Despertar
Signado por el infortunio perenne del chavismo, veinte
años parecen ser tiempo sin fin. Una especie de rueda de molino que giró y
giró sin la menor consideración social, pues, solo arrastró ríos de desdicha,
destrucción, violencia y miseria sobre un pueblo que, a pesar de los esfuerzos,
nunca encontraba solución a semejante desgracia. No es fácil analizar los
pormenores que condujeron a la sociedad venezolana a vivir los rigores extenuantes
de unos demonios políticos que, si bien vivían silentes, despertaron en 1992.
No vale la pena seguir -a estas alturas- el camino académico y estudioso del
tema. Nuestra penitencia, si alguna vez cometimos pecado, la hemos saldado y
con creces.
La historia no se decreta y, mucho menos, se tuerce; ni los
propios protagonistas logran hacerlo. Quizás, es ahí donde germina nuestro
error como sociedad, es decir, querer doblar -a gusto- la historia. Dos
intentonas golpistas en 1992 derrotadas -gracias a la
institucionalidad del país-, daban por concluido ese oscuro transitar de la
historia democrática. Sin embargo, perversos intereses políticos de una caterva de
aprovechados y resentidos, se afanaron en conseguir la manera de enjuiciar al
presidente constitucional de la república antes de culminar su periodo normal
de mandato. Lo que no logró Chávez y su burda banda de militares golpistas, lo
perpetró un grupo de políticos, medios de comunicación, empresarios, jueces y
académicos; la venganza fue morbosa y vil.
A semejanza del año 1958, sesenta años después, arriba a
nuestro presente el 23 de enero de 2019. Más que una paradoja cíclica, el
destino inevitable de ser una nación libre de dictaduras y tiranías, ha brotado
en un sentimiento patrio inigualable. Los ciudadanos atendieron el llamado del
único líder que nos podía aglutinar bajo un mismo objetivo: Venezuela. Nadie ha
querido perder la oportunidad de ser partícipe de la gesta libertaria del SXXI.
Cada venezolano toma su pieza de grafito para estampar en el pergamino de la
democracia, su participación irrestrictita en la lucha por defenestrar para
siempre al usurpador. Ahora, el 23 de enero nos pertenece a las nuevas
generaciones.
Es difícil pensar en coincidencias, más aún, conociendo la
vena democrática que surca cada parte de nuestro cuerpo caribeño. La
generación del ‘58 ha sido muy bien representada por la del 2019. La seguidilla
de sacrificios, lágrimas y luchas que han llevado a coronar el glorioso enero,
no pueden obviarse a la ligera. Dos décadas de ignominia roja no han causado
-en lo más mínimo-, cicatriz o fisura en la placa civilista que reposa desde
nuestra crianza; desde nuestra educación escolar. La demostración de los
venezolanos -sin distinción- ha sido monumental. No solo la oposición dejó
clara la intención de no permitir la destrucción del país, los chavistas -de fe
y obligados-, también dieron muestras de hartazgo hacia Maduro y su cúpula; evidencia
que dejó la no asistencia a la cacareada "vigilia" en Miraflores.
El gallo tapado, el impensable, él factor imponderable surgió. Juan
Guaidó, irrumpe contra cualquier pronóstico en las postrimerías del régimen,
para darle el puntillazo final. Más que gastar adjetivos y elogios, las
acciones son las que definen muy bien al Presidente Interino. Luego de su
juramentación formal como encargado provisional de la presidencia, era
importante que los ciudadanos del país escucharan de viva voz, cuáles serían
sus estrategias de gobierno, a sabiendas de que todavía no maneja el poder en
todos los sentidos -por ahora-. Los anuncios hechos en rueda de prensa y como telón de fondo, un cabildo abierto -inédito para un presidente contemporáneo- deja por
primera vez en veinte años, sensaciones de un verdadero Jefe de Estado. Claro,
conciso y centrado en la situación que la ha tocado liderar.
El discurso de inclusión ha dejado desarmado a la perorata
militar y civil chavo-madurista. Conscientes del momento político sabemos de
antemano que, la cuarta pata de la mesa, es el apoyo militar. Bajo es prisma unicolor, urge pasarles la responsabilidad y la presión a los cuarteles. Dejar abierta
la posibilidad a una intervención extranjera, por más efímera que parezca, es
un juego político impecable; los verdes olivos hacen aguas en su pasividad y
comienzan a mover el centro de gravedad castrense. Otra manera de ejercer presión política a los "charreteados", es señalar y cito: “Veremos si los militares son capaces de frenar la ayuda
humanitaria para nuestro pueblo”. Esto sin duda es una movida digna de un líder que conoce el timing que necesita.
Recordemos que la entrada de ayuda humanitaria, más allá de
la necesidad que impera en el país, también, va de la mano de una logística
compleja y volátil que solo puede ser manejada por componentes militares. Es
decir, la ayuda humanitaria es el bisturí que abre paso, al
posicionamiento militar en las posiciones estratégicas del país que recibe la asistencia. Las FANB saben y
entienden, que hay un solo camino dentro de ese escenario, ponerse del lado de
la constitución y las leyes; en criollo reconocer el mando de su nuevo Comandante
en Jefe. Estas tácticas, abren un panorama vertiginoso que dejará
colusiones políticas a corto plazo. El mundo occidental está sorprendido del
aplomo presidencial de Guaidó; sin tener banda ni silla, Juan Guaidó se convierte en el presidente del pueblo.
Despertar, hermosa palabra que nos lleva al más escondido
de los pensamientos esperanzadores; de esos que no sabíamos que existían. Un
despertar masivo fue el que se apoderó del futuro de una sociedad
que el 23 de enero dijo: ¡Soy libre porque quiero y puedo! La alborada del día se
vistió de arcoíris esplendido, para engalanar la heroicidad más importante de
nuestras vidas. Como páginas de un guión muy bien redactado, la gente marchó en
todos los rincones del país con la finalidad de despertar del “realismo lúgubre”, del mundo bizarro que le obligaron a vivir a punta de mentiras, malos ratos,
desprecios y odios. Nadie puede pretender ser dueño del destino civilista del
venezolano; ese es un derecho que nos pertenece hasta el fin de los tiempos.
Despertar, que gusto escribirlo, porque abrir los ojos y ver la luz ante tanta
oscuridad, no deja de ser majestuoso, sobre todo, porque distinguimos en vivo y
a todo color, la luz de la libertad. ¡Oh! mi despertar, mucho esperé por verte
llegar.
Miguel Peña G.
@miguepeg
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