Voces que Callan
La disolución de la tragedia venezolana se encuentra en su
etapa final. Es cuestión de afinar detalles para que, de manera definitiva,
retomemos la democracia. La cosecha de esfuerzos nacionales e internacionales
marchan con paso concertado, organizado y concreto, hacia el derrocamiento de
la tiranía chavo-madurista. Es difícil conseguir algún hecho sociopolítico
reciente, que haya sumado tantas voluntades en contra de un dictador. El mundo
entero se encuentra decidido a darle punto final, a la mafia que ha destruido -sin
consideración y precedentes- a una nación tan rica y próspera como la nuestra. Todo
aporte es necesario, sobre todo, en momentos donde el régimen muestra su más
infame rostro. La criminalidad en el ejercicio del poder rebasa los límites de
la comprensión humana.
El hecho irrestricto de alcanzar el objetivo primordial y
urgente de expulsar al usurpador no debe producir respingo, ascos y, mucho
menos, temores de ningún tipo. Las mejores sociedades se forjan bajo principios
fundamentales como: justicia, valores, confianza y educación. Sin embargo, existe
otro elemento que resulta acorde engranar a ese abanico social: el compromiso
ciudadano. Este último es, por supuesto, algo intangible y poco medible. A
pesar de ello, las grandes sociedades del mundo se han construido con el más
alto grado de compromiso ciudadano, con el propósito de no reeditar los posibles errores que
causaron sus catástrofes internas. Es un axioma puro y simple, es decir,
ciudadano que no participe y permanezca impávido, jamás tendrá el país que
aspira.
Las fuerzas democráticas que durante dos décadas han
denunciado y combatido la barbarie instaurada por Hugo Chávez, están en el
pináculo del protagonismo político. Nunca hubo mejor momento opositor. Estamos
a pocos días de destronar para siempre, el cáncer llamado “socialismo del
S.XIX”; leyó bien S.XIX. No es momento de tibiezas y ambigüedades. Nadie puede enterarse
de lo ocurrido con los titulares del día. Peor aún, cualquier
venezolano que se precie de ser opositor, no puede quedarse apoltronado en su
casa o en la institución que dirige. La historia recompensa a las personas que
la viven y la padecen cuando comienza a escribirse. No obstante, con la misma
fuerza destruye a cualquiera que obstaculice el devenir de los hechos o, simplemente, modele indiferencia y se pliegue al ramplón acomodo “tarimero” de los finales.
Desde el 23 de enero, la historia democrática del país se
escribe en nanosegundos, claro, ahora si entramos al verdadero tiempo con el
que avanza la civilización mundial; ingresamos al S.XXI con todas la de la ley.
Los apoyos absolutos de la comunidad internacional engrosan, las horas
triunfales hacia al cruce del Rubicón. Ciertamente, conmueve observar la
actitud de foráneos que han hecho suya nuestra causa liberaría. El Secretario
General de la OEA hasta la eurodiputada Becerra, por ejemplo, se han
transformado en cruzados con el único propósito de ayudar a los venezolanos en estas
horas amargas. Nadie los invitó, el hecho de defender el estado de derecho
y los más básicos preceptos que revisten a la democracia, motivaron a suscribir
su participación en esta nueva caída del “muro de Berlín”; citando a Julio Borges.
La altura del compromiso deja, sin dudas, desprovistos de ropajes
a personajes acostumbrados a engalanar discursos y trapear presencias. Luego
del inicio de la transición, no sólo el grito de libertad y fuera Maduro
ensordecen las calles del país. Los inmensos silencios, también, dejan su onda
sonora en el ambiente. La mudez de instituciones como la Asociación Venezolana
de Rectores de Venezuela (AVERU), los alcaldes “opositores” -que decidieron ir
a elecciones fraudulentas-, gobernadores de oposición (5), colegios que reúnen
a los distintos profesionales, los sindicatos y un largo etcétera; no han
suscrito ni en una servilleta, el rechazo a la usurpación y su apoyo
irrestricto a la Constitución. La maniobra acomodaticia de esperar cualquier desenlace
para plegarse al ganador es vomitiva y nauseabunda. Eso sin contar el triste
papel del Papa; pero eso es ostia de otra patena.
No basta con posar en Selfis o Pots grabados que buscan
aparentar apoyos. No, el asunto es más profundo que la efímera moda digital. De
lo que se trata, es que se deben asumir responsabilidad institucional con el
país, a fin de darle más piso político al presidente encargado y su vértice de
gobierno: cese de la usurpación, gobierno de transición y, elecciones libres y
justas. En el umbral del renacimiento democrático, la nación espera lo mejor de
cada venezolano y, asimismo, de esos personeros que ocupan,
circunstancialmente, una posición en el entramado público del Estado.
Quizás, no haga falta escuchar ciertas voces, pues, lo vacío de sus
declaratorias no dejan mucho a la imaginación. Los grandes “esquivadores” de oficio,
habrán de estar conscientes de que las voces que callan hoy serán los mudos de
mañana.
Miguel Peña G.
@miguepeg
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