La advertencia de los maltratados
Las ironías de la vida, el chavismo que montó su “propuesta” en el discurso trasnochado antimperialista, en la lucha de clase y, en la fatal retórica de izquierdas y derechas, en los últimos días ha demostrado -una vez más- que representa todo lo opuesto de su cántico mediocre y populista. El disloque político del que hace gala la coalición de poder, toma un cariz negruzco que lo deja en una posición muy comprometida. No solo es el escándalo del Estado Apure, ahora es la metamorfosis descarada que los pasa de banda corrupta y criminal, a la peor copia nazi que el mundo haya conocido. El ciclo maligno que se posó sobre el cielo patrio, llega a trompicones a su final.
Definir si es odio, resentimiento o una mezcla de ambos, queda como tarea recóndita e innecesaria, visto que desde el año 98, el chavismo siempre ha manifestado lo que es y que motivaciones tiene, razón por la que no debería sorprender cada una de las acciones que emprende en contra de la democracia venezolana. La pandemia desnuda sin cortapisas, el talante destructivo y personalista del régimen. Ciertamente, a la triada autócrata el Covid-19 le quedó como anillo al dedo para mantenerse en el poder. Solapar cifras, mentir sobre gotas mágicas y condenarnos a un encierro virtual, se conjugan en la estrategia perfecta que acalle en seco el descontento social. Si bien, este tipo de cálculo político da efímeros réditos inmediatos, a largo plazo cocina a fuego lento lo que siempre ocurre con los dictadores: caen.
El desprecio del régimen por la salud nacional, mina la psiquis del ciudadano a tal punto que el hartazgo puede pasar del mero insulto a acciones más tangibles. La gente es arrastrada a un punto límite al que reaccionará tarde o temprano. La necesidad de conseguir alimentos o medicinas, le dan paso a la urgencia de sentirse seguros ante la pandemia que cobra vidas. La advertencia de los maltratados comienza a escucharse en las calles del país, sitio donde realmente tienen peso político. El venezolano comienza a señalar la responsabilidad directa de los rojos y su jefe, por no dejar entrar las vacunas y torpedear las gestiones en favor de establecer un plan de vacunación sensato y efectivo.
Del mismo modo, la advertencia de los maltratados escala hacia la acera del frente. En este punto, el gobierno interino, la AN y la comunidad internacional, no pueden seguir con el pastoreo de nubes a través de comunicados y denuncias en las redes sociales, no porque sean innecesarias dichas acciones, sino porque la estrategia ya es casi un jabón de tocador; se desgasta rápido. No se puede obviar la gran labor de la presidencia encargada bajo el mando de Juan Guaidó, pero el momento de demostrar que tiene poder de negociación y apoyo internacional es ahora. La salud venezolana se encuentra indefensa y sin respuestas. Urge no dejar que el régimen experimente con agua destilada: la Abdala.
Es importante recordarles las urgencias a los partidos que integran la AN y al presidente interino, es nuestro deber ciudadano. Sin embargo, hay que tener cuidado en señalar quien es el verdadero culpable de la desgracia. A simple vista se observa una radiografía que contrasta los designios del dictador que, sin moral alguna, se regocija de su vacunación sobre el dolor de muertes por covid-19. Mientras del otro lado, está la disposición de un demócrata que a pesar de tener el virus dice en privado: “No me vacuno hasta que todos en el país se vacunen”. No es una pelea entre Guaidó y Maduro, como pretende señalar algún infeliz de Twitter que dice llamarse periodista. Simplemente, el régimen no deja entrar las vacunas, punto. Decir lo contrario, es ser parte del entramado financiado rojo y azul.
El reclamo tiene doble filo. Los ciudadanos antes de mascullar
-en justo derecho- cualquier acción contundente, deben mirarse sin complejos en
el espejo. Dejar la suerte del país al triste juego de las loterías sociales
donde el eslogan es: “esperar a ver que pasa”, también tendrá consecuencias
negativas abrumadoras. Quizás parezca que es mucho pedirle a una sociedad diezmada
que haga un mayor esfuerzo, mientras nada sin norte entre los drones del hampa
organizada y las preocupaciones estériles de la oficina de DDHH de la ONU. Si queremos
país, debemos entender que nadie regalará un ápice de democracia. Nuestro impulso
es necesario en esta lucha. La advertencia de los maltratados también es para
usted y para mí.
Miguel Peña
@miguepeg

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