Unidad con distanciamiento social
La asombrosa capacidad que tiene el liderazgo político opositor de propinarse zancadillas no tiene parangón. Como todo trabajo en equipo, existen integrantes buenos, regulares y los acostumbrados oportunistas, que solo esperan el momento propicio para dar el zarpazo y llevarse el crédito. Nadie puede negar que Capriles, ha trabajado por este país desde sus inicios como diputado del antiguo congreso. No obstante, eso no es etiqueta eterna que evite que señalemos que en estos momentos se equivoca; y de calle. Con el síndrome de CAP 89, Capriles cree que la supuesta popularidad y simpatía que dice tener, le alcanza para darse el lujo de obviar cosas elementales dentro del manejo político. Esta vez esa creencia no le será suficiente.
No es justo para el país, seguir analizando los detalles y las motivaciones que llevan a un líder que, hasta hace días gozaba de cierta credibilidad, a sucumbir ante los designios de la egolatría individual y de las nefastas “gestiones personales.” El hecho es claro y contundente; el dirigente de PJ no tiene razón y no es dueño de la verdad estratégica. Al tener este hecho cristalino, es oportuno pasar la página de inmediato para no dejar solo al presidente interino y a la Asamblea Nacional que, a fin de cuentas, forman parte del único poder legítimo y reconocido. El duelo, la rabia y la frustración debemos ponerlos en el bolsillo trasero, ese en el que uno pocas veces mete la mano.
Como era previsible, desde que el presidente Guaidó hizo el llamado unitario a los principales líderes de la oposición, el país conocería en primera fila quién de verdad estaría comprometido con el pacto unitario. En la política venezolana, el distanciamiento social se aplica desde hace rato, no en vano aquella conjura de: “Vamos juntos, pero con el pañuelo en la nariz”. Es una fórmula sencilla y lógica de aplicar, es decir, no se puede estar de acuerdo en todo, lo único que puede impulsarnos a estar en la misma mesa es: recobrar la democracia y sacar al dictador. ¿Es difícil entenderlo? ¿Es imposible deslastrarse de intereses individuales, por el bien común? Al parecer, algunos prefieren los cálculos matemáticos automatizados, que la suma real con los dedos.
Bajo la andana de desaciertos y la capacidad de naufragio estratégico de la oposición, los ciudadanos -como siempre- tendremos que conseguir la manera de cauterizar una nueva herida que se nos infringe. Nadie puede decir, que no es feliz porque los rehenes han salido de su cautiverio. Pero de allí, a dejarse manipular con esa gestión para participar en un fraude electoral, hay mucho trecho. Con todo este aquelarre la única que pierde es Venezuela, sobre todo, porque hay más gente preocupada de defender lo indefendible, que trata de subsanar los errores que cometen. El nivel de hartazgo de los venezolanos está en un momento crítico, al punto que no perdonará cualquier desajuste de la unidad que tanto se necesita.
Lástima que no existen pruebas PCR para determinar qué político sufre de egolatría o se convierte en alacrán. Mientras ocurre el deslave de argumentos y la contradicción se apodera del discurso amarillo, la comunidad internacional se endurece y flanquea la estrategia entorno a la figura del gobierno interino. No importan las frases hechas cargadas de sentimientos banales y sinónimos acomodaticios, el mundo democrático avanza para el restablecimiento de la democracia. Llegamos a un punto donde las justificaciones son peores que los errores, pues evidentemente, el miedo es el que incita a no tomar decisiones juiciosas, ergo, a decirle adiós al que tenga que irse. No es justo para el país que haya tanto improvisado en la escena política, tanto chapucero escondido que solo piensa en si mismo. La unidad se dará como debe ser, claro, con un riguroso distanciamiento social.
Miguel Peña/ @miguepeg
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