Safari





El tumulto diario no deja dimensionar, a conciencia, todo lo que se mueve en beneficio de la libertad. Las colas como requisito indispensable para sobrevivir en Venezuela corroen -cual ácido infalible-, nuestro carácter civilista sin piedad. La vida se nos queda anclada en una cadena de horas amargas, donde cada minuto, hora y día solo moldean a un venezolano hastiado de lidiar con centenares de cruces en su espalda. La falta de gas doméstico, electricidad, gasolina y, claro, Maduro en Miraflores, son muestra de una devastación social a gran escala que parece no detenerse nunca. La única que gana la batalla es la inflación que, como ilusionista de teatro, deja ver los anaqueles atiborrados de comida y al mismo tiempo, destruye cualquier salario.

El país trastabilla sin cesar, caminando bajo una inercia que ya no tiene impulso. No es fácil apartar la paja larga que no deja ver el futuro, así pues, cuando cortamos ese monte frente a nuestras narices, éste crece tres veces más alto y espeso; como si cercenáramos la cabeza de la infame Hidra. Veinte años de desidia han formado una costra social casi indestructible, no creemos en nada ni en nadie. Nos hemos transformado en un país suspicaz e indolente. El sentido de otredad se fue al demonio o, quizás, a la tumba en el año 98. Ver a alguien hurgar de la basura para comer y sobrevivir, nos recuerda amargamente que en cualquier momento ese cuadro dantesco puede ser parte de nuestra rutina personal. Más allá de asesinatos, corrupción, mentiras y las mamarrachadas que salen de su boca, la destrucción de la idiosincrasia criolla será el crimen eterno de esta plaga llamada chavismo.

Con esta fétida realidad que ha orbitado durante dos décadas sobre nuestro cielo patrio, no es difícil hacer un contraste de las recientes declaraciones del Secretario de Estado de EE.UU., Mike Pompeo. Ciertamente, Pompeo alberga razón en todo lo que le preocupa sobre Venezuela y la “oposición” que enfrenta a Maduro. Por supuesto, en ese “desliz” discursivo, faltaron algunas consideraciones que son necesarias para entender -en justa medida-, el sentido real de sus declaraciones. No se trata de querer convertirse en analista con postgrado en las frases de Mike Pompeo, pero es justo escudriñar más a fondo las aseveraciones del funcionario que, además, se caracteriza por ser pragmático en el manejo de la política exterior norteamericana.

En principio, es oportuno entender que existe mucho cabildeo de enchufados y financistas de grupos políticos venezolanos, tratando de evitar investigaciones, sanciones y deportaciones. Bajo la premisa: “soy opositor, y perseguido de Maduro”, los oídos de la administración Trump se encuentran aturdidos de tanto “líder” que pretende salvar lo robado o aprovechar de sobrevivir en la transición. De allí la frase: “cuando se vaya Maduro están listo 40 políticos opositores para decir apóyenme a mi”; palabras más o menos. En todo caso, no hace falta explicar profundamente, pues como dijo la cantante Luz Marina en un magistral tuit: “Pompeo habla de opositores y Juan Guaidó es gobierno”; así de simple es el panorama. Esa dura crítica de Pompeo, va dirigida al grupo que nada le gusta, que nunca juega en favor de la sociedad y vive de la eterna conjura, con el fin de posicionarse en las preferencias electorales; un 3% no es fácil de remontar.

El llamado de atención del halcón principal fue sacado de contexto rápidamente. De manera vil y sucia con el objetivo de fortalecer la estrategia de destruir la imagen del presidente encargado, los laboratorios del descrédito iniciaron su perversa labor. Juan Guaidó lucha contra dos bandos: la dictadura criminal y los “arios” de la política. Aunque es una dupla infausta que de momentos se abraza, su accionar está cansando a la comunidad internacional. El mundo se ha percatado que la situación de Venezuela es más compleja, no basta con sentar en una mesa a la dictadura y los demócratas. La administración Trump entiende que el tiempo es corto y no pueden darse el lujo de atender a decenas de “opositores puros y castos”. Existe una sola oposición encabezada por la AN y Juan Guaidó.

Claramente, en sus afirmaciones el Secretario Pompeo debió ser más específico. Es decir, es indiscutible que caminan miles de “aspirantes” pertenecientes a un largo y extenso safari de la política criolla, sin embargo, solo 3 o 4 tienen posibilidad de ser considerados candidateables en una encuesta. No se le puede quitar la razón a Pompeo cuando cuestiona lo difícil que es unificar a la oposición, nosotros hemos vivido ese episodio millones de veces. A pesar de ello, el halcón mayor, tuvo que mencionar las distintas razones que han llevado a esa falta de unidad. Sin dudas, ese mensaje fue dirigido a sectores que tratan de hacer prevalecer su política del "como sea llego a Mirfalores". Pensar que la crítica tenía una sola dirección es ingenuo. En sus declaraciones, el Secretario de Estado apretó las garras en el cuello de los aflojadores de dinero que deambulan en el exilio y no dan puntada sin dedal. El problema no son cuarenta tipos desesperados por ser presidente de Venezuela, lo preocupante, es que ochenta idiotas crean que la culpa de todo es de Juan Guaidó.

Miguel Peña G.
@miguepeg

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