Venganza
Desde su
llegada abrupta a la vida democrática venezolana, el chavismo ha mostrado una
marca en su accionar ideológico que es inconfundible; la venganza. Más allá de
cualquier análisis freudiano que se haga sobre Chávez, las dos fallidas intentonas
golpistas del '92, evidenciaron las motivaciones viscerales que sustentan la
nefasta política destructiva del “socialismo” del S.XXI. El revanchismo
desmedido fue enarbolado por un hombre que gobernó, a través del odio, el
resentimiento social y, claro, las frustraciones personales que ocultaba muy
bien, gracias a la enorme habilidad que tenía para memorizar cuanta frase,
palabra o párrafo leía. Hugo Chávez fue una mentira de proporciones bíblicas;
en su ADN solo existía el revanchismo.
Es innegable
la capacidad de odio del régimen. A semejanza de la hiperinflación que azota al
país, los “herederos” del evadido natural de Sabaneta superan cada día los
niveles de maldad y perversidad, que dictador alguno haya podido implementar en
nuestro país. A estas alturas Boves, los hermanos Monagas, Castro, Gómez y
Pérez Jiménez, quedan como niños de pecho frente a esta pandilla de criminales,
que solo piensa en mantener el poder y enriquecerse a costa de la miseria
venezolana. Bajo nuestra desgracia actual, no debe haber cabida a ciertas
conjeturas débiles y efectistas, para tratar de esconder el verdadero
calificativo que le calza a la maniobras violentas y cargadas de venganza del
régimen.
Cuando las
dictaduras no encuentran constitucional y legalmente un freno a cada desmán que
realizan, sus más conspicuos representantes desarrollan una coraza de impunidad
obscena que, de manera automática, les brinda un ambiente de seguridad en el
que son capaces de hacer públicos, sin empacho alguno, los más detestables planes,
pensamientos y violaciones del Estado de Derecho. La infausta declaración:
“Nuestra venganza está en la construcción del socialismo bolivariano”, no solo
deja entrever la descomposición política y humana de quien la expresó, sino que
dibuja, con lujos de detalles, la única base ideológica que soporta al
movimiento criminal que fue creado desde del mismo seno de la otrora Fuerza
Armada Nacional.
Delsy Rodríguez expresó lo que ella y todos
los secuaces de Maduro sienten. No ha de sorprendernos su declaratoria. Por
supuesto, los oscuros sentimientos de odio espetados en cada palabra dicha en
televisión nacional siempre habían quedado escondidos bajo una sombre de
rumores y pareceres dentro del imaginario popular; ya nada queda en secreto.
Con esa conjura la Sra. Rodríguez le hizo saber al país, tajantemente, dos
cosas: primero, Maduro nunca negociará su salida por las buenas; segundo;
prefieren incendiar a Venezuela antes de reconocer su fracaso. Los infames
prolegómenos del final de la pesadilla roja son aderezados con descaro y
cinismos en cantidades industriales.
Blandir,
incesantemente, la espada vengativa de Némesis se apoderó –sin darnos cuenta-
de nuestra sociedad. Muchos análisis sobre el proceso social que padecemos
desde el año ’89, se han centrado en demostrar que el fenómeno que trajo estas
tempestades que vivimos, se engendró por el descontento de las clases
trabajadoras y empobrecidas del país; en cierta forma es así. Sin embargo, si
hacemos una retrospectiva fuera de los pomposos valores académicos y las
estadísticas cambiantes, descubriremos que el verdadero motor del chavismo lo
encabezaron: malos estudiantes, reposeros laborales, comunistas,
exguerrilleros, militares frustrados, profesores y maestros incapaces, civiles
bohemios, empresarios oportunistas, gorditos de camisas rosadas, periodistas
disfrazados de luchadores sociales, en fin, una sarta de “olvidados” que vieron
su oportunidad de venganza.
Indudablemente,
lo económico es un tema prioritario para resolver cuando caiga la dictadura,
pero no debemos olvidar que al final, solo son números e indicadores que pueden
mejorarse con buenas políticas y gestiones de gobiernos. El problema más urgente para atender es la descomposición social en la que el chavismo nos hundió y que,
desgraciadamente, los venezolanos permitimos. “La venganza es un plato que come
frío”, reza el dicho popular. Dentro de su óptica básica y corriente, quizás la
Sra. Rodríguez y la caterva que representa no han entendido las dimensiones y
el trasfondo de ese refrán. En todo caso, se equivocan los maduristas cuando
creen que empuñar una venganza desmedida -para arrasar a 30 millones de personas
que no tienen culpa de nada- no les regresará como bumerán cargado de una implacable justicia. El que vive de venganzas, tarde o temprano será juzgado por ella.
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