En blanco y negro

El desprecio reiterado del régimen hacia los venezolanos, muestra una inquina personal más que ideológica. Malos estudiantes, trabajadores reposeros, chulos estadales, tramposos de larga data, chantajistas consumados, etc, han jurado dentro de su pírrica conciencia social, extender hasta el fin de los tiempos la mayor de las venganzas contra una sociedad que, según ellos, les arrebató todo. Desvaríos descontrolados de un grupo de mal vivientes que solo se escondieron detrás de una mentira pintada de justicia social, para desbocar su ADN criminal sin remordimiento y temor judicial. Si algo les ha quitado Venezuela, es el derecho de pisotear a la democracia; se los arrebató cuando eran simples carteritas sociales y ahora que son corruptos de cuellos blanco.


Estamos en presencia del “año terrible”. Los historiadores nunca imaginaron que ese adjetivo se tendría que acuñar a los tiempos presentes. Los estragos de la guerra y el éxodo hacia oriente en el año 1814, son desplazados a un baúl del recuerdo al que ya no vale la pena ni hurgar, visto que la situación dramática de la crisis nacional durante el 2020 y lo que va del 2021, nos presenta en vivo y a todo color, lo que verdaderamente significa un año terrible. Sin contar el proceder autoritario y criminal del régimen chavista, que deja en pañales a las tropas realistas de Boves. La uniformidad de la destrucción apremia en cualquier sentido.

 

Entre blanco y negro sobrepasamos niveles insospechados de incertidumbre. La capacidad de asombro pierde terreno ante la indiferencia que se apodera cada vez de la cotidianidad. Al parecer da igual conocer de los desaguisados que el régimen ha perpetrado en contra nación. La línea entre moralidad y cinismo se ha borrado gracias al control social de los ciudadanos, dejando solo un espacio donde nada más se ve la simple marca que recuerda que alguna vez hubo país. Asesinato de una mujer que hace frente al autoritarismo de un alcalde en Bolívar, un músico de rocola que cuenta sin vergüenza que le pagaron 60 mil dólares por cantar en Miraflores, son puntas de un iceberg que da tumbos para no dejar ver que tan profundo es.

 

Mientras el régimen lanza su nueva medida de control (las vacunas), los venezolanos van dejando atrás la inocencia colectiva que le hacían caer en trampas bien armadas. No cabe duda, el virus sirvió para que el chavismo diera largas a su salida inminente. Justificar el aislamiento social es imprescindible, a fin de cuentas, es la única forma de apaciguar el descontento creciente desde el año pasado. A pesar de su objetivo, nuevamente la realidad le escupe la cara e impone condiciones. La presión internacional y el péndulo de la Corte Penal Internacional, han logrado que Miraflores no pueda seguir dando vacunas a cuenta gotas. El descontrol en el contagio es abrumador, sobre todo, cuando quedan de 10 a 12 semanas de pico pandémico, como afirma el Dr. Julio Castro.

 

Las acusaciones rojas y azules contra la presidencia encargada se caen estrepitosamente, al igual que la cháchara del régimen y su oposición, cuando aseguran que EE.UU. no donará vacunas a Venezuela. La coalición de poder ha decidido poner toda la carne en el asador, pues, ninguna táctica funciona a estas alturas. En su afán de atacar y bombardear cualquier frente, no se permite darse cuenta que se queda sin municiones sociales y políticas que le permitan esquivar el final. El mundo democrático comienza a regularizar su movimiento hacia la normalidad. No queda de otra, entre blanco y negro el régimen tendrá que rendir cuentas pronto.

 

Miguel Peña

@miguepeg


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