Destituye o convalida

 


 

En política eso de navegar entre dos aguas no resulta positivo. Puede haber equivocaciones y aciertos en diversos temas, claro, nadie es infalible. Pero lo que nunca debe hacer un líder o gerente es esquivar una decisión. Por supuesto, nadie puede dirigir a un país con los intestinos de la gradería que siempre busca soluciones mágicas donde no existen. De igual forma, no es propicio tomar decisiones trascendentales, basado en los temas tendencias en los medios e “influencer”. Sin embargo, cuando la opinión pública se agita, se hace indispensable considerar el factor causante del malestar social, sobre todo, cuando se trata de mantener la legalidad del gobierno interino.

Ciertamente, a Juan Guaidó le ha tocado sortear demasiados escollos desde su legítimo nombramiento por la AN de 2015. No ha sido fácil en todo este tiempo, mantener el orden dentro de un parlamento que estaba alienado de alacranes y otras especies al servicio de la dictadura y, por si fuera poco, buscar el consenso de los grupos de poder dentro de la misma oposición que juegan a defenestrar al joven presidente. A pesar de todas las piedras que llegan de ambos lados, en la actualidad al gobierno interino le ha tocado enfrentar sus dos mayores pruebas desde que está constituido: La negociación en México y el Caso Monómeros.

Ninguna de las dos situaciones tiene cuernos armados de donde agarrarlas. Dos escenarios de lucha institucional que se presentan traicioneros y con poco margen de error. La verdad es que, si no son bien manejadas estas pruebas de fuego que se cruzan en el camino de la reconquista democrática del país, para decirlo de la manera menos dolorosa, se terminaría la vida útil del GI y la AN2015. Cruda y cruel, así se le presenta esta realidad aturdidora al único poder legítimo que queda en Venezuela. Desde este punto de vista, es imperativo tener una sola consigna: que caiga quien tenga que caer. Cero contemplaciones, pasiones y dudas simplistas en las acciones a emprender; es menester tratar esto como lo que es: gestión pública.

Es imposible y de mal gusto querer dirigir desde lo virtual al presidente Guaidó. Aunque si es oportuno, sobre todo, cuando se observan traiciones dentro de su entorno, tratar de asomar algunas consideraciones que pueden dar una pequeña luz entre tanta oscuridad. Bajo la sombra de la zancadilla que Primero Justicia quiere provocar con Monómeros, y la verborrea sin freno de Leopoldo López, el GI debe sustituir de inmediato al Canciller Julio Borges, visto que, el jefe de la tolda amarilla, también fraguó la chapuza de querer agitar un tema en donde posiblemente, saldrán salpicados más de un “justiciero”. La misma medida debe tomar con López, quien no aporta nada, más bien resta.

Es evidente que la fragilidad institucional del GI pone más cuesta arriba, tomar una decisión del calibre de destituir a una pieza política clave como Borges y Leopoldo López. Sin embargo, la necesidad de mantener la “virginidad” del manejo de los recursos recuperados de las nefastas garras chavistas, impone aquella máxima que, siempre resultaba chocante, pero que en casos políticos puntuales calza como anillo al dedo: “disparen primero y después investiguen”. Ciertamente, un político con honor y lealtad a la lucha democrática, hubiera renunciado antes de que PJ emitirá el locuaz comunicado del que el flamante “canciller” sabia con antelación. Quizás, hasta es el artífice del mismo.

Se piden peras al olmo. Entonces, si no renuncian por motu proprio, hay que invitarlos a salir de inmediato, sin aviso ni protesto. Cierto, suena desconsiderado y brutal, pero más cruel es dejar otro minuto a Borges como Canciller legítimo y a López..., bueno, lo que sea López. Ningún representante de PJ puede integrar cargo alguno, es una ecuación política compleja, pero no difícil de resolver. Destituye o convalida, una disyuntiva más que debe resolver Juan Guaidó, por supuesto, decisiones que vienen con el cargo que ostenta. La reunión donde el cuerpo de embajadores increpó al Canciller, es el punto de inflexión que sirve para conocer la posición de Borges. En este punto, toca mano firme con la dictadura y con la oposición, a fin de cuentas, Juan Guaidó es gobierno; ¿O no?

Miguel Peña

@miguepeg

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