19 años del “mesías” político
“Juro ante Dios,
ante la patria y ante mi pueblo, sobre esta moribunda Constitución, que haré
cumplir e impulsaré las transformaciones democráticas necesarias para que la
República nueva tenga una Carta Magna adecuada a los tiempos”. Con esa
declaratoria populista y antidemocrática, inicio el infame gobierno -en ese
momento constitucional- de Hugo Chávez. Desde ese preciso instante, “Loki”,
soltándose de las amarras liberó su furia incontrolable en contra de una
indefensa y enardecida sociedad. Las Eddas de la mitología nórdica señalan a
Loki, como el origen del fraude y el timo; algo que, precisamente, personificó
Chávez en nuestra historia. El origen del Fraude; de la destrucción.
¿Qué más se puede
analizar del infructuoso régimen militar-comunista de Chávez? Toneles de tinta
han sido derramados para tratar de colocar, en perspectiva, las motivaciones
conductuales de un venezolano oscuro, sin ninguna traza definida, que permitiera
-a ciencia cierta- construir su personalidad. A pesar de cualquier disertación
sobre la naturaleza del “galáctico”, las resultas finales siempre terminan en
señalar al golpista como un timador y maestro del engaño. Un Militar de maldad
exacerbada; una suerte de estafador muy inteligente. Indudablemente, es ese el
verdadero legado que nos dejó el peor presidente (nos “regaló” a Maduro) que
haya pasado por predios de Misia Jacinta: trampa, chanchullo, delincuencia,
muerte, corrupción, amoralidad etc.
Como gran
prestidigitador hizo creer a los venezolanos, que alcanzar la igualdad social y
económica sin ningún esfuerzo era posible. Se las ingenió para vender a las
masas, la idea de que cada problema del país, hasta el más insignificante,
derivaron de manera directa de tres actores sociales: políticos, partidos y
empresarios. Trilogía usada históricamente por los más infaustos dictadores y
megalómanos del mundo. Claro, dicha “trilogía destructiva” inventada, cambia de
acuerdo con la necesidad del dictador. “Ser rico es malo”, “Si yo fuera él y
viese a mi hija a punto de morir de hambre, yo creo, Dios mío, que saldría a la
medianoche a hacer algo para que mi hija no vaya a la tumba…” Así estableció su
forma de gobernar; anécdotas, refranes e insultos.
Chávez en su
periplo por nuestra república, inundó con una incansable perorata que servía
solo para aderezar su discurso revanchista y destructivo. Expresiones que,
inmediatamente, se transformaban en sentencias letales y viles hacia cualquier
institución, empresa o persona que tuvieran la desdicha de recibir su
resentimiento. “El Galáctico” era un anti-todo. Sus animosidades más
resaltantes fueron el trabajo, el conocimiento y la libertad de expresión.
Habría que preguntarse ¿Por qué denigro tanto del trabajo remunerado?
Sencillamente, porque uno de los mayores logros de la democracia fue
facilitarle a la población -sin distinciones de raza, credo o preferencia política- herramientas sociales (Becas, sistema educativo gratuito, industrialización, etc.) que le permitieran progresar económica y
socialmente. El trabajo simboliza libertad, autonomía y poder de decisión; algo
fuera de la caja dogmática del pensamiento militar-comunista.
El descalabro
institucional de la República de Venezuela no surgió de una Edda nórdica o
historia medieval. La realidad venezolana desde el año ‘98, no se debate al
estilo del famoso cuento de Julio Cortázar, La noche boca arriba, donde el
protagonista se encuentra inmerso entre dos pesadillas. La cruel verdad, es que
Chávez fue un “engendro mesiánico” creado en las propias entrañas del “averno
mediático” de la antipolítica; luego se salió de control. En las elecciones de
la nueva constitución en 1999, en pleno deslave de Vargas, Chávez invocó
aquella conjura patriótica de Bolívar con motivo del terremoto de 1812: “Si la
naturaleza se opone, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca”. Esa
Expresión espetada en cadena nacional no se refería al mundo natural, dicha
sentencia, fue en contra del statu quo de la república, que resistía los
embates del “Loki” criollo. 19 años de mesías son suficientes. No fabriquemos
como sociedad uno más; así vista de traje.
@miguepeg
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