El Gran Vacío
Venezuela entra en temporada dramática y, porque no, extremadamente peligrosa. Ahora las desventajas sociales es el tema de cada conversación y disertación política, visto que las arengas populistas que el chavismo quiso imponer con su famosa “lucha de clases” pasan a segundo plano. Si, a segundo plano, porque en estos momentos existe una sola clase social: los oprimidos. Nadie puede sentir seguridad, decir lo contrario sería irrespetar la inteligencia ciudadana. Todos vivimos bajo una bota dictatorial que machaca sin piedad, los intentos de recobrar la libertada perdida. El régimen no cesa en su afán de adueñarse hasta del aire que usted respira.
La desgracia nacional se hace presente por donde se mire. No hay escape de tamaña destrucción, ni aquellos que hacen negocios a expensas del sufrimiento podrán salvarse de la hecatombe que ocurrirá tarde o temprano. La esperanza que, por supuesto, es lo último que debemos perder, se transforma en una vigilia a capilla ardiente que trasciende de lo espiritual a una simple consigna de lucha política. Usar esta estrategia discursiva: “aquí nadie se rinde” constantemente perderá su efecto de aglutinar voluntades, si se implementa como base primordial para recobrar la democracia; detalle que es necesario contemplar dentro de la AN y el gobierno interino. Los tiempos no dan para más consignas.
El vacío se hace más profundo e interminable. Parece que el fondo no tiene fin. En las heridas abiertas nada más se muestran las esquirlas del arrepentimiento social, recordándonos las malas decisiones tomadas desde el 98. La comodidad, el miedo de perder empleos o negocios nos ha aburguesado de tal manera, que se hace imposible distinguir la fuerza de la debilidad. La prudencia nunca es mala, pero dejarla apoderarse de nuestra perspectiva ciudadana, es facilitarle un cheque en blanco al status quo que delinque por doquier. Es un suicido buscar explicación para todo desmán del régimen. El momento de decir ¡basta! es ahora, porque luego no habrá piso que soporte la caída.
Mientras llegamos a un estado de indefensión jamás visto, observamos como espectadores los movimientos foráneos que buscan darle fin al régimen. Valorar el impacto que ha tenido puertas adentro del chavismo, el inicio de la fase tres de la investigación de la Corte Penal Internacional no es tarea fácil. Sin embargo, basta con saber qué el fiscal usurpador colgó en las redes, sus declaraciones en contra de las FAES, para entender lo que les viene desde la Haya. En plena caída libre, los venezolanos nos topamos con salientes de las que podemos agárranos, mientras los protagonistas de rojo pasan de largo al único fondo que el destino le depara.
La moral del país ahora se subyuga a los ríos dolarizados en los que se han convertido las calles. Es una carrera contra el tiempo que parece que todos quieren ganar. Algunos dirían, que es la forma que tienen los venezolanos de sobrellevar nueve meses de pandemia y encierro. Craso error, porque someter los criterios políticos y de lucha a la economía de pasillo, nos hará más insensibles a la hora de recobrar la democracia. Al contrario de lo que piensan los emocionados por ver a Venezuela con verdes oficiales, la dolarización al mando de una dictadura sería la perdición definitiva de la república.
Que importa culpar a Juan Guaidó, mientras corran dólares
todo es posible. Ese es el salto al vacío que nadie ha medido. Que interesa responsabilizar
a la AN, si nos desvivimos por las filas y aglomeraciones del Black Friday, claro,
sin percatarnos de que la "islamización" va a paso de vencedores.
Dentro de poco se instalará en nuestro país algún tipo de xenofobia a todo lo que no sea musulmán. Entre simulacros, flechas y cuñas electorales en los
circuitos radiales, el sometimiento a la horda criminal con dinero se hace más profundo
y vergonzante. El momento de la verdad es ahora. La responsabilidad es suya como
ciudadano, dueño de medio, periodista, obrero, político, diputado, docente
universitario, maestro, rector, médico, chofer, en fin; cualquier traje que se
ponga le sirve para afrontar la cita con el destino. Es asunto personal de quien prefiere saltar al gran vacío.
Miguel Peña
@miguepeg
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