El Cordero del Habano






El poder político sin ningún control provoca efectos narcotizantes en quienes, por circunstancias del destino, lo ostentan en determinado momento. Bajo la lupa de este precepto, podemos ubicar a la dictadura venezolana. No cabe duda, el régimen de Nicolás Maduro se encuentra en medio de un bacanal desenfrenado donde cada participante se entrega, sin remordimiento, a los designios de los pecados capitales. Lujuria, ira, gula, pereza, envidia, avaricia y soberbia, son eslabones perfectos que ensamblan bien en el ADN político del chavo-madurismo. La orgía saturnal a la que entregan sus instintos políticos los deja desprovistos de vergüenza alguna.

Carlos M. Montenegro, define con el nombre: “El Síndrome de María Antonieta”, ese incompresible divorcio y desdén de la realidad que posee Maduro, muy parecido al exhibido por dictadores y megalómanos de otros tiempos. “El panorama venezolano es muy parecido al que enfrentó el Borbón Luis XVI y su corte de privilegiados, que no vio o no quiso ver el sufrimiento de su pueblo, y dejó ir la situación demasiado lejos, a pesar de que se cansaron de pedirle que mejorara sus horribles condiciones de vida. Una vez más la realidad impuso su regla: en enero de 1793 Luis XVI fue decapitado en la plaza de la Revolución. En octubre de ese mismo año lo sería María Antonieta de Austria, en ambos casos los verdugos alzaron sus cabezas agarradas por los cabellos mostrándolas a la multitud parisién que gritaba ¡Viva la Revolución!”

Irremediablemente, la historia es cíclica, sobre todo, en el terreno político.  Así como ocurrió con Luis XVI y María Antonieta en la Francia de 1793, será la misma gente que demanda pan, carne y leche -en este caso- en las verjas de Miraflores, los encargados de arrancar de nuestras vidas al socialismo del S.XXI; desde su raíz. La realidad resultará aplastante y no tendrá piedad con el opresor. Claro, el pase de factura social a Maduro y su comparsa, no llegará a los extremos de mutilación que tuvo la Revolución Francesa. Sin embargo, los desprecios, escupitajos y empujones adornarán la salida del “rey” -en minúsculas- del Palacio de la esquina de Bolero.

Sin entrar en el simplista y superficial análisis de la ingesta de carne de Maduro, los videos muestran lo que la sociedad venezolana -incluida la chavista- debe saber, cada vez que se disponga a comprar comida y medicinas, o se dirija a un banco a retirar su pensión y solo consiga llevarse de su cuenta 2 millones de bolívares del “viejo cono”. La insensatez y la maldad manifiesta por la “pareja presidencial”, busca consolidar su estrategia de socavar la lucha ciudadana y la creciente ola de protestas. El politólogo John Magdaleno acertó en decir, que la visita documentada de Maduro al restaurant de alta gama Salt Bae, es casi un “pre-vladivideo”. Es decir, que el impacto negativo de esta última gracia roja, podría ser el preámbulo del retiro de apoyos externos e internos; ergo, su caída definitiva.

La orgía cárnica en Turquía desmenuza la verdadera trama interna que se vive dentro del PSUV. No es de extrañar que, en los próximos días, la lluvia de críticas rojas rojitas sobre, no solo la visita a Salt Bae, sino el ensañamiento contra dos bomberos, ocupen los títulos de los diarios digitales. El discurso madurista se intensifica y se contradice cada día que pasa; basta con ver que, hasta hace días, negaban la existencia del éxodo masivo y ahora celebran a todo pulmón, el “regreso espontáneo” de venezolanos que se han ido; fiel reflejo de la mentira en la que viven. Queda claro, el contra relato de la verdad que vociferan desde Miraflores, persigue un fin ulterior: impedir cualquier intervención internacional; cualquiera.

Si bien, parece que la crisis generalizada se trivializa con el retrato chocante del “cordero del habano” que, ciertamente, se conoció porque el chef del restaurante lo documentó, la verdad es que el impacto de esa orgía cárnica hará más vulnerable, en términos de imagen y de respaldos a Maduro. Lo interesante del episodio carnívoro, es saber si el régimen permite que el video se publique, o solo es la muestra inequívoca de que no es infalible. Esa pornografía del poder retrata una pérdida inmensa de conciencia de la tragedia oprobiosa que padece Venezuela, no les importa el sufrimiento de la gente.

El video desnuda muchas cosas: una mano con un reloj de oro que toma un puñado de puros, a Cilia Flores explayada con la frase: “esto se da una sola vez en la vida”; a Maduro complacido y ahogado con el humo del habano; en fin, detalles varios que inevitablemente, dibujan un panorama distinto al que la opulencia descarada del régimen pintó en su fin de semana desenfrenado. En medio de este cuadro, la realidad aplasta el efecto del discurso goebbeliano que busca afianzar la imagen del todo poderoso que nadie lo sacará del poder. Ese control total que intenta aparentar se diluye paso a paso y, resquebraja, los “infranqueables” muros socialistas del régimen, a pesar de que no les importa el apoyo popular, sino el de las bayonetas. En todo caso, la historia futura de Maduro estará signada al vulgar cuadro: “El cordero del habano”.

Miguel Peña G.
@miguepeg

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