Culpable
El vaivén emocional que contagia de pesimismo el
raciocinio ciudadano convierte al venezolano, en una especie de autómata que
espera le alcancen un salvavidas para poder mantener a flote cualquier esperanza;
por muy mínima que sea. El desastre causado por Chávez y su camarilla deja una
nefasta huella política, social y económica, que será difícil dejarla atrás cuando
inicie la restauración democrática del país. Los distintos análisis de la peligrosa
crisis siempre concluyen, en pronóstico reservado. El acelerado comportamiento
criminal del régimen, no deja mucho margen de respuesta; por ahora.
Duele hasta el hueso reconocerlo, el régimen ha sido
eficaz en su perversa tarea destructiva. Desangre económico, degradación de
la dignidad venezolana, chantaje a los más vulnerables, dividir a la oposición,
entre otras argucias copiadas del libro verde de Gadafi y el libro rojo de
Lenin, forman parte de esa impronta letal que reviste al socialismo del S.XXI. Los
venezolanos y la comunidad internacional deben comprender, que el país está secuestrado bajo el más vil “ideario” criminal del que haya registro en el continente. Estas
marcas delincuenciales evidentes son motivos suficientes para que Maduro y el grupete
corrupto que le rodea, reciban el trato justo y proporcional a su talante.
La nación esta ahogada, no termina de tocar fondo. Cada
vez que llegamos a un nuevo nivel profundo y oscuro de desdicha social, cuando creemos
que más bajo no podíamos caer, viene Maduro y supera cualquier lógica, o
precepto democrático. Vamos en caída libre por un agujero de gusano, sin tener
rutas definidas y alternas. A la fecha, nos conviene estar conscientes de que no
existe organización política ni social. No solo el liderazgo que se encuentra
en el país sufre un descalabro operativo y estratégico, también, la oposición
exiliada deambula sumergida en un mar de maniobras dispersas, que no contribuyen
con la conformación del acuerdo nacional que nos urge impere, dentro y fuera de la frontera.
En este forcejeo inerme e inservible entre las dos oposiciones
-interna y exiliada-, se desperdicia tiempo valioso que puede ser empleado de
manera efectiva, en dibujar el mapa general de la situación que permita
construir, el plan definitivo que nos junte, a pesar de las marcadas diferencias, bajo el mismo objetivo común. El primer paso para alcanzar dicho
reencuentro político es el más difícil, sin embargo, alguien tiene que procurar
darlo, y quien mejor que la Iglesia para realizar semejante tarea. A la iglesia
venezolana le corresponde dejar de lado, las visiones -extrañas por demás- que
tiene el Papa sobre el país, y asumir de una vez el papel de bisagra sociopolítica.
Si la iglesia no puede, entonces, le toca a la Asamblea Nacional la misión. Ese
es el líder necesario, dos instituciones legítimas.
A veinte años de chavo-madurismo, nos convertimos en
una sociedad que vive adaptada, sin pestañear siquiera, a las coyunturas
provocadas por la dictadura. No es casual y mucho menos, locura política, las
maniobras perversas que emprende Maduro. Hambreados, torturados, perseguidos,
miedosos, dispersos, divididos, enfrentados, etc., forman parte de la táctica que,
desde Miraflores, se ejecuta para ganar permanencia en el tiempo; y la conciben
extremadamente bien. Los cantos de sirenas que vociferan soluciones decisivas a
la crisis, solo se convierten en fantasías reprimidas; la sociedad luce
cansada. La resistencia, los estudiantes y hasta los políticos opositores,
muestran alarmantes signos de agotamiento espiritual y físico, algo normal
dentro de la condición humana y social; nada es eterno.
Las líneas de acción de cualquier plan que se pretenda
establecer para sacar a Maduro y su pandilla, pasan por reconocer quien o
quiénes, son los culpables de la desdicha venezolana. Los responsables
de mantenernos apresados en esta cárcel en la que han convertido al país. Si no
asumimos la gravedad de la crisis y entendemos que, es ahora o nunca, todo
estará perdido; suena duro, pero hay que decirlo sin anestesia. Las micro divisiones
políticas resultan infructuosas. Algunos van y denuncian en la Haya, otros en la
OEA y un “grupito” a la ONU, así va el peregrinar político nacional. Aferrarse
a la mirada de la comunidad internacional no es malo, pero tampoco es la
solución final.
Los países se preocupan por el gran éxodo criollo,
porque ahora el que decide expatriarse es el venezolano sin estudio, el
necesitado, el hambriento, aquellos que buscan escapar del oprobio rojo. El
primer éxodo que se suscitó, fue con los 20 mil trabajadores de PDVSA despedidos y
execrados de la industria petrolera. Ningún país de la región dijo nada, claro, prefirieron el silencio
ocasional, porque fue mano de obra calificada la que cruzaba sus fronteras. Actualmente,
la cosa es distinta. En ocasiones la solución es tan evidente y clara, que no
podemos verla. Los egos y el “maniqueísmo político” es un cáncer que consume
lentamente. La situación es fácil, identifiquemos al verdadero culpable de los problemas
nacionales, a partir de allí, las estrategias surgirán como un inmenso
Brainstorming digital. No olviden jamás que el responsable de la desgracia nacional es: Maduro.
Miguel Peña G.
@miguepeg
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