De Golpes y otras adicciones
Miguel
Peña G.
@miguepeg
Reza el dicho
venezolano: “para atrás ni pa’ coger impulso”, proverbio que refleja en cada
letra, la capacidad de trabajo y emprendimiento adquirido por el venezolano del
siglo XX. Sin embargo, se hace obligatorio voltear la mirada y fijarse en el
punto exacto donde la línea de tiempo se interrumpe, creando una tangente o
realidad alterna que nos llevó -a empujones- por estos derroteros nauseabundos
actuales. Inevitablemente, el momento exacto del punto de quiebre de nuestra historia
civil contemporánea, inicia en el año ‘92, fecha fatídica donde la animosidad
política de algunos grupos de poder, medios de comunicación y otras especies,
se hizo estrategia con el único propósito de promover, a través de unos
malandros que se decían militares, dos intentonas golpistas que, no solo
buscaban dar cuenta de Carlos Andrés Pérez, sino soterrar impúdicamente el
Estado de derecho.
Difícilmente se
llegue a predecir el final de una acción tan temeraria como un golpe de Estado.
Igualmente, no es sencillo suponer, la resistencia política que pueda tener el
presidente de una nación que sortea par de “asonadas militares” en un mismo
año. Pero a pesar de la incertidumbre de estos escenarios, la verdad es que
dichas situaciones aún se encuentran campantes en nuestro presente tumultuoso.
Al desgranar cuidadosamente el 4F y el 27N del ‘92, podemos percibir dos
presentes simultáneos: el primero, que el golpe militar gestado por un simple
Teniente Coronel continúa indemne en el ambiente. Basta ver la destrucción del
aparato productivo, las expropiaciones, el control cambiario, sometimiento de
la institucionalidad, violación de la Constitución, el desmantelamiento de
PDVSA, etc., para intuir que esto personifica lo que llaman dentro del
neolenguaje chavista, golpe continuado.
El Segundo; es que
la convicción de país y los grandes valores democráticos mostrados por CAP -en
las horas más oscuras de la vida democrática venezolana durante S.XX-, se han
mantenido incólumes en cada uno de nosotros de manera decisiva, porque ha sido
la resistencia ciudadana con su lucha constante la que ha impedido que el
chavo-madurismo triunfe definitivamente en Venezuela. Nos guste o no, las
enseñanzas democráticas aprendidas desde 1958 se mantienen vivas en el
subconsciente del venezolano común. Los errores del puntofijismo han quedado
reivindicados, pues, hemos hecho gala de las enseñanzas de aquellos políticos de
otrora que moldearon nuestra “aura” republicana. Claro, la excepción eterna a
la regla han sido los promotores de la antipolítica, que se nutren del odio a
los partidos políticos y, desconocen, cualquier principio institucional y legal;
su motivación es exclusivamente el poder.
El 27N del 92 no
solo las calles se tiñeron de sangre, también, las instituciones del país se
empaparon de intenso rojo. Siempre se hace referencia de las cifras
oficiales de caídos en esa asonada: Aprox. 171 muertos (142 civiles y 29
militares) y 95 militares heridos. Sin embargo, en honor a la verdad, el daño
causado a nuestra sociedad fue y será más profundo que estas cifras. Las
víctimas fatales significaron para la mafia chavista y la antipolítica, una
simple estadística y, quien sabe, un pequeño daño colateral que les era
necesario cumplir para desarrollar el plan mayor; apoderarse constitucionalmente
de Venezuela.
El plan se puso en
marcha, estaba allí, y no lo advertimos en su momento. Al fallar los intentos
de tomar el poder a través de las armas, la estrategia tomo otro rumbo; el constitucional.
El primer movimiento se da, cuando solo llevaron a tribunales militares a 196
personas (militares y civiles) de los casi 1400 arrestados en la intentona del
27N. Solo 97 fueron condenados y el resto absueltos de cargos. Por si fuera
poco, la Corte Suprema de Justicia anuló los juicios abriendo las puertas al
hecho más aberrante de la historia judicial del país: Liberar a los implicados
del 4F y 27N. La responsabilidad de tamaña locura no solo recae en los
gobiernos de Ramón J. Velásquez y Rafael Caldera, el mismo grado de adeudo
social y político lo cargan a cuestas Cecilia Sosa, y el grupo de pseudo
magistrados que integraban el máximo tribunal de entonces. Jueces a los que sus
estudios de derecho en el extranjero -gracias a las becas Gran Mariscal de
Ayacucho- no les sirvió de absolutamente nada.
El intento de
golpe de la mafia -nunca será militar- del 27N del 92, es la continuidad del
plan orquestado e iniciado en febrero de ese año, con la finalidad de promover
el odio y le resentimiento de la sociedad en contra de la democracia; no
debemos tener recelo en decirlo. Claramente, esas siembras han llevado al país
a cosechar otras adicciones poco dignas de nuestra cultura. Proliferación de la
delincuencia organizada, crecimiento de religiones y creencias ajenas a nuestra
idiosincrasia, promoción de la prostitución, trata de blancas, éxodo masivo,
mercadeo del hambre, sicariatos, narcotráfico, genocidio ecológico,
discriminación social, terrorismo, inanición colectiva e individual, asesinatos
selectivos, legalización del crimen, dádivas, etc. La única manera de salir de
esta miseria es trabajar unidos y reconocer -cuál alcohólico- nuestras
adicciones y debilidades como sociedad, no hacerlo, significaría perder -a
rajatabla- nuestra lucha civilista.

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