Deseos Prematuros





Observar de cuando en vez nuestro proceder como ciudadanos, nunca es del todo malo. Al contrario, nos deja claro cuáles son nuestras acciones y omisiones en esta coyuntura económica y sociopolítica inenarrable. Trastabillar con cada pensamiento de lo que es o pudo ser el país, a estas alturas no tiene ningún sentido práctico. Desde cualquier punto de vista, el tiempo se hace corto para seguir esperando sentado bajo el fogón, la vela y el pote que sirve de regadera. Las carencias sociales son inmensas, no cabe duda de ello; no obstante, el cansancio y la rendición automática nos condenarán, sin remedio, al ostracismo ciudadano. Seremos sombras deambulantes.

Las innumerables alcabalas existenciales en las que muchos venezolanos caen, en algunos casos fortuitamente, no dejan ver más allá de la punta de la nariz. Por supuesto, las cruces individuales que doblan espaldas tienen un enorme peso intangible; es decir, las culpas, los miedos y las frustraciones inquietan más que un yunque amarrado al cuello, aunque no estén a simple vista. Esta manera de sentir y entender las posibles salidas de la dictadura afianza, el enorme vaivén emocional que ondea cual bandera pirata en el mástil mayor. Verse al espejo y no reflejar sentido común, es una decisión personal de todo ciudadano. Nadie está obligado a creer en Guaidó y, mucho menos, en darle apoyo; claro, sepa usted querido lector, que las malas decisiones se pagan y con creces. Basta con sacar cuentas de la gran ¡ideota! de haber apoyado a Chávez.

En las últimas semanas, las posiciones personales y los intereses de poder son casi una droga, para el minoritario sector del blanco o negro. Harta sobre manera, explicar cada punto y coma que expresan la administración Trump y la comunidad internacional, cuando abordan el tema Venezuela. Es difícil entender -en justa dimensión- el pragmatismo estadounidense. A pesar de que algunos ven en la palabra “prematuro” al mismo demonio, lo cierto es que esta no tiene mayor explicación semiótica, política o científica, es clara y sencilla. Creer que decretar una intervención militar es fácil, nos demuestra que no estamos preparados para el primer mundo, ni para el segundo o el tercero.

A duras penas la sociedad venezolana puede conformase, por ahora, con ser un sobreviviente, un testigo de excepción de la infesta acción criminal y corrupta de un régimen dictatorial que parece no desgastarse. La fatua frase: “Venezuela es el mejor país del mundo”, raya en lo ridículo. Suena cruel, pero es cierto, porque cuando vemos a un conductor no respetar la luz del semáforo, al dejar las salas de cines repletas de basura en el piso y contravenir al capricho del: “yo soy arrecho”, cualquier norma, debemos entender que no es suficiente contar mineral y geograficamente con una tierra de gracia. Para creernos el cuento de que somos el mejor país de mundo, debemos madurar como sociedad, pues Venezuela es y será el reflejo de lo que somos como habitantes.

Llevados de la mano por la manía de endosarle culpas y responsabilidades a otros, resultará el principio y el final de todo. Nadie quiere asumir el rol que le toca. Semanas sumidas en una oscura al propio estilo de la edad media, parece que no fue suficiente aprendizaje. Las migajas que el régimen se propone a darnos para vivir llenan rápido el “arrecherometro” que se palpa en las calles y en las redes sociales. Muy molestos con el presidente encargado, pero no saben definir quién es el único causante de esta desgracia. La irresponsabilidad de alguna dirigencia llevó rápidamente al gobierno de EE.UU., a ponerle coto a esos grupos que pretenden vender esperanzas virtuales a un ciudadano casando y vapuleado.

La declaración del “policía bueno", Eliot Abrams, tiene destinatario con nombre y apellido. Sabemos que la administración Trump emite ese comunicado, con el propósito de que el alerón radical deje trabajar a Guaidó, según la estrategia establecida por la comunidad internacional. Sin anestesia, se hace imperioso comprender que planificar una intervención es complejo. Número de bajas, condiciones ambientales, logística, análisis del accionar enemigo, impacto social y económico, sumar apoyos (contribuyentes, clase política interna y aliados), definir estrategia de la intervención (establecer si será quirúrgica o invasión); en fin, una serie de elementos que deben darse, para plantearse esa opción como la única. Es es el verdadero significado de la palabra prematuro.

La primera invasión que debe darse es la de los ciudadanos en las calles. Esa es la primera avanzada para lo toma de las cabeceras de playa. Todo aquel que sufre el oprobio de Maduro y sus adláteres, tendrá que dar el primer paso hacia la victoria final. El cuerpo de infantería y los marines de los EE.UU. comen tres veces al día, tienen Internet, electricidad y agua para bañarse cuando les venga en gana. Ellos están cómodos solo a la espera de una orden, pero también, de una acción interna que parece todavía no seda, porque primero hay que culpar e insultar a la AN y a Guaidó. Es el momento de madurar sin miedo del futuro. La apatía y la pérdida de tiempo en deseos prematuros no sacaran a Maduro, más bien, lo entronizaran. La decisión es suya y mía, no de Pence, Eliot, o Rubio; asuma.

Miguel Peña G.
@miguepeg



Comentarios

  1. Bien dicho hermano en nuestras manos queda salir de esta dictadura felicidades excelente cuadratura política😘

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