La nueva casta

En 1998 nadie lo predijo con certeza. Ni los pronósticos más fatalistas imaginaban que, dos décadas después, el país estaría totalmente destruido en todos sus ámbitos. Una debacle que fue macerada por odios y rencillas estúpidas de la gente hacia la república.  Las consecuencias son bien conocidas y, por supuesto, se han tratado infinidad de veces desde distintos enfoques. Luego de veintitrés años aquí estamos, sentados en la boca de un volcán apunto de derramar ríos de lava sin parar. Lo extraño, es que esa ebullición no la provocará el descontento social, que motivos tiene de sobra, sino más bien, será impulsada por la inercia del despilfarro, la corrupción y los crímenes de lesa humanidad que el régimen chavista ha cometido.

La desgracia roja ha trasgredido el orden democrático establecido. No existe institución que no haya sido vulnerada y absorbida sin contemplación por ese agujero negro. El daño a la nación va más allá de los fracasos políticos, el desmantelamiento de la salud y la destrucción del sistema económico. El efecto nocivo del chavismo radica, en la implantación de una “visión” retorcida y simplista de lo que debía ser el Estado, basada en un principio único: arrastrar a todos al submundo donde fue engendrado el germen del socialismo. Tristemente, los venezolanos no construimos una sociedad sólida que hiciera frente a este ataque desmedido y constante del régimen. La delgada línea que existe entre la constitucionalidad y la ilegalidad fue traspasada sin filtro ni resistencia. 

El peor error del liderazgo político opositor, es que no tuvo previsión de que el chavismo podría “evolucionar” o, mutar, hacía un movimiento mucho más aterrador del que los venezolanos conocemos. Ciertamente, tan efectivo fue la estrategia de inocular el modelo hegemónico impuesto por los militares y los grupos de la coalición de poder, que la oposición también se hizo a la idea de que Chávez sería eterno y, así, se planteó la lucha. Lo que vimos desde la muerte del padre de la desgracia nacional, fue el inicio de la primera etapa, donde las facciones rojas rojitas derivaron en grupos que solo querían mantener el poder a expensas de un mito político retrogrado y fracasado en cada una de sus letras.

Los grandes bemoles políticos dentro del régimen son conocidos. Las diferencias entre los grupos de poder son infinitas e insalvables. Esta es la rendija que ha encontrado la nueva casta para adueñarse de Miraflores, usando como plataforma el mismo poder. Una facción se empodera de apoco del control total. Aunque las acciones son incipientes, es posible notar cuales son las verdaderas intenciones del nuevo grupo en cuestión. Creada por conspicuos dirigentes rojos, la nueva facción aprovecho la elección ilegal de alcaldes y gobernadores, con el propósito de tomar posiciones de mando políticos claves; la zona Metropolitana de Caracas es ejemplo de ello.

Espacios políticos considerados bastiones opositores dentro de la capital del país, ahora son regidos sin disimulo por integrantes de esta metamorfosis en la que, sin dudas, ha derivado el socialismo. Propaganda, ordenanzas fútiles, tala de árboles y un sinfín de chapuzas gerenciales, adornan ese experimento partidista que hasta nombre tiene. A pesar del dinero que reciben del que mueve los hilos, no pueden ocultar su nefasto origen; reza el dicho: “por más que te tongonees se te ve el bojote”. Su impericia de funcionarios públicos y carentes de ideología partidista fundamentada, comenten el error más grave de un político: reprimir o apresar a manifestantes. Allí quedó la impronta tosca, desatinada e inexperta del nuevo grupo autonombrado la tercera vía.

Asociarse con el chavismo nunca tiene buenos resultados. Con el disfraz de opositores, buscan solapar la mancuerna que hacen con el régimen pensando, como en su momento creyeron los políticos del 98, que pueden controlar al entramado “bolivariano”; serán usados y desechados. El mejor ejemplo ha ocurrido esta semana, cuando el alcalde de Chacao manda a detener a varios jóvenes por hacer unos grafitis. Los desaparecen, los llevan a tribunales y, sorpresa, el régimen los deja “libres”. En una movida clásica, se hace ver que el "alcalde opositor" viola el estado de derecho y el régimen corrige. Por otro lado, lanza un tema más a la escena pública a fin de lograr confundir a la gente y desviar la atención de lo que en realidad importa. A pesar de que son más peligrosos que el chavsimo, la nueva casta no durará ni un año, visto que la orfandad de apoyos sociales les pasará factura.


Miguel Peña
@miguepeg

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