha sido arrebata
sin darnos cuenta. En medio de este panorama nebuloso, la clave está en no
sucumbir bajo la feroz garra del desespero. Flaquear a tal punto, cerraría
cualquier posibilidad real de lograr expulsar a la dictadura para siempre.
Pensar de manera laxa y proclamar a los cuatros vientos que se dejan las
protestas de calle porque la MUD-AN engañó a los venezolanos, es querer tapar
debilidades propias y la cómoda posición de salir de Maduro a control remoto.
Si el liderazgo político cometió un error es problema de ellos, la decisión de
dejar la calle fue exclusivamente de los ciudadanos.
Los puntos que sustentaron las protestas desde
abril están vigentes. Canal humanitario, liberación de presos políticos,
elecciones generales y respeto a la AN, son líneas de acción que no deben
dejarse de lado; menos en momentos tan preponderantes como los que vivimos.
Ciertamente, en el camino tropezamos con la “ANC” y el plebiscito, factores que
le dieron más dinamismo a la angustiante y esperanzadora lucha libertaria que
se libraba en las calles. En cuanto al fraude constituyente, más allá del show
mediático del régimen, ha servido a la causa democrática venezolana. Sí, leyó
bien, a nuestra causa. El proceso fraudulento y dictatorial con el que Maduro y
sus acólitos han puesto en marcha su asamblea psuvista, han provocado el gran
rechazo Internacional de Maduro; Nicolás ya es tachado formalmente dictador.
El plebiscito, antagónicamente, causo un efecto
contrario al que se esperaba. No viene al caso seguir espolvoreando sal en esa
herida, pero resulta importante exponer, brevemente, una reflexión sobre ello.
La gente esperanzada pretendía un gobierno de transición después del avasallante
resultado del 16A. La poca pericia y tacto político de la AN, los hizo cometer
algunos desaciertos -no graves- pero enormemente lesivos, para la frágil
credibilidad y unidad democrática. Días atrás, sostuve que Henry Ramos nos
había causado un gran daño, y eso es cierto. Sin embargo, el perjuicio no
radica en declarar que AD participaría en las elecciones regionales, sino la
falta de unidad mostrada cuando en un programa de tv, comunicó esa decisión tan
peligrosamente delicada, sobre todo, después del mega fraude hecho por el
“cne”.
Entender que los dirigentes políticos deberán
madurar es necesario, pero también, se impone que los ciudadanos aprendamos a
soportar algunos reveses en las estrategias planteadas. No se justifica haber
dejado la calle por las "fallas" de la dirigencia opositora. Las
redes sociales saturadas de señalamientos e insultos (mentirosos y vendidos) a
los líderes, eran casi un tribunal de inquisición. Lo que no dice la “jauría”
en sus mensajes, es que los ciudadanos también hemos mentido. Siempre gritamos
a los cuatro vientos que “la lucha y la agenda la imponía la gente”. Consigna
demolida en las primeras de cambio, cuando los políticos asomaron la primera
sílaba de la palabra elecciones; amanecerá y veremos.
Conformado por tres ejes, lo medular del
presente y futuro venezolano es que el gobierno de transición se ha puesto en
marcha; sin decretos pomposos o sesiones parlamentarias. En primera instancia,
la Asamblea Nacional que, a pesar de las críticas opositoras y los embates de la
dictadura, sigue en funciones legislativas y documentando de manera oficial las
investigaciones pertinentes de los desaguisados rojos. Asimismo, ha logrado que
la comunidad internacional esté al tanto de las dimensiones de la crisis
venezolana. En el otro eje se encuentra, Luisa Ortega Díaz, Fiscal General de
la República. La Fiscal ha decidido escapar con un inmenso arsenal de pruebas
certificadas, que destapa los numerosos desmanes financieros cometidos por el
régimen de Maduro en detrimento del erario de la nación. Sobornos, Odebrecht,
narcotráfico, negocios con la importación de comida, entre otros, forman parte
de un entramado delictual que no tiene paragón en el mundo.
Cierra ese trípode institucional, los
magistrados designados por la AN. Los jueces que están en el exilio han
procurado hacer un frente judicial en contra del régimen madurista. Han
sostenido reuniones con el Departamento de Estado, la OEA y próximamente
visitarán la ONU y junto a la Fiscal, viajarán al Tribunal de la Haya. El
reconocimiento internacional de Luisa Ortega como FGR, de los Magistrados
designados y de la AN, sin dudas, es el primer paso para el cambio en
Venezuela. Las sanciones financieras y el no reconocimiento como gobierno, definitivamente
deslegitima cada día más al régimen madurista. A pesar de la ausencia que presenta esta ecuación institucional y el
formalismo de la renuncia del Dictador, el gobierno de transición está en marcha.

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