Negociación: sin nombre y apellido
Miguel
Peña G.
@miguepeg
Ensamblar este
país de retazos al que nos ha expuesto el madurismo, es espinoso y complejo. Encontrar
dentro de la inmediatez visceral venezolana, soluciones creíbles a la crisis
generalizada, sencillamente, es pastoreo de nubes. La tarea se presenta más
escabrosa a medida que pasan las horas y los días, no solo por la amoralidad
innata del régimen y su tinglado, sino porque la unidad democrática ha caído de
manera estrepitosa, en un letargo político que la ha colocado en una posición desfavorable
frente a la opinión pública, cuando debería ser todo lo contrario. Ante este panorama
nada halagador donde el muro comunista criollo parece ser infranqueable, se
abre, gracias a la presión internacional y la necesidad urgente de
refinanciamiento de la deuda, un boquete descomunal que le da cabida a la más
elemental estrategia política; negociación.
Ciertamente, los
meses por transcurrir se presentan inciertos y expectantes de cara a una
posible elección presidencial en el mes de febrero. En ese trayecto, sin dudas,
se atraviesan una serie de acontecimientos que parecen tener vida propia. Default;
sanciones (UE, Cánada y EEUU); reunión del consejo de seguridad de la ONU;
Luisa Ortega reconocida como Fiscal general en el mundo; TSJ constitucional
sesionando en el exilio y avalado por la comunidad internacional; denuncias
en la Haya; hiperinflación; crisis humanitaria; Informe del FMI y militares sin
negocios de armas; son hechos que generan realidades y escenarios distintos
-uno de los otros- pero que, irremediablemente, se unirán bajo el mismo fin
común; establecer una negociación como antesala a la salida definitiva del
régimen dictatorial de Nicolás Maduro.
Maduro, a
sabiendas de que iniciar un proceso de negociación supervisado y creíble con la
oposición le otorga un boarding pass de salida del poder, ha construido una
estrategia falaz que busca no solo desprestigiar a los líderes democráticos,
también, desvirtuar cualquier significado de negociación. En
este punto ¿Cómo negociar?, ¿Por qué negociar?, y ¿Cuándo negociar? Este último
asunto es muy importante, porque el fin último de la negociación son los
intereses, eso queda claro. Siempre hay un interés detrás de toda
negociación ya sea material, de confianza, etc. Detrás de una postura existe un
interés o varios intereses, el por qué o para qué de la postura, típicamente
nos lleva a entender el interés. Desde este punto de vista, el interés del
régimen es: no rendir cuentas ante la justicia y seguir con sus prebendas. En
cuanto a la oposición, su interés de debe ser: priorizar la salvación del país
de la destrucción final.
Los nuevos
intentos de negociación entre la dictadura y la unidad democrática son,
diametralmente, distintos a las reuniones realizadas en República
Dominicana y Caracas en el 2016. Para empezar, la mediación internacional
ya no es exclusiva del sinvergüenza de Zapatero, Leonel Fernández, Torrijos y,
mucho menos, del Vaticano. Por el contrario, la buena labor de la directiva de
la AN ha logrado que la comunidad internacional gire su mirada hacia Venezuela.
En este sentido, los cancilleres de Paraguay, México, Bolivia y Nicaragua serán
los garantes del cumplimiento de una agenda de negociación creíble y
supervisada en cada acuerdo al que se comprometan las partes; claro, la lupa estará especialmente encima del régimen. Es decir, Maduro podrá gritar, patalear, mentir,
llorar, desnudarse en Plaza Venezuela, pero lo cierto es que deberá negociar.
Estamos frente a
un país en ruinas. Por un lado, se presenta la inflación que, según los
economistas, terminara este año en 1300%, lo que implica una destrucción del
salario real del venezolano; los estudios revelan que el 94% del sueldo es
destinado para la compra de alimentos. En paralelo, existe una crisis política
e institucional muy profunda, la institucionalidad en el país no es para nada normal.
Una “constituyente” desconocida por el mundo entero, la AN sin prerrogativas de
reconocimiento por los demás poderes del Estado. Si a esto le sumamos la quiebra de PDVSA y la presión internacional -que se intensifica diariamente para
conseguir una solución pacífica a la situación venezolana- entendemos que, la
única forma de salir de este atolladero, casi irresoluble, es a través de una
negociación.
Venezuela llegó a
la encrucijada final, esa a la que muchos temían. Los sectores democráticos
deben asumir que salidas cortas, fantasiosas y viscerales son un espejismo. La
negociación es inminente, porque es hacia ese escenario donde apuntan las gestiones
de los países del hemisferio y el mundo. No podemos seguir pensando que el
régimen está en buena posición; eso es falso. Si la MUD entiende eso con prontitud,
debe armar una estrategia de negociación de primer nivel. No solo basar el plan
en constituir una lista de exigencias, también, tendrá que armar un equipo de
trabajo que inspire confianza en los venezolanos y en los sectores radicales de
la oposición, que existen y como echan varilla. A la oposición le urge
dar un golpe de timón brusco; certero. Por ejemplo, porque no pensar incluir en
las reuniones a Diego Arria. La política es la ciencia de lo impensable. La política
es el arte de la negociación, eso sí, sin nombre y apellido.

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