Poder Ciudadano
Miguel
Peña G.
@miguepeg
Ciudadano, tiene su origen en el concepto
de ciudad o "polis" griega y, en principio, ésta era la unidad
política más importante. Esa unidad política pasó a ser el Estado y, hoy en
día, nos referimos a ciudadanos respecto a un Estado; por ejemplo, ciudadanos
venezolanos. Los valores intrínsecos que encierra la palabra ciudadano
describen de manera clara y contundente nuestra idiosincrasia. En Venezuela ocurrieron momentos históricos, donde la acción ciudadana ha sido preponderante
para trazar el rumbo del país. Sin embargo, es desde el año 2000 -a raíz de la
intención de aplicar el Decreto 1011- cuando ejercer ciudadanía de manera
activa, se convirtió casi en un axioma criollo.
Si de algo debemos estar orgullosos los
venezolanos, de cualquier condición social, es del proceso de descentralización
que, si bien es cierto, fue un fenómeno político emprendido con muchos
altibajos en Latinoamérica, en Venezuela, cristalizó sin cortapisas el poder
ciudadano; nos definió políticamente como sociedad. En términos prácticos, la
descentralización es el mecanismo que permite desconcentrar el poder estatal y
municipal que hasta el año ’89, había estado concentrado y manejado desde
Miraflores. La promulgación de una legislación vanguardista y de primer mundo
como la Ley Orgánica de Descentralización, Delimitación y Transferencias de
Competencias del Poder Público, nos brindó la posibilidad de elegir a distintas
autoridades y gobernantes -alcaldes y gobernadores-, a fin de que la gente
pudiera obtener respuestas inmediatas a sus necesidades locales y regionales.
A pesar de que algunos políticos de esta
mal llamada revolución se han dado a la tarea de menospreciar la importancia
que tiene ejercer ciudadanía, los venezolanos han preservado incólume la
convicción de hacerse escuchar a través del sufragio y, de manera más
tradicional, con protestas de calle, con el único objetivo de exigir como
sociedad mejores servicios públicos, ciudades limpias, gobernantes honestos,
etc. En resumidas cuentas, luchar por una mejor calidad de vida. No importó
nunca, aquella infeliz conjura de Miquelena: “¿sociedad civil, con que se come
eso?” En el purgatorio le dijeron con que se come. Quizás es fue nuestro error
desde el principio. Es decir, no supimos hacer valer nuestras exigencias y
derechos. En pocas palabras, no fuimos lo suficientemente valientes para darnos
a respetar como ciudadanos en su debido momento. Muchos fueron borregos del
odio, la mentira y el resentimiento.
Ante una Venezuela que se derrumba
sistemáticamente y, después de esta semana, en 100 millones de pedazos ¿qué le
queda al venezolano de a pie? La disyuntiva presenta tres caminos. El primero;
emigrar y abandonar todo por lo que ha luchado y trabajado, transformándose
-como es la moda desde Einstein- en ciudadano del mundo. Claro, esto no es una
opción para cualquiera, no todos están en la disponibilidad de irse; así sea en
burro. El segundo sendero, nos lleva a bajar la cabeza y arrodillarnos ante la
mafia roja. Volvernos esclavos de 200 personas. El tercer camino,
sencillamente, nos obliga a despertar -sin miedo alguno- nuestro arraigo
democrático y activarnos como verdaderos ciudadanos que no se dejaran arrebatar
el país. Las luchas ciudadanas no pueden quedarse en maldecir a la unidad
democrática, despotricar de Maduro y piratear Netflix.
“El buen ciudadano es aquel que no puede
tolerar en su patria un poder que pretende hacerse superior a las leyes”, decía
Marco Antonio Cicerón; y es cierto. Ninguna tribu judicial o mafia verde oliva,
puede generar Leyes efectistas que pretenden coadyuvar a la disolución de la
patria y el sometimiento de la sociedad. El poder ciudadano debe ensordecer y
reconstruir los cimientos republicanos que, durante dieciocho años, han sido
corroídos por el más putrefacto y abyecto resentimiento hacia todo lo que
signifique progreso, democracia, responsabilidad, trabajo, producción,
estudios, ciencia, academia, docencia y sociedad. Sacar una empanada de una
gaveta y atragantarse sin piedad o respeto, es vivo reflejo del nivel de
degradación social que buscan establecer. El poder ciudadano es más que tres
cargos burocráticos, debe significar una ley de vida, de nuestras vidas.
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