Misma Culpa
Atinó George Orwell al destacar que: “la libertad es el
derecho a decirle a la gente lo que no quieren escuchar.” A nadie le gusta
atender verdades, más aún, si otra persona es quien se las dice. Dentro de la onda
social que vivimos en Venezuela en la actualidad, es preciso mantener el
sentido de realidad en grado superlativo; debemos evitar caer en las trampas "milleniams". El
país tiene paso libre en materia de valores morales y éticos, por lo que no sorprende que cualquiera se crea con el derecho personal de engañar a los
ciudadanos. En la escala de medición de las “inocencias” colectivas, cada quien
trata de acomodar la verdad de acuerdo a su urgencia social lo que resulta
caldo de cultivo, para que el venezolano común genere teorías exaltadas que
borran la delgada línea que aparta lo imaginario de lo real.
Las grandilocuencias oportunistas se presentan en frases y palabras que se espetan desde los frentes en disputa. El manto de conjuras y proclamas coloridas, hacen bramar a unas galerías ahogadas en la salobre mentira de creer que lo saben todo. Tristemente, no se dan cuenta de que son tontos útiles que al final de cada punto y seguido, solo quedan como ilusos que no saben absolutamente nada. A semejanza de un salón negro donde se dicta un mal curso de inglés, algunas personas buscan repetir la lección del día. Traidores, vendidos, dialogantes, etc; son las frases de moda y que, según el criterio de los necios, es una manera de gritar: “a mí nadie me engaña”; no hay cura para dejar de ser pendejo.
La antipolítica que trajo a Chávez no descansa en su peligrosa
tarea de alcanzar el poder. Es una cofradía que eligió que el país llegara a
manos de un "militar" felón, que buscar competir bajo los preceptos
democráticos. La meta siempre ha sido lograr el poder como ese pobre que le
pega al premio mayor de la lotería, es decir, sin trabajo y propuestas; sin
mover un dedo pues. La búsqueda constante de aparentar apego al estado de derecho
y sus instituciones, es una falacia más de ese grupo que se brinda y se vende
al mejor postor. Es difícil comprender la persistencia de querer gobernar sin
apoyo popular porque, a fin de cuentas, ellos también saben que no pasan de un
3% en las preferencias electorales criollas.
Como manada de lobos hambrientos van cruzando el campo
aullándole a cualquier brillo, claro, pensarán que la luna no se oculta
mientras ellos pasan. Su forma de hacer política parece nacer del pensamiento
platónico. Evidentemente, para ellos no todos los venezolanos somos iguales y elegibles
para gobernar. Aunque se autoproclaman “liberales” hasta el cansancio, en cada
discurso muestran desdén por el sistema democrático y, en cierto punto, dan la
impresión de que manosean la idea de crear un sistema aristocrático donde el filósofo (a) de turno, es quien -según ellos- está más preparado
(a) para gobernar. A estas alturas del partido, han decido salir de las sombras
y comandar ellos mismos, la toma y conquista de Miraflores por aclamación y no
por elección popular; nunca dicen el como.
El órdago que el presidente encargado ha lanzado al grupete
de oposición enardecido y al régimen madurista, tiene un objetivo definido:
Mientras más críticas sin fundamento le hacen, sigue recorriendo Venezuela para
que la gente conozca el Plan País. A Juan Guaidó, no le preocupan los medios de
comunicación y las grandes luminarias periodísticas, se sostiene bajo la
convicción de hacer cumplir el mandato que le otorgan CRBV, la ciudadanía y la
comunidad internacional. Los financistas con su eslogan: “todo y todos tienen
un precio”, han quedado con la desilusión de haberse estrellado con la realidad
de que, en el país, todavía existe reserva moral, institucional y ciudadana. También
las facturas sociales llegarán a sus puertas.
El desenlace parece estar definido y sellado. Ciertamente, no
será un final feliz para dos bandos que se disputan el deshonor de haber destruido
al país. Por un lado, encontramos a la cofradía plutocráta que enarboló el odio
en contra de la política democrática, y que configuró la estrategia más nefasta
de nuestra historia; promover el ascenso de Chávez al poder. Desde la otra
acera, hemos visto danzar a la horda saqueadora y criminal llamada chavismo, mano
ejecutora del desastre venezolano que ha demostrado al mundo, lo que ocurre
cuando la criminalidad tiene posiciones de gobierno. Dos vertientes, pero una
misma culpa, eso sin dudas. Los miedos afloran en ambos frentes. Maduro con sus
frases reflexivas en tono casi de “auxilio”; y Torino Capital, aclarando que
no financia a Falcón. Previsible, una misma culpa que tiende a resultar una
idéntica actitud.
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