Ser y Parecer
El resentimiento que el régimen ha mostrado en contra de la democracia destruyó sin retraso, la moral y cívica del venezolano, algo que llevo años cimentar. No solo lo tangible esta roído por el brazo putrefacto del socialismo del S-XXI, el aspecto fundamental que nos sostienen como sociedad, eso que no se aprecia ni percibe a simple vista, también ha queda expuesto al virus mortal que despide el chavismo. Venezuela como nunca en su historia republicana, se encuentra a merced del dinero fácil y de la renta petrolera que, a pesar de su casi inexistencia, se exprime sin remordimiento; la tarea es secar la industria de hidrocarburos de una vez y para siempre. No se puede confundir mala gestión con vandalismo y robo premeditado.
Con este panorama impúdico de corrupción y lavado de dinero
como telón de fondo, es ridículo pensar que nadie iba caer en las garras del
dinero fácil. Lo alarmante, es que jamás pensamos que pudieran ser tantas
personas las que sucumbirían a esa estratagema vendida por Chávez, donde
billete mata galán y, en este caso, mata moral y principios. Nadie es dueño de
la verdad, ni hermanita de la caridad para juzgar a otros, sin embargo, existen
conductas que no se pueden avalar y, muchos menos, sentir empatía por quienes
las muestran. Llegamos a un punto en el que, resulta importante, la postura
ciudadana que se adquiera. Es decir, para iniciar una reconstrucción de país
verdadera hay desligarse categóricamente, de todo lo que tenga relación con
enormes vicios que sostienen al chavismo. “Soy de centro, equilibrado, o peor,
nini, es la excusa perfecta para no dar explicaciones.
Si de algo podemos sentirnos orgullosos gran parte de los venezolanos que la disfrutamos y padecimos, es que la IV ha quedado reivindicada frente el deseo criminal de Chávez y de quien lo acompañó en ese frenesí devastador. La época republicana y democrática del país, ha sido sentada en el banquillo de los acusados durante el periodo rojo rojito. Lo cierto es que, nadie dijo que la IV república fue perfecta y, esa es la mejor parte. A pesar de los bemoles democráticos, siempre fuimos considerados ciudadanos y no supervivientes. Claro, existía pobreza e infinidad de problemas y errores, sin embargo, cualquiera tenía la oportunidad de salir de abajo con estudio, dedicación y esfuerzo.
Muy poco queda ya, visto lo visto, para que el régimen siga
financiando con dinero, compras de conciencias y represión, su estadía en
Miraflores. La estrategia de empujar al pasado republicano y a los gobiernos de
esa era, la responsabilidad sobre el desastre de nuestro presente no tiene el
punch de otrora en la colectividad. De a poco el descontento social se salta
cuarentenas y amenazas de cualquier tipo, con el propósito de exigir a voz
alzada mejoras en los servicios públicos, salarios dignos, combustible en las
estaciones de servicios, en fin; llegó el momento de sentar en el banquillo de
los acusados, al dictador y a su circo. Verdaderamente, la historia mueve su
centro de gravedad y regresará todo a su santo lugar.
En una selva política en donde cualquiera que pega cuatro
gritos y dispara culpas como balas, no es fácil definir quién es quién. Es una
tarea ardua separar a los que promueven la reconstrucción del estado de derecho
y su institucionalidad, de los que se ocultan con el propósito de mantener la infamia
chavista. Las autoalabanzas de figuras que acompañaron en el poder al militar
golpista y que ahora parecen desentenderse de su pasado, solo buscan minar la credibilidad
del presidente encargado y la AN. “Guaidó es un buen muchacho, pero no tiene
nada en la bola”, “me gustaría un político con más experiencia que Guaidó”; son
algunas de las desdichadas frases de quienes no aguantan un análisis básico de
intelecto político.
No es cuestión de maquillarse, se debe ser y parecer. No es
propio decir que se adversa al régimen, pero solo se culpa a la AN y a la presidencia
encargada de todo. Es hipócrita proclamarse demócrata y objetivo como
periodista, cuando se sigue la línea de un jefe que tiene un prontuario más
extenso que Al Capone. Resulta un disparate de auctoritas académicas, enarbolar
banderas de universalidad del pensamiento cuando se prefiere doblar las rodillas
al opresor, antes de perder privilegios económicos. Ser y parecer no es un
simple refrán, es una enseñanza que se daba en nuestras casas.
Miguel Peña
@miguepeg
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