La Última Carta
Desde el pasado cinco de enero, la disyuntiva en la que nos
encontramos política y socialmente, se ha transformado en la gran certidumbre
de sabernos libres y dueños del futuro. La urgencia individual del ciudadano -que
hasta ahora había jugado en contra de la unidad-, ha desembocado en el más
profundo sentido de raciocinio y madurez colectiva, capaz de aislar esas voces destempladas
del inmediatismo y de la antipolítica ramplona. Si no concurren reseñas históricas
del momento complejo que vivimos, mucho menos, encontramos paralelismo del que
podamos echar mano, para entender la recuperación de lucha democrática del venezolano.
Mientras la unidad nacional se afianza minuto a minuto, en
la acera de enfrente ocurre todo lo contrario. A medida que los acontecimientos revelan
el destino de la nación, el régimen dictatorial -comandado por el cuarteto
criminal- deja rastros inequívocos de la constante desintegración interna que
padecen los rojos. Miedos, torpezas, incongruencias mentales y discursivas,
hacen estragos en unos personajes que se divorcian, sin remedio, de la realidad
que se palpita en las calles del país. A semejanza de Hitler, Maduro y su tren
del terror se atrincheran con la esperanza de que un simple acto de fe o, peor
aún, que conjuros mágicos, los libre del presente justiciero que se acerca sin clemencia; saldrán del poder.
La dictadura madurista hace copia y pega de su accionar. A
falta de legitimidad y reconocimiento como gobierno, la táctica se hace
previsible, monótona y cansona. Enclavado en callejones sin salidas lógicas y
civiles apuesta a su mejor “arma”, esa que le ha dado réditos en el pasado: El
desgaste de la oposición; política y civil. Bajo ese esquema psicológico
perverso, se moverá hasta el fin de sus días en Miraflores. Razón por la que el Presidente (E), la Asamblea Nacional y toda la posición deben revestir de
firmeza y estoicidad, la voluntad de lucha libertaria. Aunque no parezca, en menos
de un mes hemos logrado lo que en dos décadas no pudimos. El final se encuentra
a pocos metros y es en este punto, donde la sabiduría tendrá que prevalecer.
Paradójicamente, el conflicto político se ha montado en el
tablero social, en pocas palabras, la joya de la corona en este momento no es
la silla presidencial, sino apoderarse del discurso que aborda la crisis
humanitaria. La ayuda humanitaria es uno de los ejes que la AN y el presidente
Guaidó, han enarbolado para arrinconar al régimen de facto; situación que ha
resultado efectiva. La oposición es la que marca la agenda; los rojos están a la
defensiva. El tema se ha transformado de la noche a la mañana, en una especie
de “toma de Normandía”. El régimen con la errática voluntad de atizar el
conflicto, bloquea -amparado con grupos armados de militares y seguidores- cualquier
posibilidad de entrada de los insumos médicos y alimentos. Claro, le va la vida
en ello, es decir, si la asistencia humanitaria entra -como de hecho lo hará-,
Maduro habrá llegado a su fin.
Dentro de la elemental y torpe concepción de la política, el
madurismo al impedir el acceso de medicinas, equipos médicos y alimentos para
los más necesitados, no entiende que se dispone a ejecutar el más grande crimen
de Lesa Humanidad, algo que el mundo no dejará que suceda; a pesar de la
burocracia anacrónica de la ONU y la neutralidad sacrílega del
Vaticano. La ayuda humanitaria es más letal que un Tomahawk; la bloquee o no, al
final Maduro perderá. Bajo la sombra de su incapacidad delincuencial, el
usurpador se pavonea ante lo medios internacionales sin maquillajes de ningún
tipo. No siente vergüenza por nadie y ordena obstaculizar el paso del puente Las
Tienditas con contenedores oxidados y, al mismo tiempo, gira instrucciones al
CEOFAN de reclutar a la masa clientelar del PSUV; quizás, con el fin despreciable de
usarlos como escudos humanos.
La frase: “all options are on the table” más que un himno
de guerra, viene a ser el colofón de la estrategia que EEUU -bajo la
administración Trump-, ha desplegado para cortar de raíz cualquier amenaza a la
seguridad del pueblo norteamericano; Venezuela ahora es una amenaza. Demócratas
y Republicanos lo ven de esa manera. Frase sencilla y decisiva que tiene un efecto más destructivo
que la Séptima Flota; y que lo diga Kim Jong-Un. El régimen se ha dispuesto a
usar sus últimas cartas, con el agravante de tenerlas descubiertas; en este
juego no tiene sentido blofear. Cualquier intento de esconder a la reina para
acomodar la jugada ha sido develado, pues, la última carta en la mesa la
sujeta en su mano Juan Guaidó, brindándole una ventaja infinita porque sencillamente, no la
ha destapado.
Miguel Peña G.
@miguepeg
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