2018: Sin carne, pero con carnicero


Apoyado en los fatalistas análisis de la crisis durante el 2017, aterriza -con mucha pena y poca gloria- el 2018, año que se presenta más conflictivo y cargado de zozobras para los venezolanos. Difícilmente, se puedan encontrar en las memorias históricas del país, datos o reseñas que nos permitan saber si hubo, en algún momento de nuestra vida republicana, el deseo y la necesidad de que no llegara el año nuevo. Así de aterradores eran los pronósticos. A mediados de diciembre pasado comenté, que enero ya estaba entre nosotros. La falta de gasolina y la voraz hiperinflación desatada no eran proyecciones a corto plazo; el 2018 había llegado de manera abrupta y anticipada.

Solamente han trascurrido diecinueve días del nuevo año y parece que estamos, otra vez, en presencia de aguinaldos y villancicos. La velocidad con la que pasan los hechos en Venezuela nos hace vaticinar que no será nada fácil el primer trimestre de 2018; ni hablemos de junio o julio. El régimen de Maduro acciona vorazmente contra la sociedad venezolana. Hiperinflación, corrupción, narcotráfico, miseria, control social (a través de comida y medicinas), violación de DDHH, destrucción del Estado de derecho, extracción ilegal de oro y la concreción informal del “decreto” de la pena de muerte al adversario, son gotas que colmaron el vaso del descontento ciudadano y de la comunidad internacional. Maduro, “se engalana con ropajes” al estilo Milosevic y Gadafi; con todo lo que ello implica.

Ciertamente, es peligroso entablar comparaciones, sobre todo, cuando se trata de gobernantes. Sin embargo, cada persona que emprende el camino de la política sabe que, en algún momento será contrastado, positiva o negativamente, con algunos predecesores. Quizás, sea una ligereza fijar parámetros similares de conducta, entre Maduro y los más sangrientos dictadores que han pasado por el mundo. Pero a la luz de su accionar desde el mismo instante que llega al poder, cualquier análisis que se haga del “gobierno” -si se puede llamar así- de Nicolás Maduro, tienden a demostrar que los horrores sociales y políticos de la historia se repiten en los lugares menos pensados.

A estas alturas del partido hay que reconocer, sin medias tintas, que el hijo putativo de Chávez ha logrado hacerse de un nombre en el concierto internacional, claro, no como estadista o demócrata, sino como el portador de un brutal apodo que resume lo que ha sido su “gestión” en estos tiempos; “El Carnicero”. Una de las más reconocidas publicaciones alemanas, el diario Spiegel Daily, bajo la pluma de Von Dominik Peters, sorprendió a la opinión pública nacional e internacional con un trabajo periodístico dedicado al inquilino de Miraflores, titulado: Der Schlächter (El Carnicero). Peters inicia su artículo directo al hueso: “En Venezuela, el nuevo año comienza, como el anterior se detuvo, por la fuerza. Los militares del presidente Nicolás Maduro atacan a los insurgentes en las montañas alrededor de la capital, Caracas. Los rebeldes fueron dirigidos por Óscar Pérez”.


No hay vuelta atrás. El apodo que alguna vez fue endilgado a uno de los más grandes asesinos de Europa, el General serbio Ratko Mladic, hoy en pleno S.XXI, sale de su escondite para cubrir a un nuevo perpetrador de crímenes de lesa humanidad que, para nuestra desgracia, es presidente de Venezuela. Lo ocurrido el pasado 15 de enero en el Junquito, presenta en el horizonte la finita carrera del régimen chavista. La ejecución en vivo y directo de Oscar Pérez, sus compañeros y algunos civiles, entre ellos una mujer embarazada y, la deshonrosa manipulación post mortem de los cuerpos, culminan el alegato final que necesitaba la Corte Penal Internacional, para tomar seriamente lo que ocurre en el país; Maduro lo sabe. Cuando se tacha a un dictador con semejante sobrenombre, es porque llegó al nivel de asesino mundial. Diecinueve días han pasado de manera desenfrenada; sin descanso. Diecinueve días llevamos sin carne, pero el “carnicero” afila y afila.

Miguel Peña
@miguepeg

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