No tiene sustituto
Toda democracia constituida e institucionalizada se hace de enemigos. En pocas palabras, eso fue lo que ocurrió con la nuestra. Se hizo de enemigos arteros que no descansaron hasta verla paralizada, desmembrada y destruida en su totalidad. La desastrosa campaña de vilipendios y señalamientos injustos que hubo en su momento en contra de la adulta democracia nacional, se ejecutó desde todos los frentes sociales venezolanos. Ningún sector se sintió ajeno ni especial, para no participar de esa andanada de piedras y ataques que buscaban resquebrajar de un plumazo lo que costo tanto en construir.
¡Vaya metida de pata! dirían los más humildes. Se entregó el futuro del país en 1998 a personas que estaban divididas en tres grandes grupos: el primero; los que solo habían levantado en hombros un fusil. El segundo; personas socialmente resentidas y rencorosas. Y el tercero; los económicamente pudientes que pensaron que había llegado la hora de gobernar. Una trilogía nada espacial que logró lo impensable por los padres fundadores de la democracia venezolana: sepultar a un país entero en la más absoluta desgracia. Las generaciones culpables de permitir tal atropello, no les alcanzará la vida para redimir semejante desapego y descontrol.
En dos décadas de régimen chavista, algunos no han asumido que la razón política debe ser más fuerte que la razón intestinal. Frente una dictadura, no se pueden hacer planes por separado y, mucho menos, dibujos libres que terminen en simples garabatos. Ciertos políticos piden unidad, pero ninguno se pliega a la verdadera coalición conformada por la AN2015 y el gobierno interino. Pregonan la unidad, siempre y cuando los demás, se amarren a los deseos orgásmicos de aquellos que buscan su enésimo intento de ser reconocidos como los representantes de la oposición.
El tiempo no da para tanta chapuza junta. La comunidad internacional lo tiene claro, la única representación legal de los venezolanos y sus intereses es la AN2015; no existe sustituto alguno. Seguir con el retorcido plan de defenestrar al presidente Guaidó, nada más persigue dos objetivos: posicionarse dentro del Statu Quo de poder, y hacer negocios a costa de la desgracia ciudadana. Pensar que tienen alguna preocupación por la democracia, es seguir abonando el terreno de los sinsabores. Los síntomas de abandono se generalizan cada día, al ver como el régimen avanza sin mirar a quien se lleva por delante.
Del mismo modo, no se puede obviar el bucle político en el que se encuentra el gobierno interino, algo que está desgastando la credibilidad del enorme trabajo que ha realizado hasta el momento. Un “bucle” que sucede por infinidad de aspectos que pueden ser debatibles o no, sin embargo, el factor que más incidencia tiene en el estancamiento de la narrativa y las acciones, es la pasividad de los aliados internacionales. Mucho se comenta sobre la lentitud de la comunidad internacional, en la toma de decisiones -más allá de las sanciones- en contra de la dictadura venezolana. La realidad es más profunda que esa, visto que no solo es pasividad, sino que existe cierta improvisación, causada por la falta de conceso dentro de algunos gobiernos del mundo.
Mientras
la incertidumbre social y política se abren paso en cada rincón, el país es empujado
al mismo paredón de siempre. De pie y sostenido en los pilares de la democracia
fundada en la cuarta república, espera a mansalva y con los ojos sin vendas,
las destornilladas estrategias “económicas” del régimen que causaran una nueva
herida en la economía nacional. Si no se toman medidas urgentes que lleven a la
salida del régimen, se ponga en marcha el Plan de Salvación Nacional y exista
una reinstitucionalización de Venezuela en el próximo mes, nos encaminamos a
una catástrofe de proporciones bíblicas. Se puede reemplazar cualquier cosa, lo
único que no tiene sustituto es la democracia.
Miguel Peña
@miguepeg
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