Apagar el incendio
Hace varias semanas del llamado de unidad al liderazgo opositor. Varias aristas que resaltar y que son concluyentes de esa convocatoria hecha por el presidente interino y la comunidad internacional, sin embargo, la más importante de todas, es que Guaidó no solo habla por la AN y el gobierno que preside, también, es la voz de la coalición mundial que trabaja en la restitución del orden democrático venezolano. El trajinar discursivo de los últimos días es más acomodaticio que de costumbre. Hay quienes sacan cuentas en negativo de sus absurdas estrategias individuales.
Sin entrar en discusiones banales e inservibles, la presidencia interina se ha dispuesto a unificar los criterios de lucha de la dirigencia partidista e independiente del país, con miras a lograr antes de fin de año, el objetivo de esta descarnada lucha democrática. No es que el mandado este hecho, pero no es un secreto para nadie que el ambiente nacional va enfilando la marcha final hacia el pináculo. No hace falta enumerar la cantidad de problemas que son caldo de cultivo social, para pensar que se avecina un desenlace inesperado. Hasta la naturaleza ha querido demostrarle al charlatán de frases hechas de Miraflores que, con tan solo 20 minutos de lluvia, puede dejar desnudo 20 años de destrucción masiva.
Hay unanimidad en cualquier sector, Maduro y su cofradía criminal deben salir. Es una letanía del quehacer diario en cada rincón del país. Los días que están por transcurrir, dejará sorprendidos a más de uno -incluyendo a quien escribe-. Nadie tiene la verdad absoluta de su lado, algo que no gusta a muchos que buscan seguir engañando con posiciones poco creíbles de estadista. Las cartas están sobre la mesa. Nadie puede hacerse el desentendido de la situación que se avecina. Demasiados capítulos torcidos durante esta historia social absurda que vivimos, para no comprender que vamos directo a la última parada del infierno. Si, suena trágico, pero mucho menos que el melancólico murmullo del desahuciado y el desvalido; esos que pueden resultar su vecino o algún familiar.
Nos han llevado al límite, y ese límite comienza a hacer estragos. A primera vista, sucumbir a ante las ruinas de país sería fatal a la hora de seguir de pie frente a la nauseabunda dictadura enquistada en Miraflores. No obstante, al mirar con ojo analítico el escenario venezolano luego de años de ignominia, es un hecho cristalino que tanta humillación y desdén por el estado de derecho, tienen un efecto contrario en el juicio de la gente que, sin medias tintas, ha sabido señalar y pulsar cuál es el destino que ambiciona como ciudadano. Más allá de las peleas políticas existe una verdad irrefutable: nadie podrá lograr el cese de la usurpación, separado de la presidencia interina y la Asamblea Nacional.
Apagar el incendio social que crece en todo el país, resulta ser el menor de los problemas que enfrentamos. Es decir, mientras no se pongan de acuerdo algunos “bomberos” políticos que buscan controlar las llamas sin siquiera tener agua, seguiremos presos de las buenas intenciones y de las gestiones personales. La comunidad internacional ha sido clara: no avalará ninguna elección que carezca de condiciones y seguridad electoral. En las distintas reuniones de los aliados internacionales con factores políticos venezolanos, se ha procurado dejar claro que habrá sanciones severas si siguen minando el camino hacia la conquista de la democracia. Enfrentamos el momento más crítico de nuestra historia republicana, no debemos perder el tiempo en querer apagar el incendio con una manguera de jardín.
Miguel Peña
@miguepeg

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