Inmóviles






El taciturno paso de los días decembrinos transforma el ambiente social en una bomba de tiempo, y como no, si a la destructiva crisis provocada por dos décadas de malas políticas chavistas, ahora se le suma la escasez nacional de combustible que va dejando al país inmovilizado por los cuatros costados. Desafortunadamente, la grave situación que se vive en cada calle venezolana da al traste, con la esperanza de que el cese de la usurpación se materialice antes de las doce campanadas que anuncien el fin del 2019. Claro, amén de la realidad política, hay que estar conscientes de que en algunas ocasiones en la puerta del horno el pan suele quemarse; el año no ha culminado.

La realidad ficticia se viste de verde y con nombres propios. Jefferson, Lincoln, Washington y Franklin, adornan la navidad criolla más que un arbolito y el acostumbrado pesebre. Hemos sucumbido al nocivo juego de la dolarización irreal que han experimentado muchos países del mundo, antes de que sus economías estallen en mil pedazos. A ciencia cierta, nadie puede vaticinar que ocurrirá en lo que resta de este año atípico ni en los primeros meses del 2020, solo se escuchan advertencias que, en principio, parecen ser racionales y lógicas, pero cuando sale el reporte diario de la cotización del dólar paralelo, dichos análisis económicos quedan como efímeros consejos de pulpería del siglo XIX. Es casi oficial, nuestra economía está en sus últimos días.

El chavismo nos sumerge en una especie de realismo literario, aquel que trataba de reflejar la realidad social e histórica durante el siglo XIX. El propio Balzac, disfrutaría al escribir sobre Venezuela dándonos como sociedad, un papel protagónico de un nuevo enfoque de comedia humana; esta situación tan compleja nos haría dignos de su pluma. Bajo esa óptica, los ciudadanos se debaten entre luchar para no seguir inactivos dentro de un mundo irreal, o caer de rodillas y seguir a la sombra del Papá Goriot del  S.XXI. Antagónicamente, continuar en este papel ridículo es una decisión personal, pero a la vez colectiva. No se cuanto más aguantaremos los desprecios del dictador, de los militares y sus acólitos; no se cuando despertaremos de este amargo “realismo literario”.

Con el puño de hierro cerrado y levantado, la dictadura se propone defenestrar a la presidencia encargada. Ha sacado cuentas de la poca moral de algunos diputados y de varios “políticos”, para cumplir su cometido final; que Guaidó no sea designado nuevamente presidente del parlamento. Todo alrededor de la AN se hace turbio y extraño, es decir, cuando vemos que los laboratorios y los héroes de cómics, no escriben nada en contra del régimen luego de que comete sus infames tropelías, entendemos que hay un plan chavista y que varios se prestan en su ejecución, por acción u omisión. Habría que preguntarse, quienes son los diputados que no asistirán el 5 de enero a la sesión de instalación de la AN. A esos sinvergüenzas, hay que nombrarlos con nombre y apellido.

Es momento de dejar la inmovilidad social y, porque no, cerebral.  Existe una amenaza real para los legisladores democráticos, entonces, la pregunta cómo ciudadanos que debemos hacernos es: ¿defendemos a los parlamentarios o vamos a esperar que Eliot Abrams vuelva a decir que EEUU apoya al presidente Guaidó y que todas las opciones están sobre la mesa? ¿A ese triste papel hemos llegado, dejar que nos quiten el país en nuestras narices, sin siquiera decir ñe? Que mal nos hizo Chávez, dudamos de todos y de todo. El conformismo se apodero de la nación, pues, a esta hora es más útil visitar un bodegón o cobrar en dólares para seguir con vida. Esa parece ser la premisa, vivir como sea a pesar de los escombros.


Seguir inmóviles nos dejará pequeños y destruidos como sociedad. Seguir mirando al horizonte esperando un portaviones, será nuestra sentencia de muerte. ¿Vamos a postrarnos bajo el ala del pajarito azul, para decir que hacemos algo por la libertad de la nación? Lo peor de  dicha actitud, es que al llegar la realidad se cae cualquier encuesta de Twitter en la que participemos. Es cierto, cada TL es un mundo, pero recuerde que no refleja lo que ocurre en las calles de Venezuela.  No importa la frase hecha: o nos unimos o nos morimos como país, así de fácil.

Miguel Peña G.
@miguepeg

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