El Décimo Piso
Secuestro, tortura y asesinato, se han convertido en sinónimos
dentro del “dialecto criminal del régimen. Maduro sobrepasa una y otra vez, la
capacidad de asombro de propios y extraños. No sacia el inmenso desprecio que
tiene por la legalidad, la Constitución y los derechos humanos de los
venezolanos. Irremediablemente, cruzó un “Bordeline” que lo hace entrar -de
lleno- en un estado de “psicosis política”, por así decirlo, donde la saña
cruel y desmedida con la que pretenden mantenerse en el poder, lo empuja al más
oscuro de los rincones de la historia; trayecto en el que, para desgracia
nuestra, va dejando duras cicatrices que serán difíciles de sanar.
La dictadura no tiene retorno del viaje impúdico y
sangriento que, desde hace años, ha tomado. Numerosos muertos que explicar, demasiados
apresados que resarcir. En definitiva, enormes facturas y cuentas que saldar
con la justicia mundial y criolla. No podrá quedar exento de nada, ni de los
desmanes ejecutados por su padre político. Lo único cierto que deben tener en
cuenta los altos jerarcas rojos, es que no hay escape, así se logre una
transición negociada y consensuada. El destello inconfundible de la justicia
social -que es la menos benevolente- se distingue en el horizonte; se acerca
lenta y retrasada, pero llegará a su destino y sin misericordia a los
culpables. A pesar de que en cada frase y grito vacío destilan su resentimiento
y odio, lo que en verdad dejan ver es el profundo miedo de su futuro.
Bajo el amparo de una política siniestra, el régimen utiliza
al SEBIN como órgano represor y de amedrentamiento, para silenciar cualquier
voz disidente. No importa el método implementado, el SEBIN tiene una sola
instrucción: Desaparecer a todo venezolano que critique a Maduro. La periodista
Sebastiana Barráez da justo en el blanco, cuando cataloga el modus operandi del SEBIN como: “una praxis diabólica que sucede de manera reiterada, en este
centro de inteligencia militar”. Si la estrategia comunicacional del madurismo está
guiada por el manual goebbeliano, no puede sorprendernos que las líneas de
acción de la policía de inteligencia militar copien al carbón, los principios
represivos de las SS de la Alemania Nazi.
La desaparición forzosa y las extrañas circunstancias
que rodean la muerte del concejal Fernando Albán, destapan una inmensa caja de
pandora que deja ver -a todo color-, las prácticas horrorosas que la dictadura
es capaz de ejecutar. Siempre se ha mencionado que dos corrientes -chavismo y
madurismo-, son las que dirigen el poder rojo. Sin embargo, en materia de
inteligencia militar, espionaje, represión y persecución, es oportuno darle el
criminal crédito a otra corriente que siempre ha estado presente, pero que sus integrantes se
las ingenia para lavarse las manos de los desmanes que ocurren: “el
cabellismo”. Sin dudas, este grupo radical es una de las patas fundamentales de
este taburete sangriento enquistado en Miraflores.
La maldad ha tomado otro rostro, desde que el
socialismo del S.XXI llegó a nuestras vidas. Ciertamente, Venezuela ha sufrido grandes
heridas sociales de la mano despiadada de numerosos tiranos, pero nada es
comparable con el nivel criminal y maléfico del chavismo; en todas sus vertientes.
No solo el rencor está presente en su traza, existe algo más allá de la
compresión humana que hace difícil establecer la conducta roja. ¿Por qué es tan
inmenso el grado de perversidad? Quizás, somos una sociedad como la que vemos
actualmente y no lo sabíamos. Es difícil saberlo, pues día a día, el régimen se
esmera en mostrarnos su peor rostro.
Resulta imposible reconocer que la maldad impera en el
Estado. En todo caso, parece que el régimen se sustenta del “efecto Lucifer” (postulado
del psicólogo Philip Zimbardo), tratando de promover, cautivar e instruir a
buenas y correctas personas, para que terminen actuando con maldad. Zimbardo
asegura que, con la influencia apropiada, alguien puede abandonar su ética y contribuir
con la violencia y opresión, ya sea de manera directa o por inacción. Suena
lógico pensar que, esto nos ocurre como sociedad. Es decir, la
deshumanización, la crueldad sin motivo, la represión y el egoísmo de preferir
nuestra salvación individual por sobre la de otras personas, es la que nos hace
ser intrínsecamente malos.
El décimo piso ha tomado otra connotación. Más que una
frase para describir una nomenclatura de niveles, es la prueba fehaciente del talente
fratricida y cínico del régimen maduro-cabellismo. El vil asesinato del concejal
Albán, ha retumbado en dos sentidos: En lo internacional, porque Fernando Albán, estuvo en reuniones de alto nivel, donde se reconoció su talante democrático. En lo interno, la condena hacia el régimen ha sido total,
pues el concejal supo ganarse con su trabajo la estima de sus conciudadanos
y el respeto de sus pares. Este hecho marcará un antes y un después en la permanencia
del régimen. El décimo piso jamás se borrará de nuestra memoria.
Miguel Peña G.
@miguepeg
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