No todo lo que brilla es...
El país llega empujado al final de otro año. Es difícil saber por dónde comenzar un análisis pertinente y certero de la verdadera situación nacional. Las mismas interrogantes saltan como cotufas sin aceite, esparciendo ese olor quemado que nada gusta. Esas incógnitas han sido las mismas durante estos 12 meses y, claro, no vale la pena mortificarse por ellas una y otra vez. Algunos pensarán que estamos en loop despiadado que no deja avanzar a una sociedad diezmada, necesitada de soluciones rápidas y cortas. Otra navidad que se carga con el mismo deseo colectivo de año nuevo del año 2002: “LIBERTAD”.
La intransigencia del destino, contrasta con la decidida convicción ciudadana de lograr el objetivo de salir del oprobio chavista. Si bien, veinte navidades de lucha y resiliencia nos han servido para madurar como sociedad, no se puede dejar de reconocer que en algún punto del camino ese convencimiento de querer un mejor país, también se presenta cansado de esperar algo que parece no llegar nunca. A la nociva maleta de dudas sin respuestas, ahora se suma la pregunta más dolorosa que venezolano alguno pueda hacerse: ¿Vale la pena seguir con esta pelea tan desigual? En momentos de mayor claridad política, el panorama indica que el juicio nacional se ha nublado y solo ve brillos que no son tal.
Guste o no, la Constitución es la respuesta a todo. Ciertamente, una constitución que en su momento los demócratas no querían, visto que su origen se marcó por el resentimiento y la venganza política de militares, empresarios, y periodistas que imaginaron que un nuevo contrato social, les permitiría vivir la utopía que experimentaron en las universidades y en los cuarteles a media noche. Ahora es la única arma que puede empuñar la AN2015 y la presidencia interina, para protegerse de tanta vileza junta. Los que aplaudían el discurso elaborado del Ateneo de Caracas en el 98, ahora pretenden dar clases de democracia y estrategia política.
El empeño de hacer ver que le GI es el diablo y el culpable de cada mal del país, traspasa sin freno la línea moral del raciocinio, hacia la más vulgar esquizofrenia individual donde “pensadores, analistas y expertos” de nuevo cuño, dicen tener -en 240 caracteres- la solución mágica. Asombra la vehemencia exagerada con la que buscan desprestigiar al GI y a la AN2015. Los adjetivos grandilocuentes que, como siempre, van acordes que lo que aparentan, son medidos desde una mirilla de intereses propios y ajenos. “Gobierno sin control y entelequia”, se lanzan al ruedo verbal, como si el análisis ramplón les fuera a dar la razón.
¿Se han cometidos errores? Por supuesto, sería una tontería negar los desaciertos de varios años de la AN 2015. Sin embargo, esto no es motivo para promover la disolución al único poder constitucional, legal y reconocido por la comunidad internacional. Esa imbecilidad de azules, amarillos y “pensadores iluminados” supera con creces, cualquier error estratégico del parlamento electo por la mayoría. “No podemos dejarnos imponer agendas injerencistas”, argumentos “opositores” fútiles que salen al propio estilo chavista, cuando la destrucción de Venezuela lleva marcada la impronta cubana.
El
nuevo punto de discordia opositor es la reforma del estatuto que rige la
transición. En otra demostración de inmadurez política, la oposición pisa el
borde de otro abismo que no sabe a donde los conducirá. Verdaderamente, da pena
ajena seguir analizando conductas sectarias de las que no tememos algún atisbo de
que cambiarán en el futuro inmediato. Es oportuno afirmar que tenemos el
régimen que nos merecemos y, también, la oposición. Presentarse al terreno de
lucha dando bandazos estratégicos y huérfanos de unidad política, será el
amargo epílogo de una mala obra de la que anticipadamente se conoce el final.
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