Punto fijo o movido
Las tendencias dentro
del mundo opositor tienen que ver con la unidad. A diario se observan
expresiones, reflexiones y conclusiones que empujan al liderazgo, a tratar de resolver
las grandes diferencias políticas vigentes y, al mismo tiempo, anteponer la
libertad del país por encima de intereses personales. Es importante saber, si todo aquel que pide a gritos unidad, está consciente del verdadero significado de esa acción y de los sacrificios que conlleva. En política, la unidad
de propósitos requiere un alto grado de entendimiento y sentido de otredad, ya
que no tiene ningún valor estratégico pregonar que es indispensable instituir acuerdos,
cuando no se está dispuesto ceder posiciones en pro de un objetivo común.
Irremediablemente, es menester concebir que la gran alianza nacional debe pasar primero, por un
pacto político con dos vías paralelas; es decir, unir criterios de lucha dentro de la dirigencia
opositora; y segundo, realizar acercamientos con la disidencia chavista separada
de la dictadura, claro, no para darles protagonismo, sino para sumar esfuerzos al
momento de emprender acciones que permitan, salir del oprobio rojo enquistado en el poder; nadie conoce mejor el monstruo que ellos. De allí parte cualquier
salida -gústele o no- al “paladar selectivo” del radicalismo "impoluto ", que se maneja a control remoto
desde Miami y las redes sociales.
Destrozar de antemano
cualquier intento de negociación opositora, es caldo de cultivo para aumentar
la frustración. Aunque no es cuestión de repartir culpas, la verdad es que la
responsabilidad de generar desconfianzas sobre cualquier gestión relacionada
con pactos entre dirigentes de la unidad no es de los ciudadanos, sino de los
partidos y sus líderes. La tragicomedia trasmitida al país entero en la última
sesión de la AN al abordar el tema Zapatero, se transforma -sin lugar a dudas-
en la gota que colma el vaso de paciencia fuera y dentro de nuestra vapuleada
frontera. La comunidad internacional, por ejemplo, se percibe fatigada ante los
eternos desatinos y singularidades de la oposición venezolana. El cuerpo
diplomático en Venezuela no solo observa las maniobras del régimen, también,
mide la tumultuosa y casi fatídica relación entre opositores.
Los hechos del pasado
siempre servirán como luces que alumbran el camino del presente y futuro. Bajo
esta premisa, la situación referente que puede guiar las descocadas actuaciones
de la oposición es, el pacto de Punto Fijo. Sabiendo la importancia de este
acuerdo, génesis de la democracia venezolana, el régimen chavista con la ayuda
de la antipolítica, empresarios, periodistas, intelectuales y medios de
comunicación, se dio a la tarea de vilipendiar y satanizar este acuerdo de
gobernabilidad entre los factores democráticos de ese entonces (AD, COPEI Y
URD), que luego de lidiar con una inmensa pugnacidad política, entendieron que
la única forma de salir del perezjimenismo era unir, desde las coincidencias, esfuerzos para conquistar la democracia.
En el punto más alto de
la dictadura de Pérez Jiménez los partidos AD, URD y COPEI, encontraron la
manera de verse como adversarios y no como enemigos. Luego, en democracia,
acertaron al trabajar juntos como aliados, construyendo una narrativa común
para sortear los grandes retos que surgirían al caer la dictadura militar. La
pregunta que toca hacer es: ¿cuántos partidos en la actualidad están dispuestos
a construir una narrativa común? ¿están en capacidad de hacerlo? ¿Hay dentro de
la Unidad la intención de encontrar un proyecto de país común? Por supuesto que
es posible. Al igual que ahora, la trilogía partidista del puntofijismo,
presentaban grandes dosis de desconfianza entre ellos. Sin embargo, la
autoridad moral y política que tenía el liderazgo de esos partidos logró,
establecer una alianza democrática efectiva.
Resulta incomprensible
que los distintos partidos políticos -viejos y nuevos- no usen el recurso que les
brinda la historia venezolana. El hartazgo que invade la confianza ciudadana
hacia los dirigentes aleja cada vez más, la salida final del régimen. El monólogo
destructivo y tramposo de la incertidumbre, se apodera paso a paso de la lógica
y el sentido común que debe prevalecer en la dirigencia nacional. Nuestra historia democrática impone la
urgencia de un nuevo pacto político, no sé si con un punto fijo o movido, pero con la incuestionable obligación de sentarse y pactar una agenda común de país.
Todavía estamos a tiempo de corregir ese rumbo cargado de desaciertos en el que
transitamos, porque si esperamos a que sigan pasando días, semanas y meses,
no nos quedará ni la nacionalidad.
Miguel Peña G.
@miguepeg
Miguel Peña G.
@miguepeg
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