Luego del batacazo de Barinas, el despecho político no solo invade al régimen madurista, sino a varios dirigentes calculadores que también acusaron el golpe. Más allá de las matemáticas electorales, lo importante es medir el avance que significa en la lucha democrática, desbancar la hegemonía de los Chávez de una entidad que fue transformada en un feudo familiar. Nuevamente, se evidencia que la decisión del ciudadano es y será el punto de partida para construir cualquier estrategia política, sea o no lectoral. Si la dirigencia democrática puede entender este “pequeño detalle”, no hay ninguna duda de que el grado de frustración social será mínimo.
Surgen análisis de todos los colores entorno a lo ocurrido en Barinas. Quizás unos más fantasiosos que otros, en todo caso, el más relevante y al que se debe poner la lupa sin escatimar esfuerzo, es el evidente quiebre que sufre la colación de poder que impera en Venezuela. Desde 1998 el chavismo ha tenido varios reveses de los que ha podido -aun perdiendo- sacar redito. Sin embargo, lo ocurrido en Barinas, aunque es una simple elección regional, se configura en la derrota más dura y certera, sobre todo, por lo que representa para el chavismo perder el baluarte de su ramplón fundamento ideológico: la cuna de Chávez.
“El Rey está desnudo”. El régimen puso toda la carne en el asador y monto otra trampa electoral. No tuvo moderación alguna con tal y no perder la piedra angular de su nefasta historia. Señalamientos, culpas y promesas eternas, aderezaban el discurso de un candidato pecho frio e improvisado que nada más cumplía la misión de cerrar en forma definitiva los ojos de Chávez del imaginario popular. Quedó en un corroído retrovisor el eslogan chicloso: “Chávez vive”; frase hecha que sirvió para continuar con la barbarie colectiva de mentir a ciertos incautos sociales que dependen de dadivas y chantajes económicos.
Los contextos son indispensables. Contracorriente de las elaboradas campañas de desprestigios en los laboratorios digitales del régimen y sus financiados, la realidad se impone a manera de rompecabezas. En diciembre las baterías se enfilaron en tratar de afirmar que el GI llegaría a su fin. Ahora, el nuevo cuento es el envío de tropas rusas al país. El desliz de un funcionario más “putinezco” que Putin, solo muestra el nivel de barragana del régimen en la geopolítica internacional. Desde hace rato, Rusia tiene presencia militar en Venezuela.
Dentro del juego de pulseadas con la Casa Blanca, Putin ha querido dejar colar que tiene capacidad de programar una avanzada desde Cuba y Venezuela; eso no se logra de la noche a la mañana. Cierto, el Embajador ruso desmintió, pero dejar pasra esto como una simple amenaza sería un error; Washington y la OTAN lo saben. Ningún megalómano debe darse por charlatán. Sin dudas, el tema ruso hace desviar la atención de varios hechos importantes, uno de ellos, la posible extradición de la señora del turbante, quien se configura en otra pieza clave en el entramado financiero del régimen.
Asimismo que el liderazgo nacional, los dirigentes regionales tendrán que arremangarse y
hacer política pura y dura, es decir, conocer bien los contextos que le rodean,
más aún, los que tienen que ver directamente con el régimen. El reciente electo gobernador de Barinas, peca
de inocencia en sus declaraciones. Tal derrame de ingenuidad no
es digno de un político que conozca la realidad venezolana. La improvisación de
su candidatura, no puede ser lo que marque su agenda como gobernante contrario
a la dictadura. Una cosa es verse obligado a reunirse con Maduro y, una distinta,
es darle beneficio de dudas como demócrata. El que no entienda los contextos es mejor que
se quede callado, por muy adeco que sea.
@miguepeg
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