Gestión y Autoridad
El país atraviesa las turbulencias propias de un cambio de ciclo. Las fiestas electorales libres y el retorno de la democracia, habrá que trabajarlas en distintos escenarios, con diferentes actores y en circunstancias adversas. La política partidista opositora, además, se ha democratizado en el sentido que hay poquísimas toldas que sean opciones populares natas. Los liderazgos empujados por la necesidad de mantener la democracia emergen sobre los dogmas que, por mucho tiempo, dominaron la palestra pública. En pocas palabras, pasamos de las líneas partidistas a propuestas con rostros y apellidos. No es que sea bueno o malo este nuevo enfoque por el que transita la política nacional, lo que realmente importa es como cada dirigente asuma el compromiso con el país. Ahora sabemos quién es quién.
Los venezolanos se debaten en una crisis existencial. Nos posamos literalmente en nuestro propio “muelle de San Blas” a la espera de dos cosas: el desembarco de los Navy Seal, o que se dé el cese de la usurpación; el que llegue primero cobra. A estas alturas parece más que aceptable, encontrar cualquier rendija que permita el retorno de la democracia. Por supuesto, en esa urgencia de salir del dictador no se pueden tomar caminos más escabrosos de los que existen en la actualidad, visto que sería una receta para el desastre total. Es importante entender que el cese de la usurpación inició hace rato, claro está, no de una manera tradicional como dictan los libros y las experiencias de otros países. Al ser tan novedosa y compleja la situación de Venezuela, también afecta el origen y el desarrollo de las estrategias políticas, diplomáticas y judiciales que se emprendan en contra del régimen.
No ha sido fácil gestionar una transición que no llega nunca. Esa ha sido la mayor prueba del gobierno interino y la AN. Tratar de ponderar los problemas prioritarios para buscarles soluciones, se transforma en un ejercicio matemático que presenta fórmulas dinámicas complicadas que pasan a segundo plano, más aún, cuando la prioridad mayor es darle forma al mismo gobierno interino. Ese es el mérito del presidente encargado y de todos los que, desinteresadamente, han decidido acompañarlo en este reto mayúsculo. En este punto, es importante entender que la participación en el gobierno interino debe suscribirse a la simple convicción de lograr la libertada del país. Las aspiraciones personales y la espera de réditos de cualquier tipo no puede ser la piedra angular de nadie.
No es cuestión de política rosa, sino de ejercer autoridad
cuando el momento lo amerita. El presidente interino no puede extender el
servicio de personas que no se encuentren motivadas y comprometidas con la
causa y, claro está, con quien ejerce la autoridad. Se presentan momentos
definitorios en los que es necesario contar con verdaderos patriotas y no con los acostumbrados mercaderes de la
política. Ciertamente, para un demócrata nunca es sencillo imponer autoridad o
tomar decisiones difíciles. A pesar del entorno, la incomodidad de aplicar una estrategia en determinada circunstancia y decirle a alguien: “es mejor que te vayas”, a Juan Guaidó le corresponde hacer una lectura fina de la situación y del momentum
que vive como encargado de la transición; no tiene margen de error. Gestión y
autoridad no es lo mismo que mandar y ejercer poder.
Miguel Peña
@miguepeg
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