Vivir del miedo
En la nocturnidad y con alevosía el chavismo siempre planifica sus arremetidas desdeñables. No escatima esfuerzo para presentarse con bombos y platillos, como uno de los regímenes más corruptos y criminales de la historia venezolana y, porque no, latinoamericana. Las mentes retorcidas que dirigen la cofradía ponen atención en cada detalle macabro que se les ocurre. En este punto, conocen muy bien lo frágil que se encuentra la fortaleza ciudadana que, día a día, debe enfrentar desarmada la terrible destrucción de los servicios públicos, la inclemencia de la hiperinflación y la arrogancia de quienes critican a la AN, desde sus posturas nada fiables.
La idea del chavismo desde su llegada al poder fue que el miedo
estuviera latente todo el tiempo. Nadie da un paso sin pensar primero, en la
suerte inquisidora de aquellos que osaron señalar sin recelo, los desmanes
cometidos por Chávez y Maduro. Resulta sencillo controlar a quien sufre de
temores inducidos por el castigador de turno. Chávez bajo el manto de la teoría
conspirativa infinita, solapó cualquier desaguisado que cometía. Lo adornaba
con cantos épicos que destruirían -según él- los planes que el imperio tenía para
apoderarse del país. Mientras tanto, su heredero, ejecuta la venganza de esas
teorías infames fabricadas. Es decir, la represión la persecución y el puño de
hierro cubano, lo aplica Maduro en su máxima expresión. No preocupa si es sobre
sangre y ruinas, lo que importa es no dejar el poder.
Si existe algo más contagioso que un virus es el miedo. Cuando se ejerce el poder desde el miedo, el dictador se mueve a sus anchas sin que nadie trate de detenerlo. Algo parecido ocurre en Zulia y Carabobo, donde los “señores feudales” que dicen gobernar esos Estados, amenazan con encarcelar y expropiar vehículos de quienes se pasen un minuto más del horario de cuarentena forzada y premeditada, que les funciona como control social. El asunto es sencillo, usar a las desprestigiadas FANB como fuerza pretoriana para su cometido, a fin de cuentas, los militares están preocupados en los temas del combustible, la sociedad les importa muy poco.
En 2008 Óscar Useche Aldana afirmó que: “el miedo se
constituye en un operador de los territorios del poder para el control y la
contención del deseo de una vida mejor de los ciudadanos y, las políticas que
lo promueven, se transforman y articulan a las nuevas modalidades de la guerra”.
Partiendo de esa premisa, podemos entender el fondo de la retórica belicista
usada por el chavismo desde aquella lamentable frase: “les freiremos las
cabezas en aceite”. La narrativa roja se sustenta del combate cuerpo a cuerpo,
del que “escupa aquí primero” gana. Así es el proceder de todos sus personeros
visto que, para Chávez, Venezuela fue un cuartel y la gente pasaba a ser unos simples
soldados, de esos que se les daba las sobras del casino de oficiales, porque
había que cambiarles el menú de siempre: pasta con granos de onoto encima.
Venezuela vive desde hace mucho tiempo, en una realidad
alterna que va en retroceso. Los demócratas son acusados y sentenciados, el
poder legislativo es considerado una horda de apátridas, las empresas tratadas
como mercados ambulantes, el agua no llega por tuberías, los criminales manejan
el poder, el narcotráfico es el medidor económico, un país petrolero comprando
gasolina y petróleo, en fin. Quizás, formemos parte del universo paralelo que
ha descubierto la NASA y no lo sabíamos, donde lo positivo es negativo, la
derecha es la izquierda y, claro, el tiempo va en retroceso. Si es así, vamos a
pasos agigantados y sin freno, a una versión moderna del oscurantismo medieval;
basta con ver las imágenes de gente cargando un pipote para poder conseguir
agua.
Vivir del miedo resultó en su momento, uno de los negocios
más lucrativos para el chavismo y sus enchufados. Nadie puede estar exento de
responsabilidad cuando los saldos y las cuentas lleguen a pasar factura
social, judicial y divina. Empresarios, políticos, periodistas, dueños de
medios y todo aquel que se prestó, o se hizo el loco frente a la dictadura
atemporal roja, será absorbido por el agujero de gusano cuando regresemos a la
democracia; cuando volvamos a la verdadera realidad. Los que se perciben
intocables, sienten como el final les sopla la oreja cada vez más fuerte. Los
exilios de lujo y miserables, muchos financiados por la antipolítica y el
régimen, saben que su turismo llega a su fin; pues en resumidas cuentas, vivir
del miedo ya no es, ni será rentable.
Miguel Peña G.
@miguepeg
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