País contra natura





Miguel Peña G,
@miguepeg

Luego de cuatro meses de intensas protestas, asesinatos, apresamientos y vejaciones cometidas por el régimen de Maduro, ha surgido en los venezolanos una especie de dicotomía existencial y emocional que parece hundir sin contemplación, el convencimiento esperanzador de vivir en un mejor país. Nuestra cruda realidad transgrede toda lógica social. En Venezuela todo se mueve a contra pelo: salud, economía, política, educación, seguridad, etc.; entramos en fase agónica. Aunque suene como fatalismo exagerado, se hace imperioso hablar con la verdad. Resulta misión imposible soslayar con frases bonitas y escenarios astrales, todos los indicadores negativos que bombardean cada rincón de nuestra geografía y, que aceleradamente, nos destruye.

Bajo la sombra de ese enjambre asesino, hambreador, amoral y corrupto que representa el vil “legado” de Chávez, y el burdo accionar de sus herederos, se ha instaurado dentro del Estado de Derecho, un submundo paralelo que poco a poco ha edificado cierta estructura ficticia que procura imponer a la fuerza, esa sociedad distópica que solo es posible en los depravados y enfermos cerebros rojos. En más de tres lustros, el régimen chavo-madurista quiere controlarlo todo y a todos. Nadie podrá salirse del redil, so pena de ser encarcelado, vilipendiado, asesinado o quizás desaparecido. No estamos exentos de convertirnos en objetivo de la dictadura.

Desde su infausto juramento ante el otrora Congreso Nacional, Hugo Chávez, dio inicio al proceso de sustitución de la institucionalidad republicana. Siempre se ha dicho que la frase: “por ahora”, ha sido la sepulturera -por decir lo menos- de nuestra civilidad. Sin embargo, después de todos estos años, la auténtica expresión “asesina” de los principios democráticos venezolanos fue: “Juro ante esta moribunda constitución”. Haber proferido tamaña insensatez populista, ha sido el "embrión" de la clonación chimba que el chavismo ha querido hacer de nuestra nación. Chávez -no me cansaré de repetirlo- el peor venezolano de la historia, se propuso desmantelar sin remordimientos todo aquello que zarandeaba su resentimiento anormal. El escudo, la bandera y el nombre de Venezuela, se convirtieron en las primeras “víctimas fatales” de la megalomanía sádica de un tipo que perseguía un sueño, vengarse de la tierra que lo vio nacer.

Contra cualquier pronóstico nomotético, la onda destructiva roja se enfiló hacia la primera industria nacional, PDVSA. Chávez como no tenía capacidad de construir otra empresa paralela, se propuso reemplazar a miles de trabajadores petroleros con más de 20 años de experiencia en cargos estratégicos, por una caterva de disfuncionales corruptos y guiseros que se han encargado de posicionar a Petróleos de Venezuela, en los primeros lugares del ranking de empresas fallidas, corrompidas y poco confiables del mundo. Montado en Othar, el golpista confeso, decidió que debía configurar un entramado social que le permitiría controlar y chantajear a los venezolanos, sobre todo, a los más necesitados; nacen las misiones. Educación, salud, alimentos, entre otros sectores, quedaron remplazados por una improvisada red estatal que, nada más buscaba, desmontar lo que hasta el 2004 era el sistema formal de atención del Estado a las necesidades básicas de la ciudadanía.

La misión del chavismo siempre ha sido la creación de un Estado paralelo. Ocurrió en el 2007, cuando se realizó el referéndum de la enmienda constitucional. Después de calificar el triunfo democrático como “una derrota de mierda”, Chávez, a punta de decretos ilegales, metió de contrabando las modificaciones a la CRBV; crea la “constitución decretada”. Asimismo, instauró los “protectores” regionales con la tarea expresa de arrebatarles competencia a los gobernadores demócratas y legalmente electos, tal es el caso de Miranda, la Alcaldía Mayor, Carabobo, etc.; Estados que no pudo controlar por el voto popular.

El “virus clonador” rojo inoculó la Asamblea Nacional. Con la incapacidad de gobernar en minoría, el madurísimo en su desafuero autocrático se inventa una “Asamblea Nacional Constituyente Presidencial” (como la llama Luisa Ortega Díaz), que desde su convocatoria es totalmente ilegal; continuación del golpe de Estado propinado por el “tsj” (en minúsculas) con las sentencias 155 y 156. A través de unos resultados fraudulentos, el régimen prende la aplanadora dictatorial y se lleva todo a su paso. Ministerio público, alcaldes, candidatos, en fin. En su éxtasis represivo se inventa un “tsj” paralelo, la “Comisión de la Verdad”, órgano paralegal que busca fungir como tribunal inquisitorio para barrer a la disidencia.  El constitucionalista José Ignacio Hernández, describe muy bien las intenciones de esa comisión. “Es el caso, por ejemplo, del Tribunal del Pueblo, creado en la Alemania nazi para juzgar delitos políticos. Otro ejemplo son los tribunales populares creados en Cuba, en 1959. Mucho antes, en el terror de la revolución francesa, se creó al Comité de Salvación, como instancia de facto que promovió juicios políticos”.


Venezuela está convertida en un Estado contra natura. Malandros integran los cuerpos de seguridad del Estado, mientras policías honestos son encarcelados. Los Buhoneros ahora ofrecen productos de la cesta básica a precios inalcanzables y los automercados, como jarrones chinos, solo presenta estanterías vacías y precios regulados. El “Defensor de Pueblo” actualmente es acusador, en fin, el mundo al revés. Emocionalmente también estamos patas arriba. Una influencers venezolana comentó: “Quiero llorar y no puedo, quiero reír y tampoco puedo. Que locura lo que vivimos”; así está nuestra psiquis. Hace días le comentaba a la periodista Mibelis Acevedo, que los venezolanos viajamos desde 1998 en el DeLorean de Back To The Future, y llegamos al país donde gobierna Biff. Esa, querido lector, es la viva imagen que representará a Chávez en la historia, una mala copia de Biff Tannen. Un clon mal engendrado.

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