Sentido Común





Lógica y asertividad en cantidades enormes, tienen que ser dos características indispensables para el político del S.XXI. Las arengas de licuadora y las frases hechas no deben predominar como cualidades relevantes de los discursos y acciones.  El mundo ha cambiado de manera exponencial, y los ciudadanos se han tornado más exigentes con el trascurrir de los años, sobre todo, cuando se trata de valorar las aptitudes y pergaminos de los líderes de turno. Mientras más exigente y quisquillosa se exhibe la sociedad en general, el grado de compromiso, preparación y sentido de la realidad a la hora de asumir cargos públicos, se hace cuesta arriba para cualquier mortal.

Ciertamente, no basta con portar encima de la cabeza un halo de conocimiento político sinigual, también, es importante que la persona que decida incursionar en el mundo cruel de la política cultive, ante todo, el más cristalino y pulcro sentido de lógica; es decir, el sentido común. Usted, estimado lector, pensará que esto es cosa fácil de hacer o desarrollar, sin embargo, es un aspecto difícil de alcanzar. No valen de nada grandes oratorias, las buenas intenciones, preparación profesional y descollar en conocimientos de las ciencias políticas, si un líder no tiene desarrollado el sentido común, el sentido de oportunidad, literalmente esta frito.

Si nos paseamos por lo meramente sencillo, el sentido común es tener un juicio práctico. No implica, necesariamente, lucir una gran cualidad mental, eso explica por qué se considera común y se diferencia del extraordinario. Gertrude Stein afirmaba que: “Todo el mundo recibe tanta información durante todo el día que pierde su sentido común”. Si valoramos como cierta esta consideración, podemos deducir que dicha cualidad humana es demasiado frágil y se puede perder en un abrir y cerrar de ojos; algo que, sin dudas, resultaría fatal. No interesa cual sea la edad o la época, cada político –ya sea de la nueva o vieja guardia- debe estar atento de no perder el sentido común, no solo en lo que dice, sino en lo que hace y promete.

La dirigencia democrática verdadera, esa que se opone al régimen chavista, debe ir pensando seriamente en establecer canales de comunicación creíbles y efectivos. Siempre se ha comentado que una de las debilidades de la oposición, es la forma en que procuran comunicar la estrategia o cualquier otro asunto de interés colectivo. Existe una laxitud cansona en como la AN encara su política comunicacional. Si bien, ha mejorado, hay que seguir perfeccionándola. ¿Qué relación tiene el sentido común con lo comunicacional? Sencillamente tiene que ver y mucho. El sentido común debe prevalecer por encima de todo; lo que se expresa y se hace.  En un mundo interconectado y donde la inmediatez fulmina, la lógica se convierte en una herramienta indispensable.

En la estructura aptitudinal de la dirigencia democrática, el juicio práctico no se refiere a escoger cual disco es mejor, si Abbey Road o el Álbum Blanco. Por el contrario, para un político el proceso de manejo del sentido común -en ocasiones- va más allá de la obviedad que muestre determinada circunstancia. Por ejemplo, lo ocurrido en Chile, es retrato fiel de que mientras se ejerce el cargo de presidente de la república, la concentración no puede perderse; ni un instante. El vandalismo preparado por el comunismo en Ecuador tuvo que encender las alarmas a todos los gobiernos de la región. Si una simple medida económica sirvió para que los sátrapas encendieran las calles de Quito, como presidente de un país vecino, tengo que evitar tomar medidas similares que puedan abrir la puerta al caos comunista; así de simple.

En nuestro patio, partamos de que el presidente Juan Guaidó lidera un gobierno de transición, situación que endosa al resto de la directiva de la AN, responsabilidades de todo tipo, pues, forma parte -para bien o para mal- de ese gobierno provisional. En principio, el sentido común apunta a que debe haber un solo vocero, en este caso, debería ser Guaidó. Por otro lado, los dos vicepresidentes de la AN tienen el deber de suprimir cualquier declaración y acción que pueda socavar la credibilidad del parlamento y del gobierno que integran. El dibujo libre no cabe en esta coyuntura sociopolítica en la que nos encontramos gracias a la dictadura de Maduro. De nuestro lado, corresponde amarrar y controlar el síndrome de Florence Nightingale y el fanatismo beisbolero.

No existe sentido común bueno o malo, el meollo del asunto es saberlo usar. El régimen, aunque criminal en las formas, aplica rigurosamente el sentido práctico de los escenarios; es verdad, con porciones maquiavélicas de por medio, pero sabe el momento de asestar el golpe. Cuando surge un líder natural de la oposición con pegada actúa en su contra, ejemplo de ello, el allanamiento ilegal de la inmunidad a Juan Pablo Guanipa. Sin ser adivinos, no es difícil ver el panorama de lo que ocurría en lapsos de tiempos futuros, solo basta con mantener alerta el sentido común. Nadie puede decir que en Venezuela no hemos tenido grandes políticos, pero dentro de ese manojo de líderes, son muy pocos los que, en su momento, supieron desplegar el juicio practico en sus decisiones.

La política tiene la particularidad de amoldarse a los acontecimientos, lo que exige a quienes lideran procesos sociales a mantener los pies en la tierra en cada acción que ejecutan. Sabemos de sobra que existen decisiones difíciles y complejas que no todos pueden tomar. Un país que se ahoga en la anomia hace que los ciudadanos despliegue, sin control, la crítica desmedida. Dicho factor feroz de la ecuación, la oposición no puede dejarlo de lado a la hora de aplicar estrategias. Es ridículo aspirar líderes políticos perfectos, casi como si fueran androides que no sientan hambre, rabia, tristeza, alegría o ganas de asistir a un juego de pelota. Lo único que se demanda es que, antes de dejarse abrazar por el fragor del momento, nuestra dirigencia valore las posibles repercusiones que pueda tener una frase mal acuñada, o una acción mal emprendida. Ya eso sería aplicar el sentido común.

Miguel Peña G.
@miguepeg

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