Caretas
Donde haya un político existe democracia. Es algo que los ciudadanos debemos aprender aceptar de una vez por todas. Así como protestamos en contra de la dictadura chavista, exigimos servicios públicos que funcionen y que se permita la libertad de expresión, también es necesario entender que las sociedades de primer mundo se construyen con políticos. Hay dos fotos míticas de la política criolla que, a pesar de publicarse poco en estas épocas, pueden servirnos como base para entender el significado que tuvo, tiene y tendrá la democracia venezolana: La foto de Rómulo Betancourt, Jovito Villalba y Rafael Caldera luego de la firma del pacto democrático de nuestra era, y la de Carlos Andrés Pérez, cuando renuncia a la presidencia de la república, al ser entrapado vilmente por la antipolítica.
Estos dos lados de la historia republicana del país, ejemplifican al propio estilo de un mapa mental sencillo las verdaderas caras
que puede mostrar la democracia. Por un lado, el nacimiento de un acuerdo político
sin complejos y oportunidades para todos, que permitió cuatro décadas de un estado
de derecho sano. La otra cara, un presidente que se sometió a voluntad y sin
miedo a los mandatos constitucionales, con el propósito de enaltecer aún más, el
concepto democrático que Venezuela debía mantener y cultivar. Muchos
preguntaran: ¿por qué no se encuentra en estas caras democráticas el periodo
chavista? Sencillamente, porque desde aquellos insidiosos 18 segundos frente a las
cámaras de TV, cualquier acción o hecho que involucra al militar golpista,
estuvo fuera del orden constitucional; razón por la que solo cuenta como la
época no democrática venezolana.
Entramos al nuevo siglo con una cruz bien pesada que no
podemos bajar de nuestro lomo. Los análisis y mediciones sobre la catástrofe
que nos abrazó en esta centuria se hacen escasos, visto que no existen explicaciones
que describan -sin cabos sueltos- la etapa fatal que padecemos. Lo peor de
todo, es que todavía vemos políticos que no tienen la voluntad de entender que
el país no es el mismo. Las carreras en círculos que algunos personajes
transitan, es perjudicial para la unidad opositora y ciudadana que, en
definitiva, es la que permitirá consolidar el gobierno de emergencia nacional. Cuando
se habla de unidad política es necesario pensar de extremo a extremo, sin hacer
disecciones a conveniencia o por comodidad. No se trata de colgarse una careta
para cada sector, el asunto es hacerles entender que el país agoniza y que
nadie se salvará, por más que se bajen los pantalones frente al régimen, o se
exagere del photoshop en la foto de promoción.
A pocos pasos del umbral democrático, la situación
sobrepasa al radicalismo furibundo y a esos mediocentros ambiguos.
Sencillamente, el panorama es más complejo que esas dos absurdas posiciones. Mientras el
telón de fondo se mueve al ritmo de la designación de nuevos rectores del CNE, el
G4 entra en el sempiterno estado filosófico y existencial: ¿abstención o votar?
Sucumbir ante promesas de quienes siempre portan la cachucha roja no es
aconsejable, razón por la que es necesario recapitular la historia electoral
reciente antes de tomar decisiones apresuradas. En materia electoral, el 2020
es distinto al año 2015, comparar estos momentos es mentir descaradamente.
Las negociaciones deben partir de esa premisa, es decir, sin presión el régimen
no irá a una elección donde perderá de calle. Entendemos entonces, porque quieren cambiar no solo a los rectores, sino todo el proceso electoral.
El uso de la mascarilla es la nueva forma política de tapar
del lado en que se está realmente. Los cruces descarados de bandos que hacen
militantes con cargos dentro de los más importantes partidos políticos
nos confirman, como fue que el régimen siempre tomo la delantera frente a la oposición.
Más allá del amargo hecho de ver las caras de los auténticos tránsfugas, la rápida
respuesta que la AN y el gobierno interino presenten para combatir la táctica de
dividir a la unidad nacional, será crucial en los escenarios futuros. El momento
de llamar las cosas por su nombre llegó hace rato, sería una estupidez seguir esquivando
el tema o hablar en clave. El apuntador debe indicar quienes han faltado a la
democracia, eso dará fortaleza a la credibilidad de la oposición.
La operación careta abajo impuesta por el régimen denota la
urgencia que tiene Miraflores, en sacar legitimidad de donde sea; hasta de las
pocetas si es posible. El chavismo se juega su última bala, y se dispone a iniciar
su batalla de las Ardenas. Los movimientos desesperados, inconstitucionales e írritos
de la horda criminal, desojan una margarita a la que le cuelgan pocos pétalos. Es
iluso pensar que Cuba aceptaría de brazos cruzados, el fin del asalto que hizo a
nuestra república gracias a Chávez. Una vez más, la verdad calibra los momentos históricos
y nadie podrá esquivarlos. Los portadores de las caretas serán juzgados con la misma fuerza que su empleador. Nadie podrá justificar haber apoyado a la peor
dictadura de la región. Los rostros de la mentira se encuentran lisos y sin poros.
Los rostros de la mentira, ya no soportan otra careta más.
Miguel Peña G.
@miguepeg
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