¿Dimisión o Acción?



La vorágine política que acorrala al liderazgo opositor nos hace presumir que, la unidad democrática, no solo debe desarrollar estrategias que permitan enfrentar a la dictadura chavista, de igual forma, tendrá que realizar pericias que ayuden a sortear la nefasta perorata diaria de quienes promueven -dentro de sus filas- divisiones, fracciones o movimientos políticos que nada más agitan las graderías radicales, agoreras y de cómodos que ven desde el burladero, como le dan el puntillazo final a la MUD. Es una suerte de competencia contrarreloj para ver quién destruye, antes que Maduro, a la oposición. Cualquiera puede anotarse en esta carrera mortal.

La coyuntura a tres vías que sufre el país (social, política y económica), se ha convertido en terreno fértil para denostar de todo cuanto se emprenda en favor de la unidad nacional. Muchos quieren ser el jefe de la comarca, pero nadie atina a mostrarnos, realmente, cual es el camino que nos ayudará a salir avante de esta pesadilla angustiosa. Cada uno cree que, desde su parcela, con frases elaboradas y repetidas en diez idiomas, logrará la ansiada tierra prometida. La necesidad de protagonismo acapara la escena opositora. La ambición de poder ha llegado al punto donde resulta rentable desprestigiar y dividir; nadie construye ni promueve, la unificación de objetivos libertarios.

La imposición aturdidora de mentiras y medias verdades se abre camino entre crédulos, desentendidos y angustiados, que nada más se aferran al pobre anhelo de escuchar lo que sus oídos quieren. Pensar, que es un mero acto de simplicidad política ocultar la realidad completa, es desconocer la magnitud de los propósitos que persiguen ese grupo de personas a las que es muy difícil llamar dirigentes. De allí parte el fundamento estratégico de quienes, sin reparar en las consecuencias, llevan a cabo la irresponsable acción de fragmentar a la oposición, a fin de erigirse como salvadores inmaculados que orinan limonada y defecan flores. Falta verlos con boinas rojas y gritar el vil: “por ahora”, para concluir que vienen de la misma estirpe ideológica de Hugo Chávez.

Los “inmaculados” tienen razón en varias cosas que gritan diariamente, sobre el plebiscito del 16J: Primero; 7 millones 600 mil venezolanos dieron el mandato de salir del régimen, desconocer la tiranía y la fraudulenta constituyente, y rescatar la democracia. Segundo; venezolanos en 650 ciudades alrededor del mundo, votaron en el plebiscito. Tercero; que Maduro no puede seguir en el poder porque preside un régimen forajido. Sin embargo, en el afán de sumergirse en una realidad que solo y ellos ven, obvian gran parte de los verdaderos alcances de la consulta. Por ejemplo, que la AN no puede nombrar un presidente interino como si fuera designar una comisión de enlace.

Tampoco aclaran que, el “TJS” en el exilio, no existe como figura jurídica, pues lo que la AN desinó fue a 13 magistrados que componen varias salas y no la totalidad del TSJ. El “grandilocuente” discurso prurito se hace inocuo, cada vez que fija como eje central la dimisión inmediata de Maduro, pues obviamente, la persona que dimite a un cargo, lo hace por voluntad o presionado. Pensar que Maduro se va por deseo propio es inexperiencia o pendejada. Ahora bien, forzar la renuncia presidencial, va acompañada de preguntas como: ¿quién le pide la dimisión en Miraflores? ¿los militares? Sin dudas, interrogantes que dan al traste con la perspectiva peculiar de los “inmaculados” que lo saben todo; criollos y exiliados.

Tempestades sociales van y vienen sin pedir permiso. Las protestas proliferan en todos los rincones del país, dejando entrever que las voces dispersas que exigen y reclaman, en cualquier momento entonaran en una sola nota la expresión más fuerte: ¡fuera el opresor! Es cuestión de días. La inercia aplastante de la sociedad divorciada –por ahora- de la dirigencia opositora, marca el paso a seguir en la lucha contra el régimen. Si esto lo vemos concienzudamente, entenderemos que la táctica se adelantó a la estrategia. Es en este punto crítico, donde es necesaria la participación de los partidos y el liderazgo opositor que, desde hace varios días, consiguió en Henrique Capriles, una bisagra inesperada que articulará la difícil tarea de unificar a la variopinta dirigencia opositora. No habrá dimisión, si no se concreta la acción; en inglés y en español.

Miguel Peña G.
@miguepeg

Comentarios

Entradas populares de este blog

Gira en 360

No lo llame Diálogo, llámelo…

Enterrada la república, muerta la democracia