Presidenciables sin presidencia
La política venezolana siempre tiene historias de precandidaturas a destiempo y el 2022 no es la excepción. Historias que no importan que tan buenas o malas sean, lo que en realidad debe llamar nuestra atención son los dos lados que tienen: lo que se puede ver y lo que se oculta. Hay una lucha política que vemos, discursos, arengas, entrevistas, filosofías y concentraciones públicas. Y contamos a los ganadores y perdedores. Sin embargo, en paralelo, se libra otra disputa. En ésta, cada escenario presenta claroscuros donde entran en juego el engaño, la deslealtad y la mala fe. Precandidatos que son extraños y que rara vez son lo que parecen y solo hacen que la ficción se confunda con la realidad.
Mientras la comunidad internacional afirma el apoyo al AN2015 y al presidente interino, los disfraces de candidatos salen a mostrase en la calle. De todos los colores y sabores salen aspirantes a querer suplir al dictador. Las tribulaciones políticas y la complejidad de los escenarios, han enceguecido a muchos que se creen el cuento de que son los ungidos. Una carrera presidencial que no tiene sitio de partida, ni meta final fijada. Cada quien va por la libre a la espera de obtener algún redito de su aventura. Candidatos definidos desde tres ángulos: Inocentes, imbéciles y comprados; que puede salir mal.
Las encuestas son lanzadas al ruedo como papelillo de fiesta comunal. Nadie quiere quedarse atrás. En la carrera presidencial que buscan imponer, la mayoría de autonombrados no solo mienten descaradamente a los ciudadanos, sino se engañan a ellos mismos, visto que sus campañas -quieran o no- serán dirigidas desde Miraflores. Nadie es autónomo en dictadura, sobre todo, si se juega con las reglas del régimen chavista. Las únicas autonomías políticas y sociales, son aquellas que siguen en pie de lucha defendiendo la constitución, sin subterfugios e inventos que escondan la intención de saltarse a la torera la carta magna.
Candidaturas que adornan un páramo de voces que nunca atinan a decir la verdad. Propuestas de país inverosímiles, distintas y fantasiosas que al final de la letanía política, terminan en la eterna frase común: “Yo quiero ser presidente”. Discursos preparados una y otra vez frente a espejos que, nada más reflejan, una imagen distorsionada del aventurero presidencial. Las aspiraciones de vivir en Miraflores son casi un acto reflejo de nacimiento. Forma parte del ADN de quienes “entienden” desde la educación que la república les brindó y ahora quieren destruir, que la mejor forma de hacerse rico es coronarse como presidente “constitucional”.
La conjunción del verbo en futuro se afianza con los llamados de unidad política. Por supuesto, la promoción de la unidad es verdadera de un solo lado. Mientras se hace un esfuerzo en una reunión inesperada en Panamá, algunos de los allí presente, mueven laboratorios comunicacionales en las redes. Una desconocida publica, lanza nombres como candidatos para iniciar un debate calculado, pero estéril. Solo caen en esas trampas los incautos, esos que añoran la llegada de un mesías que solucione en dos meses las ruinas morales, sociales, económicas e institucionales del país.
Sobran los presidenciables sin presidencia, esa es la situación pura y dura. Venezuela no tiene salvación bajo el ala de aquellos que desean mantener al régimen en el poder, con el fin de seguir con sus negocios a expensas de la desgracia nacional. La presidencia interina debe dar un paso adelante y asumir el rol que le toca. No todo pasa por levantar puentes que permitan la unidad nacional, también, es oportuno tener mano dura con quien socava el frente común. Alguien debe asumir la responsabilidad en la toma decisiones difíciles. Estrategias para que cada sector este conforme no existen. En la selva presidencial actual solo hay un dueño, el régimen. Sin resolver el asunto político no habrá candidatos y, mucho menos, país que gobernar.
Miguel Peña G.
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