Ser protagonista


Los videos, Instagram y Facebook lives, se han convertido en una especie “género” comunicacional muy explotado en los últimos tiempos por los políticos. No siempre funcionan, porque es muy difícil que, transmisión a transmisión, existan conflictos que estimulan al espectador. La realidad no da de sí, a veces hay que forzarla y, en ocasiones, cuesta una enormidad que la actualidad política esté a la altura de las expectativas ciudadanas. Se critica el supuesto gobierno de internet, pero algunos no sueltan celulares, lámparas y los trípodes, para tratar de explicarle a la gente cada semana cuál es la cuadratura del círculo.      

El grosor narrativo aumenta, cuando el protagonista de turno comienza a victimizar su participación con los acostumbrados: “nos equivocamos, pensamos o debemos”. Un afán de hablar en nombre de otros que resulta curioso, porque mientras cuida su parcela política, desliza con gracia y dulzura -así como quien no quiere la cosa- que es un miserable porque la gente se lo pide. Dentro del círculo repetitivo de frases hechas y populistas, se va degollando sin piedad cualquier estrategia que no tenga que ver con su propuesta de moda. Los aduladores se prestan para tratar de que el portador del mensaje, se conviertan en un imán que arrastra masas con solo decir “A”, sin darse cuenta de que obligar su omnipresencia ocasiona el efecto contrario.

Es un esfuerzo sobrehumano querer implementar la vieja táctica del quítate tu para ponerme yo. Vieja y simple treta que se usa desde que el hombre sabe donde queda el ombligo. El protagonista tiene, sin dudas, gran habilidad de las cámaras para penetrar en las interioridades de ese porcentaje de personas que maneja las redes sociales. Claro, en ese cálculo ramplón, no se da cuenta que el nivel crítico y de exigencia de quienes podemos hacer zapping de red en red, no es fácil de engañar. Así va, pavoneado soberbia sin temor de lo que ocurra, pues, aunque suene absurdo, el futuro parece no preocuparle. Un protagonista que se queda en blanco y negro.

Mientras eso ocurre, la Venezuela tecnicolor va de la mano con la única meta que le interesa en la actualidad: salir de la dictadura.  No basta editorializar un programa televisivo desde Colombia con la perla: “que más se nos va a consultar a los venezolanos”, para tratar de echar por tierra la estrategia que consolide el cese de la usurpación. Abrogarse vocerías que nadie ha otorgado, es una mal que se hace pandémico. La consulta no necesita a protagonistas de luces y cámaras, más bien, se nutre del deseo de mortales que observan cómo se desvanece aceleradamente el país. La consulta popular no le pide permiso a nadie y, mucho menos, les implora participación a estrellas o estrellados; el que desee hacerlo, participa y punto.

Las emociones y visceralidades no encajan en momentos donde se requiere de mentes políticas sensatas. Un auténtico político -sin hablar de liderazgo- entendería que este momento estelar es de la Asamblea Nacional y del gobierno interino, no por mandato constitucional, sino porque la comunidad internacional sabe que son las bases sobre las que se reconstruirá la democracia; la nueva Venezuela. No habrá escasez de líderes porque al escuchar a Juan Pablo Guanipa y a Karin Salanova, es entendible quienes saben asumir el timing. Surgen nuevos protagonistas de la política nacional de cara a la sexta República. “Ungidos" que piensan en su eternidad mediática, se quedan en un pasado desolador. Solo el mal recuerdo de cómo enfrentaron el final de la dictadura será el que los acompañe.

El protagonismo no es una barajita que se saca de una caja de jabón o de una aplicación de celular. Es más profundo que el simple hecho de generar discursos acomodaticios y egoístas. Los vaivenes de la política son arteros y crueles, visto que no perdonan los cálculos propios a expensas del que trabaja, sacrifica y se expone. Existe hartazgo de todo lo que tiene que ver con el chavismo y su entorno, claro, tampoco se salvan opositores que durante 20 años siguen con la misma perorata de: “nos equivocamos, pensamos o debemos”. Esos que enarbolan la frase inquisidora: “no queremos regresar a la vieja política”, van a recibir una cucharada de su propia saliva. El protagonismo no se decreta, se trabaja. Toca decirle a los que ahora forman parte de esa vieja política: Gracias por sus servicios, pero adiós.

Miguel Peña G.

@miguepeg


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