El Desgaste



Despojado de máscaras y de su balurda fiesta de carnaval, Maduro entra en pánico y busca cualquier rincón para no sentirse avasallado por la estrategia del presidente (E). El usurpador no puede adelantar ninguna pericia que le permita ganar algunos días o semanas. Juan Guaidó, tiene medida la simple y previsible retórica roja, esa charlatanería con la que pretenden desprestigiar la lucha democrática iniciada el 5 de enero. A pesar de lado radical y criminal, el régimen ha pasado a ser una especie de comiquita repetida y desgastada. Por supuesto, esos estertores risibles, no son garantía de que no habrá represión de sus bandas armadas; ahora más que nunca la fiera está herida de muerte. Definitivamente, Guaidó y la AN marcan la agenda política.

El pasado 4F evidenció que el régimen hace aguas y se dirige directo a los más profundo de un mar donde solo se observa el verde abisal. La sala situacional en Fuerte Tuina quedó como un salón de maternal. Las informaciones que relucen de ese cuarto presentan a un régimen, que no está seguro de nada. El aplomo y las convicciones presentes en cada movimiento de Guaidó, desmonta el andamiaje de las instituciones secuestradas. El movimiento del PSUV se redujo a copiar las acciones del lado democrático. Guaidó convoca a una concentración y el usurpador llama a una marcha. Esto es el mayor indicio de que el régimen da bandazos en su maniobra. No tienen iniciativa, su táctica se comprime a copiar -al carbón- el discurso de Guaidó. Vemos como se asfixian en su mediocridad. El régimen se mueve por inercia.

Se trata de indagar cuál es la mayor virtud del presidente interino. Saber a ciencia cierta, cual es el “superpoder” que ostentan para haber logrado poner en Jaque a la dictadura roja. Ciertamente, Guaidó reúne características presentes en los líderes políticos modernos (Macron y Justin Trudeau), sin embargo, el arma que ha usado para desplomar las débiles bases de Maduro es: la verdad. Sin adornos y sin tapujos, el discurso del varguense se apoderó de la realidad del país. Conoce y menciona los sufrimientos colectivos del venezolano con exactitud sorprendente. La verdad, puso a la “máquina de incumplir promesas” aterrorizado; solo lo acompañan las hojas del calendario que caen a la velocidad de la luz.

La rigurosidad política en el manejo de los tiempos sociales habrá que cuidarla. Decía Maquiavelo: “el que quiere ser obedecido debe saber mandar”; verdad demoledora. No cabe duda querido lector, que la dosis de adrenalina política que Guaidó le ha inyectado a la unidad democrática corresponde reconocerla sin mezquindad. Asimismo, es sustancial dilucidar dos asuntos claves: el primero, que los políticos perfectos no existen; segundo, en política la estrategia debe ser flexible. Del despropósito que reina en el país, surgen circunstancias tan incontrovertibles que llevan a cambiar cualquier plan establecido. La lectura política de cada escenario no puede obviarse, por más improbable que este sea. Dogmatizar la estrategia se convierte en un error, así pues, hay que reacomodar la táctica si el camino trazado se trunca.

A veces confundimos que la experiencia –en cualquier ámbito- nos la proporciona la cantidad de años que pasamos desempeñemos una actividad, y no es así. La experiencia va atada al modo en el que se ejecutan las acciones, a fin de resolver complejidades; y en la política pasa lo mismo. Cuando EE.UU., Guaidó y la AN, espetan que todas las opciones están sobre la mesa, dan la impresión de que en algún momento tendrán que desechar aquellas iniciativas que no ayuden al cese de la usurpación. Es doloroso decirlo, pero el momento impone evaluar la opción que, a todas luces, parece la más indicada. No interesa barajar distintas opciones, cuando nada más se apuesta a una sola; el desgaste social comienza a hacer estragos.

Bajo esta premisa, tuve que trazar una nueva perspectiva. Irremediablemente, sucumbí ante lo que, a mi criterio, es la mayor vergüenza que hemos vivido como sociedad. Confieso haber cambiado la parte final del artículo, por lo que he pasado varios minutos frente al teclado, buscando mascullar alguna oración coherente que permitiera explicar lo vivido en las últimas 36 horas, habida cuenta de que el oprobio chavista nos ha dejado sin iniciativas para endilgarle más descalificativos. Para ser alguien que ilustra su filosofía de escribir con la frase “sin anestesia”, me encontré con la lengua y los pensamientos sin coordinación entre sí. La lengua entumecida y los pensamientos aturdidos gracias a los incesantes reclamos -ajenos y propios- hicieron corto circuito en mi visión de país. El desgaste social se hace evidente después del apagón nacional, no entenderlo sería nuestra destrucción como país.

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