Los Desesperados





La mácula social que le deja a nuestra historia contemporánea el mandato chavo-madurista, es enorme. Nada semejante se ha descrito desde la nefasta y criminal aparición de los nazis en Europa. Las heridas arteras que ha dejado el paso de la fetidez roja por Venezuela, resultan profundas y hemorrágicas. Quizás, algunas cumplan el ciclo lógico de cicatrizar con el paso del tiempo, pero otras, seguirán en carne viva supurando dolor, desdicha y la humillación de haber sido “gobernados”, bajo el más cruel de los resentimientos. En pleno S.XXI el mundo es testigo de una  “corriente política" nueva, que no sólo deriva de ideologías perversas que han corroído a la humanidad, sino de esas conocidas y peligrosas organizaciones delincuenciales (terrorismo y narcotráfico).

No existen concepciones que permitan descubrir el verdadero núcleo del chavismo. Sencillamente, es un grupo de delincuentes de la más baja ralea que se hizo de un país con inmensas riquezas naturales, para poder ejecutar el plan inicuo de exterminar -en el buen sentido de la palabra- a una sociedad completa. Su cultura, religión, estilo de vida, en fin; todo lo que caracterizó durante años a la idiosincrasia venezolana. El chavismo ejecutó un libreto macabro que derivó en dos décadas de oprobio bien calculado. Nada ha sido fortuito y, mucho menos, obra de la mera casualidad. Distintos estudios sociológicos se han desarrollado a fin de entender de forma límpida, los orígenes de esta desgracia que no has tocado vivir. Sin embargo, es razonable concluir que, cualquier investigación quedó corta.

La penumbra se instaló de a poco en la cotidianidad venezolana algo que, sin dudas, traza en líneas deformes el presente desdichado que vemos cara a cara. Dejarnos arrebatar valores intrínsecos de la democracia, proporcionó vía libre a fenómenos conductuales que nos hacen vagar como apáticos habitantes del Tártaro que observan como desde arriba, el propio Hades nos señala con sorna vil. ¿Es el castigo que nos tocó al no respetar, cada milímetro de aquellas conquistas sociales logradas a mediados del S.XX? Dirían los abuelos de la otrora Venezuela: cada quien recoge lo que siembra.

Ante el odioso final, ese que ningún dictador reconoce y acepta, es imposible medir el nivel de cinismo y descaro que presume el régimen. Como tarasca infame rodea y comprime hasta ahogar toda esperanza que pueda surgir en las calles del país. No desperdicia tiempo, nada más enfila sus baterías hacia el próximo objetivo. Periodistas, líderes de oposición, empleados públicos, empresarios, comerciantes, diplomáticos o ciudadanos, no están exentos de cruzar la línea de tiro de los criminales que se atrincheran en Miraflores. De la polis no queda prácticamente nada. Los resquicios de algún tipo de maniobra negociadora quedan a merced del desespero social que, a simple vista, no habla el engolado idioma diplomático.

El país fue apresado sin contemplación. Cada capítulo del encierro parece escrito por Víctor Hugo. Venezuela como Jean Valjean, fue condenada a prisión durante 20 años y esa cárcel, nos ha convertido en una sociedad embrutecida y marginada. La injusticia campea en cada rincón de la nación, sin justificación y con saña. Estaba en lo correcto uno de los representantes más detestable de la dictadura: “han visto solo una pequeña parte de lo que somos capaces.” Ciertamente, luego de observar las fotos inéditas de la masacre del junquito, entramos en conciencia de lo que están dispuestos a confabular para no perder el poder.

A empujones y con grandes tropiezos hemos llegado sin retrasos, a un punto donde la democracia está a horas de renacer. No es simplismo discursivo, en realidad vamos bien, a pesar de los escombros que caen en el camino trazado. No ha de ser sorpresa que en el ocaso del malandraje de corbata, la infamia se haga presente en todo momento. No es sencillo pedir resistencia, convicción y aplomo, cuando enfrente hay un animal despiadado que se satisface con la sumisión ciudadana. “Si aquí hubiera una salida más rápida créeme, créeme que la hubiésemos tomado”; dice el diputado Miguel Pizarro a quien lo increpa vehementemente. Asimismo es, las salidas fáciles, aunque se encuentren sobre la mesa, deben seguir ciertos protocolos necesarios para que sean efectivas. Los desesperados no tienen entrada a esta obra.

Miguel Peña G,
@miguepeg

Comentarios

Entradas populares de este blog

Gira en 360

No lo llame Diálogo, llámelo…

Enterrada la república, muerta la democracia