La Traición de Votar
“No tienes por qué protestar, muchacho.
Elegiste, y esto es el resultado de tu elección.
Lo que venga ahora es lo que elegiste tú mismo”.
Anthony Burgess. La Naranja Mecánica
Miguel Peña G.
@miguepeg
La auténtica cara
de los demócratas se refleja en el deseo irrestricto de ejercer sus derechos
constitucionales y, ciertamente, elegir de manera universal, libre y secreta a
gobernantes, forma parte de ello. El voto siempre debe verse como una medida de
protesta. Claro, aunque no exhibe el carisma, la osadía y la adrenalina de las
grandes manifestaciones de calle, el hecho de resolver los destinos de una
nación a través del simple acto de elegir endosa de un poder inconmensurable a
la gente. El voto personifica la expresión ciudadana más importante de la
democracia. Es el instrumento que, literalmente, le da vida. Si bien no es el
único camino, el sufragio, aún en las condiciones más adversas, es el punto de
partida para lograr soluciones a conflictos políticos-sociales como el que
padecemos en Venezuela.
Pese a esta máxima
democrática, en este momento la opinión generalizada de algunos opositores
señala lo incomprensible de asistir a elecciones regionales, más aún, cuando la
máscara institucional del “CNE”, luego del proceso comicial de la fraudulenta
“Asamblea Nacional Constituyente", ha caído estrepitosamente. El ente comicial
de una sola punzada ha inoculado, sin anestesia, dentro del imaginario popular,
el virus de la desconfianza electoral con el sórdido propósito de lograr dos
objetivos: dividir a la oposición y asegurar sin obstáculos, el triunfo de la
dictadura en toda elección popular. Además, en un giro inesperado del drama ya
insostenible, el CEO de Smarmatic, Antonio Mugica, declara y pone en evidencia
la magnitud del fraude electoral cometido el 30J, transformando la inagotable
suspicacia de los ciudadanos en una certeza frenética, sobre la desvergonzada
actuación de los rectores del “cne”; en especial de las cuatro chavistas que lo
rigen.
Bajo esta luz
opaca la decisión “lógica” sería abstenerse. Sin embargo, al desglosar
descarnadamente esa frase usada por el periodista y dramaturgo Anthony Burgess,
es posible dimensionar el impacto que tiene, no solo en lo personal, sino en lo
ciudadano, saber elegir adecuadamente. Sin apologías a ultranza sobre las
elecciones de gobernadores, concienzuda y fuera de todo prejuicio político, los
venezolanos debemos entender que, más allá de cualquier retórica estruendosa
abstencionista, las elecciones son otro escenario de lucha que se nos
atraviesa, implacablemente, en este arduo camino hacia la reconquista de la
democracia. Cita a la que no podemos dejar de presentarnos; nos guste o no.
Tenemos en frente a la dictadura más inescrupulosa, corrupta y criminal de
nuestro registro histórico, por ello, todo lo que sea necesario hacer para
sacarlos hay que accionarlo.
En esta encrucijada mortal donde todos tienen
la razón y al mismo tiempo se equivocan, nadie encuentra la forma correcta de presentar
a los venezolanos -convincentemente- que camino debemos transitar. Dicha
situación hace brotar la interrogante: ¿qué hacemos? Si observamos con lupa el
turbulento panorama nacional, podemos visualizar al menos tres salidas. La
primera; que resulta la más fácil y peligrosa, sería quedarse en casa frente al
teclado del computador, escupiendo insultos y señalando de traidores a los que
hablan de elecciones, y auto flagelándose cada vez que reza la letanía “la
MUD-AN nos vendió”. La segunda; mantener la convicción de seguir en pie de
lucha en las calles del país y en cualquier escenario que se presente (llamase
elecciones, juego de metras, póngale la cola al burro, etc.) sin importar que o
cuales políticos, vivan literalmente poniendo la torta.
La tercera; la más
indigna, dejarnos asfixiar definitivamente por el abrazo fétido de la dictadura
roja, para así convertirnos en nuevos peones que visten de rojo y, cual zombis,
esperar nos escupan las migajas de comida cada mes y nos veamos obligados a
compartir nuestras viviendas bajo el sangriento Estado Comunal. Así se exhibe
la realidad. Es una decisión que los ciudadanos debemos tomar. Cada uno tiene
el derecho de hacer lo crea conveniente. Nadie dijo que sería una decisión
fácil. Los ciudadanos eternamente pregonamos: los políticos deben dejar de lado
sus intereses particulares; bla, bla, bla. Entonces, llegó la hora de apartar
numerosos miedos, resentimientos y las comodidades individuales para ponernos a
la orden del país.
Casi en realidad
virtual, podemos observar en las actuaciones de la dictadura madurista, la
descarada mezcla de violencia que Kubrick mostró en la trama de la Naranja
Mecánica. La perversa y casi sádica manera de tratar a los venezolanos sorprende de tal manera a la comunidad internacional, que distintos gobiernos
del mundo plantean, sin tapujos, la necesidad impostergable de salir de
inmediato de Maduro. No hay mañana, Venezuela se diluye entre el absolutismo y
la ausencia de credibilidad. Protestar después de mirar pasivamente los acontecimientos
sin mover un ápice del cuerpo, no muestra ningún sentido. Usted decidirá qué
hacer y lo que resulte, exclusivamente, será su responsabilidad. La traición no
es votar, la traición sería resignarse.
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