Salto


El talante del régimen ha quedado, una vez más, al descubierto. La desgracia en Tejerías no solo muestra la decidía y la indefensión que vive el país bajo la égida chavista, sino confirma el desprecio y la manipulación que pretenden hacer de los ciudadanos. Aunque parezca trivialidad, la gráfica vista en redes sociales de Maduro sobre una piedra para evitar ensuciarse de barro, es muy significativa. Describe, sin cortapisas, lo que en realidad ocurre desde 1998. Inoperancia e improvisación, marcan en la piel a la cúpula corrupta que cuida los intereses propios, sin importarles lo que ocurre alrededor. Una foto dramática que habla por sí sola.

No hace falta ahondar en la tragedia natural de la comunidad de Tejerías. A ojos vista quedó la vulnerabilidad social en la que se encuentra la nación. Es más urgente apuntar la lupa, sobre otras acciones que deben preocupar a la opinión pública; por ejemplo, el control desmedido que el régimen impone en la zona. “No estorben” esa es la nueva consigna de guerra que profieren en contra del periodismo independiente, desde el averno verde oliva. ¿Qué ocultan? ¿Qué no quieren informar? O, peor, ¿qué necesitan tapar?  En el mar inmenso del refrán “piensa mal y acertarás”, navegan mil interrogantes en cada inciso periodístico serio. Las respuestas que salen a medida que pasan los días, permiten hacer un balance certero de lo que ocurre y como se pudo evitar.

La imagen de Maduro casi acurrucado en la piedra, es un grito silencioso: “Yo no salto”. La semiótica comunicacional que regala ese cuadro, muestra todo lo que debemos saber. Más que fortaleza inexpugnable, es el reflejo de una debilidad que hace estragos dentro del núcleo de poder rojo rojito. Es cierto, son capaces de todo por no dejar Miraflores, pero también, no escatimarán negociar lo que sea, a fin de no verse embarrados en una cárcel o perder los millones robados al erario público. Antes de la elección presidencial que se negocia, esta es la imagen del chavismo que la oposición debe resaltar sin temor ni retardo.

Hemos llegado a un punto, en el que toda hipótesis oscura que involucra al régimen y su afán de enriquecimiento ilícito es creíble. No existe alguna duda razonable que permita pensar lo contrario. Alcanza con observar el despliegue de mentiras y frases cínicas, que emite el “gran defensor de los DDHH” del régimen. Un descaro sin límites que pretende desviar la atención del asunto más importante: El régimen quedó fuera del Consejo de Derechos Humanos de la ONU. La coalición de poder buscaba la reelección. La decisión es un revés que se suma a la renovación del mandato de la misión que investiga violaciones de derechos humanos en el país.

“Yo no salto” es la verdadera arenga a la que se debe prestar atención. En una comparación con la gráfica de Maduro sobre la piedra y propia en estos casos, salta la imagen de Calos Andrés Pérez en campaña, saltando un charco grande con zapatos y chaqueta. Dos escenas que manifiestan, por un lado, la república que fuimos y, en el otro, el gueto en el que estamos. Observar a CAP en esa faena, describe el salto que daba la democracia hacia el desarrollo. Los venezolanos debemos tener conciencia que, en la recta final, el país nos reclama un salto colectivo hacia la reconquista de la democracia. Salir de ese estancamiento voraz y del miedo que supone llenarse de barro. A fin de cuentas, el barro se quita con agua y jabón, pero la sumisión queda para toda la vida.


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