La verdad según quien la cuente
El ruido constante ensordece. Sin duda, el régimen chavista sabe bien cual es el talón de Aquiles del venezolano. No hay que llamarse a engaños, en dos décadas de oprobio militarista y civilismo rojo, la estrategia de gritar más fuerte ha dado resultado. Desde el principio, Chávez transformó la gestión pública en un dictamen militar. En un radiograma chapucero que no aceptaba punto de vista contrario. Cada acción tenía que ejecutarse sin aviso ni protesto, pues el “rey” había hablado. Claro, la única forma de hacer efectiva esta forma de dirigir, era contar medias o ninguna de las verdades. Así funcionan las autocracias; y así ha funcionado siempre el mundo militar criollo.
La triada de poder enquistada en Miraflores, ha elevado a la N potencia la táctica de contar mentira sobre mentira. Llevó a otro nivel la desdichada frase de Göbbels: “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”. Por algo el encargado de mediatizar a la opinión ciudadana es Jorge Rodríguez, quien asume el papel psicológico perverso de la comunicación. Los temas que se tratan de imponer en la agenda política, buscan amalgamar los embustes sueltos en las distintas alocuciones. Es sencillo, se establece un hilo conductor que dibuje cronológicamente la “verdad” de turno. En este sentido, el régimen trabaja en automático; algo que juega en favor de la democracia.
Los automatismos retóricos y mediáticos hacen que la estrategia sea de cristal. Es decir, cualquier invento que se posiciona en la verborrea oficial, no dura ni 24H como tema de conversación. La contundencia del presente y la verdad absoluta siempre tumban desde los cimientos, el cinismo campante que aflora en toda palabra que sale de los voceros maduristas. Han llegado al punto mediocre de inventar situaciones inimaginables y hasta risibles. Todo es valido con tal y permanecer en el poder; sin importar el ridículo generalizado. El régimen “gobierna” sobre la mentira.
La llegada de los herederos a Miraflores descubrió, sin cortapisas, quienes sacan a rodar rumores, conspiraciones y tubazos. Existe un grupo de fuentes -tipo gargantas profundas- que tiene como misión, soltar informaciones a ciertos periodistas de renombre; el fin esta de anteojo. Así se anuncio la muerte de Chávez, por ejemplo. Eligieron a la persona correcta para difundir paso a paso, los últimos días del progenitor de la barbarie. Cada tubazo, fue elogiado como capacidad periodifica y un manejo del oficio informativo excepcional. Nadie pone en duda que dentro del régimen existan informantes. Lo que, si se debe tener claro, es que ninguno habla sin consentimiento de algún jefe.
Durante semanas se tejió la ficción entorno a la producción petrolera, ergo, la economía en alza del país. Aprovechando la invasión rusa, el régimen buscó montar la imagen de apertura diplomática con el gobierno de Biden. Se presentó lo que fue un llamado a botón por el apoyo de Maduro a Rusia, en un encuentro en donde, según los laboratorios comunicacionales, EE.UU. se bajaba los pantalones ante Miraflores por necesidad petrolera. Otra vez, utilizan a su grupo elite de informantes, para que “divulguen” a periodistas lo que se dijo en el conclave. Algunos juegan adelantado confiando una vez más, en esas fuentes de aguas más turbias que el río Guaire.
La
verdad nacional queda esclava de quien la cuente y del pendejo que la crea. Las
dos mentiras como eje central para ganar tiempo, eliminar políticamente a Juan Guaidó
y establecer una oposición acorde, se caen sin contemplación. La última
estocada la propinó la OFAC, cuando desmiente el levantamiento de sanciones y de
dar “luz verde” a empresas petroleras de EEUU. de negociar con PDVSA. Medios, políticos
y periodistas quedan con los pantalones abajo, unos por prestarse al juego del régimen
y, otros, por querer ser más papistas que el papa en materia periodística. En la
complejidad venezolana nadie tiene la verdad absoluta. Sin embargo, la verdad decisiva
es que el chavismo es y será una vulgar mentira.
Migue Peña
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