Aliados
El presunto axioma que sirvió para que el chavismo llegara
al poder, ha quedado en el olvido. Con el “patriotismo” por delante, Hugo
Chávez vendió la falsa ilusión de que mejores tiempos vendrían cuando se
aprobara una nueva Constitución. Los males y la desigualdad social
desaparecerían mágicamente. Inconfundibles verbos de venganza y odio, se
apropiaron de una masa que se debatía -a lo medieval- si freír cabezas era
bueno o malo; todo era posible, a fin de cuentas, un golpista había llegado a
Miraflores. Importantes intelectuales, políticos, empresarios y militares escondidos
tras las sombras de “críticas” de doble intención y moral al sistema, buscaron justificar la
locuaz y falta de formalismo para gobernar, del mitómano empedernido.
Chávez supo valerse de grandes alianzas que le ayudaron a
posicionar un nuevo Status Quo. Su gran fortaleza se fundamentó en mentir -sin
empacho- a distintos incautos que solo atinaban a reírse y aplaudir lo que,
según ellos, eran formas y maneras de gobernar inéditas que le hacían falta al
país. Con ropajes e ideologías caletreadas, no es difícil imaginar que el militar golpista se aprendió uno de los pasajes más crudos del Príncipe: “Nunca intentes ganar
por la fuerza lo que puede ser ganado por la mentira.” Ahondar en los
intríngulis psicológicos, ideológicos y personales que lo motivaban como
político, es darle crédito a un vulgar ser humano que tuvo suerte -gracias al
sistema democrático- de graduarse de militar; así de imperfecta es la
democracia.
Tras la oscura intención de destruir al país desde
sus cimientos, se apuró en desechar a los que, pensando en negocios, le compraron
trajes y alimentaban con cenas caras. Hugo Chávez nunca tuvo el propósito de promover
alianzas de Estado con nadie. Su idea de "poder eterno", lo condujo por el
sanguinario desdén hacia las instituciones venezolanas. Se encargó de hacer ver
a los “orcos” -que se agitaban con el chasquido del dedo- que los partidos, la iglesia,
universidades, empresarios y medios de comunicación, eran los responsables del
empobrecimiento del país. Configuro un entramado discursivo terrible, basado en
mostrar que la democracia era el cáncer terminal y había que extirparlo.
Nadie se mantiene en el poder tanto tiempo sin establecer
socios. En este caso, el chavismo buscó rápidamente desarrollar una estrategia
a dos bandas. Es decir, mientras destruía y descalificaba a las instituciones
democráticas, daba cabida a ciertos aliados que a la postre, le ayudarían a
estructurar el eje central de su política dictatorial y mafiosa. El abrazo
fraterno con organizaciones criminales, la promoción del delito como forma de
control social y la libertad desmedida a la corrupción, han convertido a
Venezuela en una tierra que es repartida y regida por triadas. La trampa, la
estafa y las coimas, resultan más rentables que el estudio y el mérito
profesional. Si ponemos la lupa más a fondo, hasta el ciudadano profesional ha
quedado atrapado en la filosofía ratera del régimen; por ejemplo, la estafa con
medicinas que algunos profesionales de la medicina han realizado y, ahora, se ofende en extremo cuando se les increpa.
El primitivismo se ha apoderado de la nación. Las
necesidades esenciales del venezolano lo hacen enfocar esfuerzos de supervivencia
en conseguir alimentos, medicinas y agua; más nada importa. Esto ha hecho, sin
dudas, que el régimen –al propio estilo del Dr. Frankenstein- haya creado una organización
delictual sin precedentes en el mundo. Bien lo dijo Fermín Mármol León: “El crimen
en Venezuela mutó de una delincuencia muy atroz, perversa, de delitos de mediana
estructura, a una delincuencia que ha podido tener bajo control territorio en
la república.” Una verdad demoledora que resume dos décadas de oprobio rojo.
Basta con leer lo que ocurre diariamente en Bolívar, Apure y Táchira, para
entender la gran complejidad del problema en el que estamos metidos.
Así entendió Chávez que podía controlar el poder eternamente.
Repartió al país -como una gran torta- entre sus aliados criminales más conspicuos:
La guerrilla, el hampa común y los militares. Contra este entramado delictual es que
luchamos los demócratas. La comunidad internacional tuvo aceptar -a los
trancazos- que las negociaciones para lograr el cese de la usurpación, gobierno
de transición y las elecciones libres, no se hacen frente un simple dictador. Por
ello, surgen iniciativas como las de Oslo y Estocolmo. El mundo occidental
arrecía y no descansará hasta conseguir liberar a Venezuela de las garras del
crimen organizado. La verdad de esta historia es irrebatible: los aliados
destructivos y criminales fue lo único que el miserable militar golpista le dejó
a la patria; todo lo demás, solo es saliva que cae al piso.
Miguel Peña G.
@miguepeg
Miguel Peña G.
@miguepeg
Comentarios
Publicar un comentario