Propaganda controlada





En dos décadas de oscurantismo y retroceso social, el simple hecho de conocer cómo se mueve el régimen en distintas situaciones que le apremian, debe dejarnos claro que, más allá de mostrar un ADN criminal y corrupto, el chavismo no cambiará su nefasta esencia. La Venezuela democrática debe entender que llegó la hora de enfrentar la crisis política, sin remedos o medias tintas. El liderazgo opositor tendrá que darse a la tarea de unificar criterios de lucha, sobre todo, dentro de la AN. Seguir apuntando flechas en varias direcciones cuando la misión es tomar decisiones unificadas, empantana -sin piedad- el camino hacia la libertad.  


Una negociación política que permita lograr el Cese de la usurpación y la transición pacífica reúne particularidades complejas difíciles de abordar. No obstante, es menester del liderazgo democrático barajar y enfrentar cada escenario posible, por más desgarrador que sea. La AN vive momentos políticos muy adversos desde que fue elegida en el 2015. No solo debe enfrentar los embates de una dictadura despiadada, también, tiene que dejar espacios para luchar contra sus propios miedos y deslealtades. Sencillamente, tantos frentes abiertos no dejan la menor duda de que la rancia antipolítica venezolana se ha confabulado con el chavismo, con el fin de destruir lo que queda del parlamento.

Desde el fondo de este marasmo de país, se ve a lo lejos una burbuja donde los dólares danzan como cabina de concurso televisivo. La gente que, de alguna manera tiene divisas, se está dejando maniatar el sentido común con esa vulgar estrategia comunicacional de color verde. Nadie se detiene a pensar que detrás de esa abundancia ficticia y ácida, se encuentra la fétida mano de una corporación internacional del crimen, cuya sede principal está en Miraflores. Electrodomésticos de todos los calibres, se ven colgados en las camionetas y taxis de las principales ciudades; la sociedad se lanzó en brazos de la economía roja. A los pobres Clap y Petros, mientras a los ilusos y tirados a vivos, los seducen con dólares sucios y negocios con mercancías baratas. ¿Que puede salir mal?

A esta mezcla de situaciones políticas y sociales, la dictadura le aplica la estrategia comunicacional de acuerdo a las circunstancias. La propaganda es sinónimo de poder, algo que el ministerio de comunicación chavista -manejado por un psiquiatra- trata de mostrar en cada cadena de radio y televisión. En los últimos tiempos mientras la credibilidad de Maduro baja a menos cero, la maquinaria comunicacional roja se mueve al servicio de la desesperanza y el terror; se orienta hacia la propaganda apocalíptica. “Las sanciones estrangulan al pueblo, las milicias formarán parte de las FANB, tenemos 9 millones de carnetizados, nombraremos un CNE etc”, estructuran de manera aguda el contenido del mensaje desesperanzador.

Paralelamente, los laboratorios de comunicación en las redes sociales le dan cuerpo a la propaganda apocalíptica que profesa el “fin de Venezuela”. El sistema eléctrico colapsará y dejará a oscuras al país, la gasolina alcanza para una semana, el oro de sangre, etc”, se transforman en argumentos inequívocos de que el final de los tiempos ha llegado; por lo menos para los venezolanos. La campaña de los profetas rojos del teclado aumenta por la acción inconsciente, de los análisis de expertos que denuncian la catástrofe nacional en todos los ámbitos, que mejor “colaborador” existe. Indudablemente, la destrucción es evidente, pero se masifica en los medios digitales para tenernos de brazos caídos, sin esperanza o que decidamos huir despavoridos. Es importante que los ciudadanos conozcan la realidad de la crisis, sin embargo, es oportuno no dejarse ahogar por la propaganda controlada chavista, esa estimado lector, es la primera batalla que debemos ganar; la comunicacional.

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