Estafa Crónica

Irremediablemente, en cualquier ámbito nacional, se debe señalar como culpable de la catástrofe vivida a la “ideología chavista”. La gran mentira roja se apoderó hasta del detalle más insignificante que tenemos como sociedad. Un compendio de políticas y acciones que dejan al descubierto dos cosas: la falta de escrúpulos de personajes devenidos en “políticos”, y la descomposición institucional de los militares que, a fin de cuentas, son los que permiten que continue el secuestro de la república. El verdadero fin de Chávez se logró, muy a pesar de la resistencia ciudadana que no cesa en su lucha por no caer ante la barbarie.

El régimen se ha transformado en un administrador de contradicciones. Mientras pasa doce horas diarias en la conjugación eterna y atemporal del gerundio, no le queda otra que emplear las doce horas restantes en recules y hacer control de daños. Comportamiento al que por error algunos medios, analistas y colegas periodistas le adjudican la etiqueta de “gran estrategia”, cuando en realidad, es una serie de reacciones que el régimen improvisa sobre la marcha, cada vez que pone la torta. La eficacia está en la habilidad que ha tenido en repetir las mismas artimañas en distintitas situaciones políticas.

La estafa roja rojita es como un virus que no detiene su marcha. Es un modelaje que ha calado negativa y profundamente, en cada uno de los estratos sociales de Venezuela. Por supuesto, en unos sectores se evidencia más exacerbado el aprendizaje del descaro, la ambición y el despilfarro. De allí que el adagio sempiterno: “los ricos seguirán siendo ricos y los pobres cada vez más pobres”, cobre vigencia en una sociedad que mira impasible escándalo tras escándalo. Si de algo han servido los años de mandato chavista, es para conocer quién es quién. Los rostros figuran si disimulo las cicatrices chavistas y no habrá manera de esconderse otra vez.

La dichosa “socialite” caraqueña que durante años presumió de rectitud, decoro y exclusividad social, ha dejado ver su infame rostro encharcado por el interés y la conveniencia de seguir el disfrute del status social; está vez, sobre cadáveres y gente hambrienta. Ser rico no es malo, lo que asquea, es ver la genuflexión de los valores morales al derroche y a un régimen cruel. El “Tepuygate”, es la viva imagen de lo que representa la herencia de Chávez. Del mismo modo que pasó con Pérez Jiménez, empresarios y a fines se ofrecen decorar al dictador con las cintas exclusivas de círculos sociales impenetrables. Todo es permitido, siempre y cuando se tome una parte de la tajada.

Otro timo, es el sello de “empresario” como forma de esquivar el señalamiento colectivo y tapar la obscenidad monetaria. Cierto, algunos son ricos de cuna, sin embargo, las cuentas bancarias de nacimiento, no escudan la posibilidad de gritarles a los cuatro vientos que forman parte del gestor de la masacre social, institucional y económica del país. La estafa crónica se desliza lenta hasta llegar a lugares insospechados. Por ejemplo, “Turismólogos” defensores de la fauna y la flora que al final del día quedan retratados como viles taladores. Nadie se salva de la vorágine. Nadie debe creer en golpes de pecho exagerados, por lo visto, pesa más justificar a un sinvergüenza, que mantener criterios de legalidad y dignidad. 

 La estafa crónica confunde. El régimen desgastado y sin promesas recicladas creíbles, enfila su esfuerzo en filtrar los aquelarres inmorales dentro de su círculo corrupto, esperanzado a que cada despropósito político o social desvíe los dedos ciudadanos que le señalan. Asimismo, como la detención de alcaldes y fiscales inmersos en irregularidades, no son acciones de investigación policial legitima, el “Tepuygate” no fue un desliz de alguien que se tomó un selfie y lo publicó. Tarde o temprano se paga la cuota de codearse con la triada de poder. Ricos vs nuevos ricos, corruptos vs nuevos corruptos, estafadores vs nuevos estafadores, políticos vs nuevos políticos, empresarios vs nuevos empresarios, ciudadanos vs el hombre nuevo, es la guerra que se libra en el país.


Miguel Peña
@miguepeg

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