Estrategia de traje y corbata
No es difícil imaginar el impacto negativo que ha tenido en
la voluntad ciudadana, la última “gracia” que algunos diputados opositores han realizado
en detrimento de la democracia y en favor de la corrupción chavista. Desde que
dio inicio el gobierno de transición, la moral vive su momento más amargo y
duro. La ética monolítica que debe mostrar el parlamento venezolano frente a un
régimen hambreador y corrupto, ha quedado como una simple bolsa de papel grasienta
que, si bien es cierto protege su contenido, la mancha de aceite trasluce las
trampas y artimañas que se tejen en contra del cese de la usurpación. Lo que
más indigna, sin dudas, es que esas acciones oscuras y desleales, sean
emprendidas por legisladores a quienes les dimos la confianza del voto.
Ciertamente, no podemos incluir a todos los diputados democráticos
en ese saco de gatos en el que los rojos pretende convertir a la Asamblea Nacional.
Las acciones repudiables de nueve parlamentarios no podrán opacar el gran
trabajo que la mayoría de nuestros representantes realiza en beneficio de la
libertad del país. A pesar de la rabia colectiva, le toca a cada ciudadano
comprender de manera profunda los hechos ocurridos, tratando de dejar fuera del
análisis la vibración intestinal. En este sentido, debemos orientar y saber
canalizar la indignación floreciente en los recientes días sabiendo que, lo
mejor que puede ocurrir, es que el presidente interino y el gobierno que
representa asuman con claridad tal situación; la investigación debe dar
resultados a corto plazo.
Con la mirara fijada en una meta que parece inalcanzable,
urge tomar decisiones políticas que permitan torcer el rumbo de la desazón e indiferencia
en la que ha caído la esperanza venezolana. Inconfundiblemente, la situación coloca
a la AN y al presidente Guaidó en una posición poco deseable. Es decir, además de
tener que lidiar con el monstruo criminal de Miraflores, ahora se tendrá que enmendar
los desaguisados de un grupo de inmorales que se dicen diputados de oposición.
Como si esto no fuera suficiente, el presidente encargado debe mostrar gran lucidez
para entender que es momento de cambiar de estrategia.
Por supuesto, desde afuera todo se ve muy fácil y sencillo.
Sin embargo, existen algunos indicios de cuales pueden ser los primeros movimientos
para cambiar de estrategia, por ejemplo, que el parlamento designe una sola voz
comunicacional. La tizana de declaradores de oficio que bailan frente a los micrófonos
no es pertinente en momentos de crisis institucional, pues, hacen que la brecha
entre la AN y los ciudadanos se haga más grande. Cada vocero que decide hacer
dibujo libre, lo que hace es meter la pata en lodos más profundos de los que
quieren aclarar. La sapiencia política no se estudia, simplemente, se aprende con la
experiencia; es así aquí y en China.
Nadie puede decirle a usted y, mucho menos, obligarlo a
creer ciegamente en la AN. En este caso, querido lector, tampoco deseo asumir esa
posición encumbrada de hacer que deseche sus preocupaciones entorno a la
efectividad del axioma que aprendimos como letanía religiosa desde enero del
2019; cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres. Lo que,
si es oportuno y obligatorio, por lo menos en mi caso, es darle luces sobre
como apagar el grito de desesperanza cada vez que le sople la oreja. Bajo esta premisa, es
importante recordar varios puntos: la AN no manejó dólares de la ayuda
humanitaria; varios diputados se alinearon con la corrupción roja; el TIAR
aplicó alicate a figuras y enchufados del régimen; y los diputados señalados de
corrupción, no presentaron pruebas concretas en contra de Guaidó.
El momento de manifestar madurez política llegó. De lado
ciudadano, ahogarse en incertidumbres y prestarse para infamias generalizadas,
solo ayuda a los propósitos del régimen. Los señalados de corrupción son algunos diputados, ellos deberán rendir cuentas de sus acciones. El apoyo de
nuestra parte es al parlamento cómo institución reconocida por 51 países del mundo. En cuanto a la AN, se
requiere entereza y humildad para reconocer que, si los objetivos tardan en
concretarse no solo hay que cambiar la estrategia, sino profundizar sobre la
experiencia de quienes rodean a Juan Guaidó, cómo están conformados sus equipos
de trabajo, etc. El cambio de estrategia política resulta más complejo que una simple muda de traje y corbata.
Miguel Peña G.
@miguepeg
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