El 187, un simple número






Angustiosas las horas que ve pasar toda la nación. Sin dudas, triste imagen de un país que se disuelve como sal en el agua. Empeñarse en usar los desgastantes y trillados eufemismos diplomáticos para describir al régimen, es prácticamente, la mejor forma de convertirse en idiota adrede. La laxitud que tienen algunos países del mundo, medios de comunicación, periodistas y representantes de instituciones multilaterales, dejan un rastro inequívoco de que la política esta hecha para gente pensante, con gran sentido de responsabilidad y claro, enormes dosis de sentido común. Comerse una arepa o conversar con caraqueños, no es causal suficiente para opinar sobre Venezuela.

Mientras eso ocurre en latitudes lejanas a nuestra tumultuosa cotidianidad, la impúdica estrategia del eterno 3% se hace presente sin moderación. Cual aves carroñeras que perciben la putrefacción de la carne a kilómetros de distancia, la caterva adinerada y financiada desde el exterior, comienza a mover sus mangueras que solo expiden la misma agua roja y sucia; esa que ellos pregonan que adversan. Culpar a Juan Guaidó de la catástrofe social provocada por Maduro, no solo representa un acto de ruindad mayúsculo, sino la más abyecta decisión de ponerse al lado del régimen, con el propósito de prevalecer como única opción opositora. Los mecenas que, no tienen pelos de tontos, saben que el final de sus negocios turbios está cerca con la salida del chavismo de Miraflores.

La liberación de Venezuela enfrenta una especie de Hidra que no solo porta boina roja. Existe, entre el régimen y el ala radical -esa que dice ser de oposición- que se opone a Guaidó, una simbiosis tenebrosa y rancia que se deja ver en cada avance positivo que la lucha democrática conquista. Radicalismo vulgar que no se inicia por convicciones políticas, más bien, su génesis reside en las manchadas alforjas de bandidos y enchufados que se encuentran fuera del país. Ser radical se ha convertido en un trabajo formal, así hemos de percibirlo. Las deshonestas campañas de descrédito han trascendido las cuentas bots y la catarata de insultos que salen de pequeños incautos, que replican cual loro de jaula cualquier sandez que leen. Ahora el “radicalismo comercial”, se viste de tinta y se arropa bajo el manto del teclado “periodístico”, así pues, la mentira cobra relevancia y cierto grado de “credibilidad”.

La cobardía que pulula en la Venezuela roja es asombrosa. Nadie respeta la palabra empeñada y, lo que es peor, hasta las mentiras que vociferan son incumplidas. Escenas como la ocurrida con el DT de la selección mayor de fútbol, dan cuenta de que Chávez logró el cometido. Es decir, como vulgar imitador del personaje descrito por Mary Shelly en Frankenstein o el Moderno Prometeo, Chávez se dispuso en crear al “hombre nuevo”, una especie de monstruo sin nombre armado con retazos de lo que años atrás, seguramente, fue un ciudadano. Claro, este proceso resultaba más largo de ejecutar, así que el “Frankenstein barinés” decidió darle un giro a la trama y se propuso moldear a su nefasta semejanza, a venezolanos que albergaban resentimientos y frustraciones sociales. Fue más fácil corromper la frágil moralidad, que construir desde cero. Esto es lo que significa, hacer una invitación y luego fingir que no ocurrió.

Cálculos van y vienen alrededor de una cifra: 187. Las declaraciones acertadas de Henrique Capriles refieren que el problema, no es que la Asamblea Nacional haya tardado en invocar el fulano artículo y su numeral, sino que, a los adoradores del inmediatismo político, les molesta que nunca los inviten a las reuniones donde se maneja esa opción que, hoy seguro debemos estar, se encuentra sobre la Mesa de la comunidad internacional, la AN y EE.UU. Es imposible manejar asuntos tan delicados con un grupo fanático y disociado que nada más piensa en hacerse del poder. Como Sociedad de los Poetas Muertos, ahora los financiados rezan casi al estilo de un poema de Whitman: ¡oh Guaidó Guaidó en Caída Libre! Bazofia “periodística” sustentada en conjeturas malintencionadas, análisis vagos y pareceres subjetivos provocados por el ardiente sol de la Florida.

Lo verdaderamente real, es que a pesar de la tragedia humanitaria que vivimos gracias a los apagones nacionales, falta de agua, hiperinflación, escasez de alimentos, falta de conexión digital, etc., hay logros importantes que entierran la odisea criminal que ha significado los prolegómenos del final chavista. La entrada de Guaidó al Valle protegido por los ciudadanos y la PNB, los acercamientos de altos representantes del régimen con la plana mayor de la Conferencia Episcopal Venezolana y, la entrada de la Ayuda Humanitaria, a manos de la iglesia venezolana y la Cruz Roja internacional tienen una misma lectura numérica que, indefectiblemente, se conocerá cuando se cuente el último voto de las elecciones presidenciales. ¡Oh Mi capitán! ¡mí capitán! El art.187 es un simple número, una cifra de la que importa es cuándo, cómo y dónde se ejecute; lo demás es adorno ¡Oh mi querido capitán!

Miguel Peña G.
@miguepeg

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